LAS TUNAS, Cuba.- Culpando al embargo estadounidense por las carencias que sufren los cubanos, Miguel Díaz-Canel, presidente del Consejo de Estado, pronunció su primer discurso por el 26 de julio, fecha que recuerda el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba en 1953, y con la que Fidel Castro reemplazó en los años 60 la celebración de Nochebuena y Navidad en Cuba.
Antes de Díaz-Canel, los discursos por el 26 de julio solo habían sido pronunciados por los hermanos Fidel y Raúl Castro, o por sus segundos al mando, los comandantes Ramiro Valdés y José Machado Ventura.
Ahora Díaz-Canel dio gracias a Raúl Castro y a Ramiro Valdés y a todos los asaltantes, por “la confianza”, por el ejemplo y “por el legado”.
Cabe preguntarse: ¿A cuál “legado” se refiere Díaz-Canel? ¿Se refiere a la dejación de un país en ruina económica, moral y cívica que le ha hecho Raúl Castro, designándolo a él su sustituto al mando de un régimen totalitario con las prebendas de lo que Milovan Djilas llamó la nueva clase?
Durante poco más de 36 minutos, trayendo citas poéticas concordantes al discurso político enaltecedor de estos 60 años de castrismo, Díaz-Canel pretendió reseñar los 117 años de historia de la República de Cuba con ejemplos sublimados, rebajando el quehacer nacional de 1902 a 1958, a cuando algunos vendieron tierras a seis dólares la hectárea, o, a las propiedades ilícitas del presidente de facto Fulgencio Batista y de otros.
Podríamos decir a Díaz-Canel que las siete obras consideradas maravillas de la de la ingeniería civil cubana fueron proyectadas y construidas antes de 1959, porque, aunque a duras penas el castrismo concluyó en diciembre de 1965 el viaducto La Farola, el proyecto de esa obra data del 10 de octubre de 1947.
Para demostrar la necesidad de la reforma agraria en Cuba y la miseria en que vivía el campesino cubano, Díaz-Canel mencionó en su discurso la investigación sociológica realizada en 1957 por la Agrupación Católica Universitaria (ACU), citando al doctor José Ignacio Lasaga cuando dijo:
“En todos mis recorridos por Europa, América y África, pocas veces encontré campesinos que vivieran más miserablemente que el trabajador agrícola cubano”.
Según la encuesta de la ACU en 1957, el trabajador agrícola cubano, con una familia promedio de seis personas a su abrigo, ganaba al año 548.75 pesos, entiéndase dólares con el valor de la época.
De esos trabajadores agrícolas, que en 1957 eran unos 350 mil, en una población rural de dos millones 100 mil personas, el 34% de la población cubana, obtenía 190 millones de pesos (dólares), esto es, el 10% de los ingresos nacionales. El 60.35% vivía en casas de madera, techo de guano y piso de tierra. El 88.50% consumía agua de pozos y 0.30% tomaba el agua directamente de los ríos. Sólo el 4% de los campesinos entrevistados por ACU mencionó “la carne como alimento integrante de su ración habitual”. Sin otras fuentes de proteínas de origen animal consumidas frecuentemente, la investigación demostró que la población rural cubana se nutría fundamentalmente de arroz, frijoles y viandas.
Bien. Groso modo, según la ACU, esa era la situación de la población rural cubana en 1957. Pasados 62 años, de ellos 60 con administración castrista y “reforma agraria” … ¿Cuál es la realidad del campesinado cubano?
Primero que todo, habrá que preguntar a Raúl Castro y a Ramiro Valdés, los asaltantes y legadores con mando real, y a Díaz-Canel, el legatario del poder, si permitirán, como permitió el gobierno de facto de Fulgencio Batista a la ACU, que encuestadores independientes, sean católicos o de cualquier otra denominación religiosa o no religiosa o la conjunción de personas plurales, sin intromisión del gobierno comunista, hagan una investigación sociológica en el campo cubano, siguiendo la misma línea de investigación seguida por los pesquisidores de la Agrupación Católica Universitaria.
Con una investigación así, los “olvidos” de Díaz-Canel, en su primer discurso de legatario de los asaltantes al cuartel Moncada, serían traídos a su memoria y a la de todos los olvidadizos de inmediato.
Los olvidadizos a conveniencias verían que, si antes el 4% de la población rural cubana consumía habitualmente carne de res, ahora es el 0% la que consume esa proteína. Y los frijoles, no todos pueden comerlo, porque ahora cuestan, en moneda nacional entre 10 y 11 pesos la libra. El arroz, agotadas las cinco libras racionadas para el mes, puede ser un lujo a cuatro pesos la libra en el mercado liberado o… una agonía para adquirirlo entre la muchedumbre en cola.
Los desmemoriados por prebendas mirarían como mientras ellos exportan a cuenta de la nación cubana acero y cemento, los cubanos no sólo del campo, sino de cualquier lugar, se ven precisados a reconstruir sus casas llevadas por los huracanes con tablas de palma, como los campesinos en 1957.
Y, si en 1957 el 0.30% de la población rural sólo era la que tomaba el agua directamente de los ríos, esos que pretenden mirar a otro lado debían ver que, en Cuba, de los más de 11 millones de habitantes, una cifra alarmante ingiere aguas impuras, no directamente de los ríos, porque propiamente ríos en Cuba ya no hay, sino zanjas de aguas negras y acueductos ineficientes.
Y de salarios ni hablar: el trabajador agrícola cubano promedio, en 2019, yendo las cosas bien, gana al año el valor del salario de 1957, esto es, 548.75 pesos convertibles, (CUC) entiéndase dólares, algo así como 45.72 CUC mensual, o mil 143 pesos.
Señores legatarios de los asaltantes al cuartel Moncada… Viviendo ustedes en las casas de los antiguos millonarios cubanos, disfrutando de todo lo humano y lo divino mientras hacen que gente sin comida ni techo les aplaudan promesas mil veces repetidas y nunca cumplidas, digan… ¿De cuál revolución ustedes hablan?
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