SANTIAGO DE CUBA, Cuba.- Ayer el dictador Raúl Castro pronunció el discurso de proclamación de esa vieja bruja con coloretes que llaman nueva Constitución. Y digo “vieja con coloretes” porque basta con leer el artículo 5 de la Constitución estalinista de 1976 y el ubicado en la misma posición en la que acaban de promulgar, para comprender que, en esencia, nada ha cambiado. Sigue siendo el Partido Comunista –en la práctica, su Primer Secretario–, el amo absoluto de toda la nación: “El Partido Comunista de Cuba, único, …vanguardia organizada de la nación cubana, …es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
Para las personas con quienes he conversado sobre el discurso del actual número uno del partido que oprime y reprime a los cubanos, lo más preocupante es el llamado a estar preparados para situaciones aún más difíciles que las que actualmente vivimos. “¿Más miseria? ¿Hasta cuándo vamos a aguantar? A Raúl y a su familia no le falta nada”, me dijo Margarita, una anciana de 79 años de edad, enferma y “con hambre”, del Reparto Vista Hermosa, en Santiago de Cuba.
Al humilde autor de estas líneas, sin embargo, aunque ya acostumbrado a la desvergüenza de Fidel y Raúl Castro, le llamó la atención el cínico esfuerzo del “General de Ejército” para demostrar que cuando llegaron al poder “hicieron realidad aquellos derechos de la Constitución del 40”. Su discurso, como siempre, de principio a fin, plagado de mentiras y tergiversaciones de la historia. No se equivocó el líder anticomunista checo Václav Havel, bajo este modelo totalitario: “El poder es prisionero de sus propias mentiras y, por tanto, tiene que estar diciendo continuamente falsedades”.
Voy a referirme solo a algunos aspectos del mendaz discurso del anciano déspota: Afirmó que la Constitución que estaban proclamando era continuidad de la de Guáimaro. Su constitución comunista niega la separación de los poderes del estado, no reconoce derechos básicos de la persona y subordina otros a los intereses del estado totalitario. Nuestra primera constitución no favorecía a ningún partido político, reconocía la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y afirmaba en su artículo 28: “La Cámara no podrá atacar las libertades de culto, imprenta, reunión pacífica, enseñanza y petición, ni derecho alguno inalienable del Pueblo”.
El dictador, más adelante, expresó: “La vigencia de la Constitución de 1940 fue interrumpida con el golpe de estado orquestado por Batista en 1952 y la instauración de los espurios Estatutos Constitucionales. Este acto se convirtió en catalizador del movimiento revolucionario encabezado por la Generación del Centenario, cuyo programa político se sintetiza en el alegato de defensa de Fidel… La Historia me absolverá”.
Lo que no explicó es que, y cito textualmente un fragmento de La Historia me absolverá: “La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla…” Una de las principales promesas incumplidas del tirano fallecido Fidel Castro fue devolverle al pueblo cubano la Constitución del 40. Cuando llegaron al poder, inventaron todo cuanto pudieron para ir gobernando por decreto, hasta que con más engaño y terror tuviesen creadas las condiciones necesarias para imponer una constitución a imitación de la de Stalin de 1936, y la de Bulgaria comunista.
Cínicamente Raúl Castro continuó diciendo: “El triunfo de la Revolución el 1ro de enero de 1959 rescató los postulados constitucionales del 40, que fueron atemperados a las circunstancias de un verdadero proceso revolucionario. Una de las primeras medidas en el orden jurídico fue la promulgación de la Ley Fundamental, el 7 de febrero de 1959, base constitucional de los nuevos desafíos. No se podía hacer de otra manera, o deteníamos el proceso revolucionario para dedicarnos a hacer una nueva constitución, o hacíamos lo que en definitiva se decidió, o sea, en materia de la configuración institucional el cambio de mayor trascendencia fue definir al Consejo de Ministros como máximo órgano legislativo, ejecutivo y con facultad constituyente, era una necesidad imperiosa”.
Aquí, nuevamente, queda de manifiesto el engaño y las malas intenciones. En vez de devolver al pueblo, como prometieron, la Constitución del 40 –gracias a dicha promesa muchos se levantaron contra Batista y este fue derrotado–, impusieron un Consejo de Ministros con Fidel Castro a la cabeza con facultades legislativas, ejecutivas y hasta constituyentes. Totalmente contradictorio con lo expresado por el megalómano de Birán menos de seis años atrás, en el alegato cuyo título le copió a Adolf Hitler: “Es un principio elemental de derecho público que no existe la constitucionalidad allí donde el Poder Constituyente y el Poder Legislativo residen en el mismo organismo”.
Mintieron y continúan mintiendo, hasta 1961 Fidel Castro afirmó que no eran comunistas. Aterrorizaron y continúan aterrorizando. Eso hicieron para imponer la bruja vieja con coloretes que llaman nueva Constitución. De terrorismo de estado podemos calificar las acciones en contra de quienes promovíamos el NO a sus espurios “Estatutos Constitucionales”.
En su discurso, el segundo déspota de la dinastía Castro también habló de gastos y esfuerzos para reforzar las Fuerzas Armadas, y del “deber” de actuar en solidaridad con su socio Nicolás Maduro. Mientras le escuchaba, me preguntaba: ¿por qué dictadores “poderosos” como este y su fallecido hermano se sienten obligados a justificarse en vez de decir la verdad? ¿Por qué no reconocer que ellos nada tienen que ver con las luchas de nuestros mambises por la independencia y por la libertad? ¿Por qué no confesar que asesinaron y mintieron con la intención de adueñarse de Cuba, y que hace seis décadas aquí se hace su voluntad? Un pasaje de la novela Quo Vadis, de Henryk Sienkiewicz, me trajo la respuesta.
En la obra del Nobel de literatura polaco podemos leer: “¿Por qué el delincuente, aun siendo tan poderoso como el César y estando seguro de la impunidad, se afana en presentar el delito con las apariencias de un acto de justicia y aun de virtud? ¿Por qué el crimen ha de rendir ese homenaje a la virtud? …Porque el crimen es feo y la virtud es bella”. En fin, Raúl Castro necesitaba justificarse con los derechos de la Constitución del 40, que nunca han respetado, porque esta fue y sigue siendo una constitución avanzada y democrática, y la suya es una malvada y vieja bruja con coloretes.