LA HABANA, Cuba.- La estancia de Barack Obama en La Habana del 19 al 22 de marzo antes de ocurrir era calificada como histórica. En realidad fue la cúspide de un nuevo ciclo en la historia de Cuba, iniciado en 2009, cuando el presidente de Estados Unidos dictó la primera Orden Ejecutiva en su política proactiva “pueblo a pueblo”, que permitió el reencuentro de familias cubanas después de varios decenios de sufrimientos, y mejoró las precarias condiciones de vida de los isleños mediante el envío de remesas. Pronto personas de todas las esferas también atravesaron el puente sobre el Estrecho de la Florida, para fundirse en un abrazo de amistad cubanos y norteamericanos. Pero el tsunami Obama se tornó indetenible el 17 de diciembre de 2014 desde el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la reapertura de las embajadas en La Habana y Washington. Las medidas aperturistas dictadas, no la bomba de neutrones, desintegraron los pretextos esgrimidos por los dirigentes cubanos para justificar los fracasos de los caprichosos programas y justificar la represión.
Barack Obama está haciendo la historia de Cuba, más allá que la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. No llegó para hacer una guerra como en 1898, ni con las cañoneras que escoltaron a al presidente Coolidge en 1928, sino con amplia sonrisa, verbo sencillo, cercano pero contundente, y brindando las posibilidades para el cambio dentro del país devastado política, económica y socialmente. Sus discursos llegaron a todos los cubanos a través de la televisión en vivo, y seguramente grabados por muchísimos que los circularán y citarán para ejemplificar cada circunstancia. Abarcó los asuntos más espinosos respetuosa y didácticamente, desde los conceptos de democracia y derechos humanos hasta la necesidad de apertura interna y los beneficios de las relaciones entre ambos países. Por primera vez un mandatario expresó públicamente su respaldo a la oposición pacífica y el gobierno persecutor tuvo que admitir la fructífera reunión sostenida por el presidente con 13 representantes de la sociedad civil independiente en la Embajada de Estados Unidos.
Obama desembarcó mediante el programa cómico más popular de la televisión de un país donde los chistes sobre los dirigentes son penalizados como desacato; salió a andar La Habana, cuyos moradores fueron beneficiados por las reparaciones de la destrucción acumulada durante decenios; la alegría se desparramó con verdadera espontaneidad; y sobre todo dejó grandes retos para los dirigentes nacionales, únicos impedimentos al progreso nacional. El inmenso impacto del formidable concierto de los Rolling Stones no obnubila a la población para lograr disminuir el efecto Obama. El Partido Comunista de Cuba efectuará el VII Congreso del 16 al 18 de abril en un ambiente nacional inédito, con una población harta de precariedad, promesas incumplidas, dilaciones y consignas, con reclamos de cambios reales —en voz baja por el momento—.
Barack Obama no hace los cambios en Cuba, pero está facilitando que los cubanos realicemos los cambios. La impronta del presidente de Estados Unidos perdurará, contribuyendo a hacer la historia de Cuba, y puede preverse que al concluir su mandato en enero de 2017 continúe interactuando con los cubanos por muchos años.