LA HABANA, Cuba.- El próximo domingo, 6 de diciembre de 2015, cuando finalmente se realicen las elecciones legislativas en Venezuela, no solo se estará decidiendo sobre el destino político a corto plazo de esa nación suramericana, sino que también se estarán zanjando en alguna medida las futuras estrategias políticas de varias naciones de esta región, cuyos regímenes –muy especialmente el gobierno cubano– han dependido durante décadas de la dilapidación de la enorme riqueza natural venezolana en manos de la claque “bolivariana”.
Por estos días en los medios de prensa han menudeado los comentarios acerca del sufragio venezolano y se han hecho diversos augurios sobre los posibles escenarios que emergerán a partir de sus resultados. El panorama es complejo. Por primera vez desde que el finado Hugo Chávez asumió el poder en febrero de 1999 y comenzó a dinamitar las estructuras cívicas del país, el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) acudirá a las urnas con una importante desventaja respecto de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y aún por debajo de los candidatos independientes, según datos publicados por la encuestadora Verobarómetro. Una realidad que el Presidente del país se niega a aceptar, amenazando con la no aceptación de cualquier resultado que le sea adverso y con llevar al país a un caos en caso de que “la revolución bolivariana” pierda en las urnas.
De lograr el control del Parlamento, la oposición tendría ante sí la posibilidad real de poner coto al desparpajo chavista que ha conducido al país a la ruina económica y a una crispación social profunda, y abriría la esperanza al restablecimiento del orden democrático al constituirse verdadero contrapeso al poder del Presidente. Un nuevo orden que tienda a equilibrar las fuerzas y devolver el poder a las instituciones cívicas garantes de la democracia.
Más allá de esto, el reto de la oposición para ganar espacios sociales y legitimar su capacidad como alternativa al chavismo no habría hecho más que comenzar, teniendo en cuenta los elevados índices de pobreza, la violencia, el desabastecimiento de productos básicos, el descontento creciente y la colosal inflación, factores éstos que complican aún más el ya suficientemente complejo panorama venezolano. Una tarea titánica para cualquier fuerza política alternativa en ese país en ruinas.
Obviamente, la responsabilidad primera de ese nuevo Parlamento se volcaría a solucionar la crisis interna venezolana, lo cual necesariamente pasa por el control y revisión exhaustiva de la administración de la riqueza nacional, el petróleo, que ha sido el sostén de los carísimos programas sociales (“misiones”) con los que el Gobierno bolivariano se granjeó el voto de las masas populares, y columna vertebral de alianzas como la fantasmal ALBA y el programa Petrocaribe, entro otras asociaciones regionales.
El “efecto Venezuela” para Cuba
Si bien los jerarcas octogenarios, artífices y sepultureros de lo que alguna vez fue la revolución cubana, fueron en su momento los mecenas ideológicos y beneficiarios materiales de esa otra criatura con malformaciones congénitas, conocida como revolución bolivariana, actualmente resulta obvio que ese filón de supervivencia del castrismo se está agotando.
La caída de los precios del petróleo y la pérdida de popularidad del oficialista PSUV amenazan seriamente la continuidad de la alianza castrochavista y ya es innegable el fracaso del sistema cubano no solo en Cuba, sino también en su experimento transnacional, Cubazuela.
No por casualidad los astutos ex guerrilleros de la Sierra Maestra desde poco después de la estéril “siembra” del comandante Chávez, han estado cabildeando una apresurada y secreta reconciliación con el ‘enemigo’ de siempre (y de todos), el gobierno estadounidense, y han sacado desesperadamente a subasta los girones de la Isla, para ponerlos a disposición del otrora depravado capital extranjero, aunque los potenciales inversores sigan sin morder resueltamente el anzuelo.
Otro rubro que ha estado agotándose para la gerontocracia verde olivo es el derivado de la muy jugosa ‘industria de la solidaridad’, articulada en torno a las ‘misiones’ desarrolladas por el chavismo a costa de la contratación, bajo condiciones de semi-esclavitud, de profesionales cubanos, principalmente de las esferas de la salud, la educación y la cultura, los cuales garantizan la entrada directa de capitales al Palacio de la Revolución. No obstante, esto ha significado una seria afectación a los programas de atención a los propios cubanos y ha traído consigo también la deserción de miles de galenos, que han optado por emigrar a destinos más promisorios o contratarse en los propios países donde se desempeñaban como “colaboradores”.
Todo indica que la alianza castrochavista –esa estrategia de dominación del poder disfrazada de ideología socialista y nacionalista– que combinó temporalmente con relativo éxito las experiencias del fracasado sistema cubano, las ambiciones mesiánicas de Hugo Chávez y las reservas de hidrocarburo de Venezuela, está próxima a convertirse en otro mal recuerdo. Y es de esperarse que junto a la revolución bolivariana, se vayan por el mismo tragante otras aberraciones igualmente sostenidas por la expoliación inmisericorde de los petrodólares venezolanos, y cuyo objetivo esencial ha sido atomizar la epidemia de izquierdas en la región y hacer frente a la influencia de Norteamérica en este Hemisferio.
Por su parte, los cubanos comunes se muestran más bien indiferentes al importante suceso electoral próximo a celebrarse en Venezuela. Cuando más, algunos expresan su preocupación por lo que suponen podría significar otro inminente ciclo de apagones y parálisis en Cuba. Al parecer son demasiados los problemas que les impone la supervivencia como para interesarse por los que competen a los venezolanos. La inmediatez es el elemento más relevante de la cotidianidad en Cuba, y en la actualidad el tema de la emigración ocupa un lugar principal en el imaginario popular cubano.
En todo caso, de producirse eventualmente un cambio dramático en Venezuela que repercutiera en una profundización de la crisis cubana, lo más probable es que se incremente y acelere la marea migratoria hacia Estados Unidos. Al final, me comenta guasón un amigo, puede que no haya siquiera que apagar las luces en la Isla Desierta cuando salga el último cubano, “porque si se va Maduro no habría petróleo con el cual generar electricidad”. Una expectativa, literalmente, muy sombría.