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No todo fue malo para los cubanos con el Pacto del Zanjón

Pacto del Zanjón, Protesta de Baragua

LA HABANA, Cuba. – En este mes de febrero arribamos al aniversario 145 del Pacto del Zanjón, con el que se puso fin a 10 años de contienda militar entre los independentistas cubanos y las fuerzas colonialistas españolas. 

El pacto, en lo inmediato, constituyó una victoria para las tropas españolas, comandadas por el capitán general Arsenio Martínez Campos. Los mambises cubanos, tras una guerra que había iniciado Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, pactaban la paz con la metrópoli sin haber alcanzado la independencia. El regionalismo, las indisciplinas y la falta de unidad entre los elementos civiles y militares de la revolución dieron al traste con aquel heroico intento de zafar las amarras que ataban la Isla a Madrid.  

La historiografía castrista concibe el Pacto del Zanjón como uno de los acontecimientos más deleznables de la historia de Cuba. No señala ni un solo elemento positivo para los cubanos como consecuencia de ese acuerdo. Incluso, la propaganda castrista tilda de “zanjonero” a todo aquel que considere enemigo de su régimen, o que muestre la más mínima simpatía hacia el Gobierno o las instituciones de Estados Unidos. 

Sin embargo, la verdad histórica indica que no todo fue adversidad para los cubanos en el contexto del Pacto del Zanjón. Algunos especialistas estiman que ese acuerdo marcó una pauta entre el antes y el después en el devenir de los cubanos. 

Según nos cuenta el profesor Fernando Portuondo en su libro Historia de Cuba (1492-1898) ―por cierto, sacado desde hace mucho del sistema nacional de enseñanza―, España debió hacer ciertas concesiones a los cubanos tras la firma del Pacto del Zanjón. En primer término, se permitió la formación de partidos políticos en la Isla. Así surgió en 1878 el Partido Liberal Autonomista, la primera agrupación política creada en Cuba. 

Por otra parte, se instauró la libertad de prensa, incluso para hacer propaganda política de índole pacífica. Como resultado de este permiso vieron la luz muchos periódicos y revistas que enaltecieron el ambiente político y cultural de la Isla. 

También se autorizó la formación de organismos locales de gobierno (los ayuntamientos y las diputaciones provinciales). De esa manera, se flexibilizó el gobierno de mano dura de los capitanes generales nombrados por la metrópoli. 

Tampoco se puede pasar por alto que las autoridades coloniales concedían la libertad a los esclavos y colonos asiáticos que hubiesen formado parte de las fuerzas independentistas. 

El profesor Portuondo apunta en su texto que, al referirse al Pacto del Zanjón, el abogado independentista Domingo Méndez Capote afirmó: “Con él, y a virtud de él, dejó Cuba de ser una colonia”.  

No es difícil imaginar que el castrismo, aparte de la no consecución de la independencia mediante el Pacto del Zanjón, tenga otros motivos para mirar con indiferencia, y hasta con desdén, las conquistas alcanzadas por los cubanos tras la firma de ese pacto.

Los gobernantes cubanos llevan a la máxima expresión aquello que establece que “la Historia es una visión del pasado con ojos del presente”. Entonces, y comoquiera que en la Cuba totalitaria de hoy nada significan la libertad de prensa ni el pluripartidismo, es comprensible que la historiografía oficial no valore para nada esos derechos que disfrutaron los cubanos en una fecha tan lejana como el año 1878. 

Esa visión tan parcializada del castrismo acerca del Pacto del Zanjón no es más que otra muestra de su acostumbrada caricaturización de la historia. O sea, la exageración de los rasgos negativos de un hecho, y la ignorancia de sus posibles aristas positivas. Una caricaturización que hace más aburrida e indigerible la historia que se les enseña a las nuevas generaciones. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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