LA HABANA, Cuba.- Un relincho de júbilo contenido durante cuarenta años explotó en la garganta de cientos de miles de habitantes en los trece municipios de la provincia Granma, al caer el último out del play off en la gran final de la 56 Serie Nacional de Béisbol 2016.
¡Alazanes Campeón!, fue el grito coral que removió cazuelas, hizo saltar el hambre por el aire y retumba en el show de una semana de fiestas populares, decretadas por los jinetes sin cabeza ni alma, como nombran los aficionados a los representantes del gobierno y el partido en ese territorio del oriente cubano.
Pan y circo
Luego que, sin ningún tipo de favoritismo, más bien como los eléctricos que por primera vez llegaban a una final al dejar atrás 4 juegos por 3 a los súper favoritos cocodrilos de Matanzas, comandados por Víctor Mesa, los briosos alazanes -denominados pencos por sus rivales en el béisbol-, como caballos viejos en su segundo aire la emprendieron a coces contra los bicampeones nacionales, los tigres avileños, dejándolos rasurados en sólo 4 juegos de play off.
Que cuatro décadas después de imponerles un nombre –Granma-, que causa escozor, produce rechazo y descoloca de sus legítimos gentilicios a miles de pobladores de esos y otros municipios de la provincia, el equipo del territorio gane el campeonato nacional de béisbol, es lógico que despierte alegrías, pero no al oso del oportunismo ideológico que ya asoma su pata peluda y ofrece, como regalía y ofrendas por el triunfo, pan y circo político a la población.
En sintonía con el alborozo dejado por la victoria contra un equipo como Ciego de Ávila, dos veces consecutivas campeón nacional antes de enredarse en las patas de los caballos o alazanes “granmenses”, se convoyan strikes con cubanía, triples con el llamado al combate del Himno Nacional, y jonrones cual tareas políticas como latigazos o motores del éxito beisbolero.
Además, nada de lo hecho en el torneo hubiera sido posible para las autoridades si doce peloteros del equipo no integraran las filas de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), seis no fueran donantes voluntarios de sangre, cuatro estuvieran en proceso de ingresar al Partido, tres hubieran escalado el Pico Turquino para homenajear a Martí y el resto haya hecho méritos en la recolección de materia prima y el desbroce y quema del marabú en las zonas aledañas al estadio municipal de Bayamo.
Es decir, que si Despaigne dio tres jonrones al igual que Avilés; Benítez la dio dos veces a la hora buena, Roel y Yoelkis hicieran sendos fildeos; Lázaro blanco y Entenza patearon sin piedad a cocodrilos matanceros y tigres avileños; Lahera hizo tres relevos de campeonato, el carga bates chiflo, Fran Camilo supo manejar con destreza los arreos, y el manager Carlos Martí guio con éxito a la manada de alazanes granmenses, se lo deben a la invicta Revolución.
Con esta mentalidad fanática y apologética de los falsos alcances e influencias de la Revolución pretenden las autoridades y un narrador, más político que deportivo, Rodolfo García, hacer coincidir por “azar revolucionario”, el triunfo del equipo Granma con la salida de su homónimo yate, hace 60 años, desde el puerto de Tuxpan, México, hacia Playa Las Coloradas, Cuba.
Todo para que, en la venidera Serie del Caribe, a celebrarse del 1 al 7 de febrero 2017, en Culiacán, México, y donde Cuba estará representada por el equipo de Granma, campeón nacional de la pelota cubana correspondiente al 2016, los Alazanes sean cabalgados por Fidel y regresen como un nuevo yate de victorias a las tierras aztecas que lo vio partir en 1956.
Demagogia, politiquería, consignas patrioteras, rumba y tambor, se funden y desfilan junto a una fanaticada que sólo quería ver a su equipo campeón. Pero como dice el refrán: “Si te lo dan, cógelo”. El pueblo está presto a festejar y gastar lo que tiene y lo que no, aunque después muchos lloren por los rincones, blasfemen, pidan prestado o inventen para concluir el mes.
De seguro, y como colofón político del triunfo y de la fiesta, las autoridades anunciarán el bacheo de una calle en Manopla, la construcción de una carnicería para vender ron en Peralejo, la apertura de una guarapera en Julia, un tiro de cerveza a granel en Babiney, una piquera de coches tirados por caballos en Ojeda, un puesto de yogur liberado en Barrio Azul, la reparación de una escuela en La Cutara, y la entrega de una tasa sanitaria a un consultorio en la Piñuela, como logros de una Revolución que aún anda a caballo por su finca nacional.
Ojalá y los Alazanes no se pasen de tragos en esta semana de jolgorio patriotero-culturoso- beisbolero, y representen sobrios a Cuba y a sus coterráneos bayameses, manzanilleros o cautocristenses, como a los aficionados de los demás municipios, y no a Granma, símbolo decadente de un yate que nos convirtió en náufragos sin salvavidas en la historia del país.