MADRID, España, agosto, 173.203.82.38 -Alerto al lector de que no pienso entrecomillar el término accidente, empleado más de una vez a lo largo de este artículo. No lo haré por estricta objetividad, aún cuando todos estaremos de acuerdo en que la muerte de Oswaldo Payá, el pasado 22 de julio, en la carretera a Bayamo, resulta, cuanto menos, sospechosa de oportuna para el régimen cubano.
La citada moderación del párrafo anterior igualmente me impide tener en cuenta las declaraciones autoinculpatorias del ciudadano español Ángel Carromero, principal testigo y acusado del fatal accidente. Su puesta en escena, por cierto, me hizo recordar aquel otro acto de contrición que en su día protagonizó Heberto Padilla, en el lamentable caso que por siempre llevará su nombre.
Los únicos elementos con que contamos para elaborar una hipótesis alternativa a la explicada por el régimen sobre el accidente en que perdiera la vida el líder opositor, es el propio informe pericial realizado por técnicos del Ministerio del Interior cubano.
Según las declaraciones de testigos citadas en el informe, el Hyundai Accent que conducía Carromero, adelantó a un tractor que circulaba en su mismo sentido, aunque sin precisar el punto de este adelantamiento, si en la parte asfaltada de la carretera o en el tramo en que ésta se encuentra en obras. La posición del tractor curiosamente no se precisa en el esquema gráfico que explica el accidente, pero debió ser cercana a este punto toda vez que el propio tractorista declaró que el “carro me adelantó a gran velocidad; luego vi la nube de polvo fuerte y cuando bajó el polvo pude ver el auto impactado en el árbol que está en la cuneta”. Así pues, este adelantamiento debió producirse poco antes de que el auto en el que viajaba Oswaldo Payá derrapase y se empotrara contra un árbol.
Hablamos con la hermana de Ángel Carromero, a la que preguntamos sobre los años de experiencia de su hermano como conductor, pero Isabel prefirió no responder a ninguna de nuestras preguntas. Su excesiva parquedad me hizo pensar en algo más que timidez. Pero en la sede de Nuevas Generaciones del PP de Madrid, en el que Ángel Carromero ocupa un alto cargo, aunque rogándonos la debida discreción, fueron algo más explícitos: Ángel no es un conductor recién salido de autoescuela, de eso están seguros.
Ahora bien, un conductor con un mínimo de experiencia, que ha hecho 800 kilómetros por carreteras cubanas (plagadas de baches, mal peraltadas, peor señalizadas) y que decide adelantar a un tractor en una carretera angosta como la que une Las Tunas y Bayamo, aún haciéndolo en una recta con perfecta visibilidad, por elemental prudencia adquirida en esos 800 kilómetros recorridos, aminorará la marcha tal y como se suele hacer en semejantes circunstancias en cualquier otro país del mundo.
Así pues, no es difícil colegir que el Hyundai Accent llevaba una velocidad inferior más allá del punto en que adelanta al tractor, con todo y que otro de los testigos que circulaba en bicicleta por la propia carretera y a quien anteriormente adelantó el vehículo que conducía Ángel Carromero, declaró que “el carro me pasó a alta velocidad por al lado, con seguridad iba a más de 100 kilómetros por hora”. Sobre esta apreciación, valga aclarar que la impresión de velocidad que registra un ciclista respecto a los vehículos que le adelantan es siempre muy superior a la real.
Por su parte, Ángel Carromero cree que circulaba a 80 kilómetros por hora, una velocidad de adelantamiento habitual en España y suficiente para impresionar a un ciclista que circule en la misma dirección. Si esto es así, y según el croquis del accidente, adjunto al informe pericial, el vehículo aún circuló 80 metros sobre carretera no asfaltada antes de que Carromero aplicara los frenos y derrapara. ¿Por qué tardó tanto en asustarse y aplicar bruscamente los frenos con el consiguiente derrape del vehículo?
Aunque a los neófitos nos parezca poco, los expertos consideran que los tres segundos y medio que, según nuestros cálculos, tardó el conductor en reaccionar, son una eternidad para que nuestro cerebro reaccione ante una situación de peligro, suficiente además para iniciar una reducción paulatina de velocidad del vehículo, sin afectar su trayectoria, tal y como haría cualquier conductor con la experiencia de Carromero cuando, de pronto, se encontró circulando sobre una carretera no asfaltada.
