LA HABANA, Cuba.- La pandemia parecía dominada en Cuba, resultado de la eficiente atención del personal sanitario y la hospitalización, el aislamiento preventivo, los hallazgos científicos cubanos, con una incesante divulgación por todos los medios posibles durante cuatro meses. Los primeros tres casos de la COVID-19, procedentes de Lombardía, fueron anunciados el 11 de marzo. La cuarentena comenzó.
El 18 de junio, 13 provincias, con excepción de La Habana, Matanzas, y el municipio Isla de la Juventud, iniciaron la primera fase de recuperación de la COVID-19. El 23 de junio Matanzas las alcanzó. El 3 de julio La Habana entró en esa escala, los demás territorios, con excepción de Matanzas, pasaron a la segunda fase, la tercera les llegó el 20 de ese mismo mes, cuando no hubo ningún caso nuevo en el país. Solamente había un total 2 446 positivos y 86 fallecidos. Pero lamentablemente la cifra ascendió a 3 364 enfermos para el 17 de agosto.
La Habana emergió de la cuarentena con ímpetu, dispuesta a desplegar las energías contenidas por más de dos millones de cubanos, centros laborales activos y muchos problemas acumulados.
El nasobuco tenía que acompañar siempre. El transporte público con capacidad limitada, los centros hospitalarios, productivos y de servicios empezaron la nueva normalización. Los funcionarios del Consejo de la Administración Provincial, eufóricos, divulgaron los planes para disfrutar el verano en las piscinas, los centros de recreación y las playas del Este, con reforzamiento del transporte y, por la avalancha hacia el Oeste, la administración provincial dijo llevar comestibles muy por encima de lo calculado.
Velatorio y entierro concurrido tuvo la admirada vedette de Cuba, Rosita Fornés, y colas para honrar al ilustre historiador Eusebio Leal, aunque el funeral multitudinario en el Capitolio fue pospuesto. También hubo toque de santos, fiestas de quince años, comelatas y diversión en bares y esquinas, violando el distanciamiento y propagándose el coronavirus.
La Habana no aguantó más. El 8 de agosto se retornó a la etapa de transmisión autóctona limitada por el rápido desplazamiento del nuevo brote, según explicó el doctor Durán, jefe de Higiene y Epidemiología del Ministerio de Salud Pública. Aunque la información sobre las actividades y lugares causantes del rebrote es escasa, sobresalió la concurridísima fiesta de toque de santo celebrada en Bauta, que comprometió incluso a playa Baracoa y la empresa de construcción y montaje de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel; la empresa constructora con miles de trabajadores de la Inmobiliaria Almest, ejecutora del complejo de hoteles y comercio del Grupo Gaviota, en la bella costanera de Primera y 70, en Miramar, y el concierto de El Emperador en el Bar Qbolá, con desplazamiento hacia La Lisa y Rancho Boyeros. En este municipio también incidieron el jefe del Ministerio del Interior en Güira de Melena y los eventos de Guanabo, que habrían irradiado a toda Habana del Este. Con fuerza se mantiene el brote en el populoso barrio de Puentes Grandes, Nuevo Vedado, originado también por el mencionado bar, así como en Diez de Octubre. Estos datos surgen de los reportajes del noticiero del Canal Habana fundamentalmente, entre otros medios.
Entretanto, los hoteles en los cayos han recibido turistas extranjeros, y nacionales en el resto del archipiélago, incluida la playa de Varadero, con atractivas ofertas para recaudar la moneda libremente convertible (MLC), muy escasa para el Estado, que perdió los 4.5 millones de visitantes proyectados para el año. Y aunque La Habana está cerrada, se permite desplazarse para vacacionar después de presentar los resultados de los análisis, con prioridad en los Policlínicos. No obstante, esto podría ser fuente de transmisión del coronavirus. Cárdenas anunció un caso el 17 de agosto después de 100 días sin ninguno, lo cual podría ser una alerta de posible contagio en Varadero, la joya de la corona del turismo en la Isla.
Los cubanos de aquí, allá y acullá estamos amenazados por la COVID-19. Posiblemente muchos padecen la enfermedad o quedaron con secuelas, y otros lloran a sus fallecidos a ambos lados del Estrecho de la Florida y en otros confines. Resulta imposible entonces entender que cubanos apoyen acciones lesivas a la salud y la calidad de vida de todos “los quedados” por necesidad o libre voluntad.
El pueblo es quien padece las sanciones de la Administración Trump, alegadas para castigar al gobierno cubano. Los promotores no han vivido en el pequeño archipiélago y no tienen familiares acá, si los tienen poco les importan.
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