ENGLEWOOD, Florida, agosto, 173.203.82.38 -El periódico miamense El Nuevo Herald, dio la escueta noticia: “Delicado de salud el padre Miguel Angel Loredo”. De acuerdo con el diario el sacerdote Miguel Angel Loredo fue internado hace una semana en un hospital de St. Petersburg, en el norte de la Florida, afectado por una apoplejía y complicaciones renales.
Angel de Fana, director de “Plantados hacia la libertad y Democracia de Cuba” informó que lamentablemente el sacerdote Loredo, de 72 años de edad, “sufrió una parálisis y tiene problemas renales” y agregó: “Sabemos que es un proceso, pero hacemos votos para su rápida recuperación. Loredo es muy querido y respetado por todos”
De modo escueto el periódico da una información sobre quién es el padre Loredo, diciendo que había sido encarcelado en Cuba en abril de 1966, “acusado de dar albergue en la Iglesia de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, al autor de un intento de secuestro de un avión de Cubana de Aviación, durante el cual murió el piloto. También se le acusó de esconder armas. Condenado a 15 años, sufrió el rigor de golpizas, vejaciones y trabajos forzados en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y El Príncipe”.
Liberado en 1984, el franciscano Miguel Angel Loredo se radicó en Puerto Rico, New York e Italia, dedicándose a su labor eclesiástica y a la denuncia de las violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno castrista.
Juan Clark, profesor emérito de Sociología del Miami Dade College y ex compañero de escuela de Loredo, le define de la siguiente manera: “Loredo ha tenido un rol muy activo en la cuestión de la defensa de los derechos humanos y el trabajo con la juventud cubana. Siempre ha sido una espina para el régimen”.
Sucedió en 1966, un ingeniero de vuelo de Cubana de Aviación, Angel M. Betancourt intentó desviar un avión hacia los Estados Unidos. Por maniobras del piloto Fernando Alvarez, el avión que había partido de Santiago de Cuba, aterrizó violentamente en La Habana. Se producen disparos dentro de la cabina causándole la muerte al piloto y al custodio de la nave y resulta herido el copiloto. Betancourt logra escabullirse del avión y desde ese instante comienza una desenfrenada cacería en pos del supuesto “asesino”.
Existen opiniones, con fuertes indicios que le avalan, que Betancourt estuvo todo el tiempo controlado por la Seguridad del Estado la que conocía su paradero gracias a la labor subterránea de un agente infiltrado dentro de la iglesia de nombre Gerardo Pérez, un seminarista reclutado probablemente por la Contra Inteligencia bajo el chantaje de su homosexualidad. Una pieza clave en la causa que se abrió en contra del sacerdote Miguel Angel Loredo como cómplice del “asesino” Betancourt.
Según Eduardo Prida (http://baracuteycubano.blogspot.com/2010/08/cubalo-que-nunca-se-ha-dicho-sobre-la.html) las homilías “eran unas diatribas certeras y diarias contra la Dictadura, el liderazgo que había ganado con su actitud digna y valiente ameritaba que al Padre Loredo había que erradicarlo de raíz, como decían los Fiscales de la causa”.
José Villasuso se refiere a los dramáticos momentos en que fuera detenido el sacerdote franciscano: “El lunes de Resurrección de 1966, fray Miguel Angel Loredo, a la sazón párroco de Guanabacoa, recibió una llamada urgente de su sacristán, Gerardo Pérez, que fuera al convento de San Francisco sito en la esquina de Cuba y Amargura pues algo muy serio tenía lugar allí. Partió sin demora y aproximándose a los contornos del antiguo templo olíase la anormalidad, vio gente pasar corriendo, turbas agitadas repetían consignas al uso; al entrar notó movimiento por la sacristía, militares al acecho y un oficial que le salió al encuentro, le conmina. “¿Es usted, Miguel Loredo?” “Sí señor.” “Está detenido.” “¿Por qué?” Entonces le trajeron a Angel M. Betancourt. Se le acusaba de haberle concedido asilo en el recinto a un prófugo de la justicia revolucionaria”.
Condenado a 15 años de prisión fue remitido a la cárcel de Isla de Pinos. Muchos años después el sacerdote recordando su entrada en la prisión dijo que lo que más la había impresionado a su entrada en la prisión fue “la conciencia, digamos así pavorosa de que en el centro mismo de Cuba, a espaldas de toda una humanidad, del mundo civilizado, se estaba produciendo un fenómeno con característica de epopeya, un fenómeno que era vastísimo: decenas de miles de hombres absolutamente indefensos, a merced de la arbitrariedad de una tiranía absoluta, y sin forma humana de controlar esto, ni de responder a esto ni de poder denunciar y hacer trascender al exterior, al mundo, a todo el universo, la tragedia del presidio político cubano. O sea, la impunidad coexistiendo con todas las violaciones del derecho, con toda aquella sangre que se derramaba a diario, con todo aquel dolor, es lo que me golpea cuando entro a mi prisión”.
En el presidio, Loredo organizó misas clandestinas para los presos políticos usando el plato teñido de sangre que, según Nicolás Pérez Diez-Argüelles en “Después del Silencio”, llevaba en su cintura el chino Julio Tang, un miembro de la Juventud Católica, el día que por no querer comer hierba fue asesinado por los esbirros de Castro.
Loredo se declaró como preso plantado, realizó frecuentes huelgas de hambre y sufrió los atropellos más crueles por los guardianes castristas. Según Teresa Mayans (2 de junio de 2010. La Nueva Cuba) “…la policía política de la prisión de Isla de Pinos le propinó una golpiza tan brutal que lo dejaron sin conocimiento, sangrando por todos los orificios del cuerpo humano, en grave estado, y sus compañeros de prisión lograron sacar la noticia que corrió como pólvora. Ante la expectación, enviaron (…) a la televisión al cura César Sachi para desmentir el ultraje y las palabras de Sachi ante las cámaras fueron las siguientes: “el padre Miguel Angel Loredo se encuentra muy bien, sembrando lechugas y rabanitos en Isla de Pinos…” El premio al padre Sachi, por su complicidad fue regalarle un carro nuevo gestionado por el entonces jerarca comunista Carlos Rafael Rodríguez”.
El 11 de junio de 1968 en carta sacada clandestinamente de la prisión de Guanajay dirigida al arzobispo de la Habana, Monseñor Evelio Díaz y al Nuncio Apostólico Zacchi, escribió Loredo:
“Me siento orgulloso de participar en esta lucha con miles de hombre de tanto valor y sentido patrio como hay en este presidio cubano. Son titanes que llevan 6, 7, 8 años presos. He vivido los bayonetazos y golpes y tiros en el trabajo forzado de la Isla de Pinos. Ahora todo esto, que es tortura refinada, de más impacto psicológico. El preso está probado en las humillaciones, el insulto, la arbitrariedad, los golpes, el hambre, el frío. Todo lo puede en Cristo y en su ideal patrio.
Y también quiero decirles que siento al ver el olvido en que el occidente libre nos mantiene, en el silencio de todos, en la indiferencia, mitigada únicamente por las quejas de los seres queridos impotentes…”
Eran los tiempos que denunciaran Jorge Ulloa y Néstor Almendros en el documental “Nadie escuchaba”.
Este hombre que hoy se encuentra en un hospital de la Florida es el Padre Miguel Angel Loredo, un sacerdote franciscano, un hombre de conciencia límpida.