En cuanto a las fotos que nos facilita el propio informe pericial:
¿Se han fijado en que el neumático anterior y el posterior izquierdos del Hyundai Accent aparecen totalmente desinflados?
Consultamos a un perito en accidentes de tráfico, de una prestigiosa casa aseguradora española, y esto es en síntesis lo que nos comenta a la vista de las fotos y el croquis pericial.
En accidentes de esta naturaleza, con un fuerte derrape de cola como el que se describe en este caso, el coche se escora en el sentido en que derrapa y somete al neumático trasero a una fuerte presión que se acompañó de un importante impacto del neumático contra el árbol. Estos dos elementos, la presión del derrape y el golpe, son suficientes para que un neumático de este tipo, que no suele emplear cámara de goma, salte de las guías de la llanta que le sujetan, y desinfle.
Pero, ¿y qué hay del neumático delantero?
Según el perito, la anterior explicación no nos sirve para comprender por qué también aparece desinflado ese otro neumático, como tampoco se explica por qué los peritos cubanos, en su informe, no analizan otras posibles causas de derrape como no fuera el brusco frenaje y lo resbaladizo del terreno. Como mínimo, nos explica, hay, aparte de las condiciones del terreno, otras dos causas habituales de derrape: problemas con la dirección del vehículo y neumáticos reventados o en mal estado.
Ahora bien, si no es explicable que reviente el neumático izquierdo delantero durante el derrape y posterior colisión del vehículo contra el árbol, y tampoco resulta muy lógico suponer que reventara luego, durante las tareas de rescate de los heridos, sólo nos queda la posibilidad de que éste haya reventado antes del derrape. Al menos tal es la conclusión del perito.
La posibilidad de que esto haya ocurrido así no parece tan descabellada, si nos atenemos a otros indicios que refuerzan esta hipótesis, como que el propio Carromero habla de un “bache”, un desnivel que separa el tramo de carretera asfaltado del otro en reparación. ¿Pudo ser este “bache” la causa del reventón? Y si así fuera, si en ese punto ocurrió un reventón, es más que probable que el vehículo habría derivado hacia la izquierda, en cuyo caso, entonces sí, una brusca maniobra del conductor en sentido contrario para corregir esta deriva pudo provocar el derrape tal y como se describe en el croquis.
Pero aún hay otro indicio en las fotos sobre esto que decimos:
Si se analiza la posición del parachoque o defensa delantera, se verá que éste se proyecta hacia fuera, lo que indica que tocaba tierra tal y como se le puede ver en la foto, al momento en que el vehículo impacta contra el árbol, gira 180 grados sobre su eje y recula unos metros, lo que provoca que se desprenda casi de cuajo. Una posible causa de que el morro del auto tocaba tierra en el momento del impacto es la anterior pérdida de uno de sus neumáticos delanteros.
Llama la atención que el informe pericial no mencione más daño en el vehículo que el provocado por el impacto contra el árbol, ¿por qué no se analiza la inutilización del neumático delantero en el accidente, cuando se sabe que ésta resulta una causa frecuente de derrape? ¿Por qué no se ofrecieron fotos del área del accidente? Si se hubiera hecho, se habría visto claramente el rastro dejado por el vehículo antes del impacto, si venía sobre sus neumáticos o tocando tierra tal y como ahora suponemos. Si nos fijamos, una de las dos fotos del coche accidentado aparece marcada con el número 6, ¿dónde están las otras cinco fotos?, ¿por qué no se publicaron junto al informe que alardea de rigor y experiencia técnica de sus autores?
Y ahora sí, la gran pregunta: Y si todo esto ocurrió de esta manera que creemos, ¿qué pudo provocar el reventón de ese neumático? He ahí el quid del misterio de por dónde le entra en este caso el agua al coco y que probablemente esté relacionado con una última conversación sostenida a punto de terminar este artículo.
Llamo a Carlos Payá, hermano de Oswaldo, le expongo cuanto aquí decimos y que me gustaría conocer su opinión; pero él ni apoya ni desestima nada. “Es interesante”, me dice, pero cualquiera que sean las claves del caso, aclara, estarán relacionadas con lo ya declarado por su sobrina, Rosa María Payá, en el sentido de que habían recibido información de “los muchachos” (se refiere a Ángel Carromero y el sueco Jens Aron Modig) avisando que estaban siendo seguidos y acosados por un carro que intentaba sacarles de la carretera.