LA HABANA, Cuba. – En días pasados culminó en La Habana, sin penas ni glorias, la reunión de turno de la “Asamblea Nacional del Poder Popular” (ANPP). Uno de sus acuerdos intrascendentes fue el de asignar el nombre oficial que tendrá en Cuba el año que comenzará en menos de dos semanas. Tampoco en este punto hubo sorpresas: Los diputados acordaron —por unanimidad, ¡no faltaba más!— darle el nombre de “Año 65 de la Revolución”.
Pero conviene recordar que no siempre primó esta práctica de limitarse, con ocasión de esos bautizos oficiales, a contar el tiempo decursado desde la trepa al poder de los castristas u otro suceso cualquiera. Sobre todo en los años iniciales del “Proceso”, esos nombres permiten que hagamos un inventario de las ilusiones sembradas desde el poder y frustradas, los engaños y los estruendosos fracasos de eso que “Esta Gente” se empeña en seguir llamando “Revolución”.
La costumbre quedó implantada en el mismo año de 1959, el cual quedó bautizado como el “de la Liberación”. A raíz de la caída del gobierno autoritario de Fulgencio Batista, de inicio la denominación pareció acertada y justa. Hoy, al ver la deriva totalitaria que de inmediato comenzó a adoptar el castrismo, el nombre nos parece un claro engaño y aun una burla al pueblo cubano.
1960 fue nombrado como “Año de la Reforma Agraria”. Radio Rebelde comenta: “En ese año Cuba promulgó la Ley de Reforma Agraria que entregó la tierra a los campesinos que la trabajaban”. ¡Es increíble que, al cabo de más de medio siglo, sigan repitiendo esa mentira flagrante! Para constatar el grosero engaño que hace la propaganda comunista al respecto, basta leer las estadísticas sobre propiedad agraria que elabora el mismo régimen cubano. Según ellas, ¡la parte del león de las tierras arables pertenece al Gobierno, y no a los agricultores!
1961 fue el “Año de la Educación”. Es cierto que, gracias al esfuerzo realizado por cientos de miles de jóvenes alfabetizadores de aquella época en que aún subsistían las ilusiones, se elevó notablemente el porcentaje de los cubanos que sabían leer y escribir, aunque es falso que se haya eliminado por completo el analfabetismo. Conviene recordar aquí que, debido a la proliferación de los fusilamientos perpetrados por el régimen contra los que se le oponían, ese año recibió otro sobrenombre más macabro: “Año del Paredón”.
A partir del primero de enero del año siguiente, y hasta 1966, el fundador del castrismo dio rienda suelta a su fantasiosa imaginación, y los distintos años fueron bautizados con los problemas que —se suponía— serían enfrentados y resueltos durante cada uno de ellos: “la Planificación”, “la Organización”, “la Economía”, “la Agricultura” y “la Solidaridad” fueron esos temas.
Aquí resulta oportuno hacer unos comentarios sobre esos títulos pretensiosos. De la llamada “planificación socialista”, lo único que cabe señalar es la elaboración, uno tras otro, de ambiciosos planes cuyo destino predominante es el de ser incumplidos. Fue justamente eso lo que se constató hace unos días durante la reciente sesión ordinaria de la ANPP. Aunque ello no impidió que para 2023 se aprobara otro nuevo plan, cuyo único destino previsible es el mismo del que lo precedió…
Sobre el “Año de la Organización” (1963) cabe comentar que ya habían decursado cuatro años de régimen de facto (duración que era la de los gobiernos electos en la Cuba democrática). Cambiada la promesa inicial del “Comandante en Jefe” de celebrar elecciones en un plazo breve, la ciudadanía tendría que esperar casi un decenio y medio para participar en una especie de elecciones, pero aun así sin organización.
Con respecto a los años de “la Economía” (1964) y “la Agricultura” (1965), no hace falta extenderse demasiado. Abundar en el tema resultaría un ejercicio baldío a la luz de la situación francamente catastrófica que ahora mismo, ¡más de medio siglo más tarde!, presentan esas dos facetas de la vida nacional. ¿Qué decir entonces de lo que, supuestamente, iba a lograrse en aquellos períodos ya lejanos!
Tras un lustro de dar a los años esos nombres pretensiosos e injustificados, se impuso un poco de cordura. Como ya dije, para 1966 se escogió el sobrenombre de “Año de la Solidaridad”. Se aludía de ese modo a los vínculos internacionales del castrismo, un tema menos concreto, menos apropiado para dar lugar a posibles denuncias sobre incumplimientos o engaños.
Continuando con esa práctica de emplear denominaciones menos ambiciosas, se pasó al tema de las hipotéticas heroicidades de los comunistas criollos o de sus aliados. Así 1967 quedó como “Año del Viet-Nam Heroico”; y 1968, como el del “Guerrillero Heroico”. Esto último en alusión a la eliminación del rosarino Ernesto Guevara, partícipe destacado en los fusilamientos de gran número de cubanos y en la desarticulación de la economía nacional.
En previsión de lo que el cerebro afiebrado del “Máximo Líder” había diseñado como la supuesta hazaña productiva que habría de “sacar a Cuba del subdesarrollo”, los dos años siguientes fueron bautizados como los del “Esfuerzo Decisivo” (1969, al que algunos anticomunistas graciosos, en vista de la carestía rampante, llamaron “del Esfuerzo de Si Vivo”) y “de los Diez Millones” (1970).
Aquí conviene aclarar que aunque el último mencionado sería cuando se realizaría la supuesta zafra suprema, en realidad esta comenzó a mediados del año precedente. El imaginativo “Máximo Líder”, para asegurarse de alcanzar esa cifra mágica de toneladas de azúcar, ordenó empezar a moler caña en el verano de 1969, sin que importaran los irrisorios recobrados (porcentajes de azúcar) que se alcanzaban en esos meses de canícula tropical.
Ya sabemos que, a pesar de esos “forros” y de haber puesto al país completo en función del logro de los dichosos “Diez Millones” de toneladas de azúcar, el descabellado plan (¡uno más!) terminó en un estruendoso fracaso. Como de costumbre, se buscó una salida facilona en el blablablá comunista: Fue entonces que surgió lo de “convertir el revés en victoria”…
A pesar del rotundo fracaso, para los dos años siguientes se volvió a recurrir a las consignas pretensiosas e irrealizables. Fue así que 1971 quedó como “Año de la Productividad”; y 1972, como el de “la Emulación Socialista”. Más retórica comunista. La productividad anda por los suelos (¡no puede ser de otra forma cuando los mismos reportajes de la televisión oficial nos muestran a los trabajadores llenando cajas a mano!) y la “emulación socialista” no ha conducido a ninguna parte.
Y pare usted de contar. A partir de 1973, en la denominación de cada año se ha utilizado el número de años decursado desde un acontecimiento que reviste importancia para el régimen. O la celebración, durante él, de algún evento relevante. La única excepción sería 2006 (“Año de la Revolución Energética en Cuba”). Se trató de otra ocurrencia castrista que le parecía harto prometedora a su autor, pero terminó en un nuevo fiasco.
En resumen: este asunto de los sobrenombres asignados en la Isla a los distintos años pone de manifiesto —creo— que el castrismo lleva ya muchos años de capa caída.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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