LA HABANA, Cuba. — Diversos medios de prensa se han hecho eco de la nueva vuelta de tuerca que han aplicado las autoridades castristas en el campo del comercio interior. Las tiendas habaneras de comestibles han retornado a la llamada “municipalización”. De nuevo los capitalinos, para hacer sus compras, se verán limitados a los comercios de su barriada. Ese retorno al pasado ha sido cubierto tanto por los órganos oficialistas como por los independientes.
El diario digital 14yMedio, por ejemplo, encabeza su información con un titular que refleja lo fundamental: “Las tiendas de Cimex y Caribe repartirán la escasez por municipio y por la libreta”. Y la concluye con el ácido comentario de “un muchacho”: “Cada vez que hacen algo no es mirando al frente, sino atrás, como los cangrejos”.
Por su parte, Diario de Cuba reproduce la pedestre explicación del Gobierno Provincial, repleta de groseras repeticiones: “En el Centro Comercial de Cuatro Caminos solo comprará la población residente en los municipios de Habana Vieja y Cerro; en el Centro Comercial Carlos III, comprará la población residente en los municipios de Centro Habana y Plaza de la Revolución”.
El texto recoge una triste realidad que padecen los habitantes de nuestra desdichada Patria: “Los cubanos pierden horas y horas de su vida en las colas que desde siempre se han formado en la Isla”. El inicio del encabezamiento resalta lo que los redactores de ese órgano de prensa consideran la esencia del fenómeno: “De la cruda escasez en Cuba”.
En lo personal, prefiero una terminología que se ajuste más a la tristísima realidad y las perspectivas aún más tenebrosas que se abren ante los habitantes de esta Gran Antilla: En lugar de hablar de simple “escasez”, me parece que, en las condiciones de la Cuba de hoy, resulta más apropiado emplear el vocablo “miseria”. Porque lo que hacen ahora mismo las autoridades de la dictadura castrista es ni más ni menos que enfrentar un desafío colosal, casi insoluble: el de repartir la miseria.
Al propio tiempo, el régimen da rienda suelta a una de sus vocaciones más acendradas: la de decretar prohibiciones de todo tipo. En cualquier país medianamente civilizado sucede exactamente lo contrario que en el nuestro: los comerciantes se esfuerzan por que el número de sus clientes crezca; por atraer a la mayor cantidad de potenciales compradores.
En Cuba no. Aquí, el monopolio estatal no sólo obliga ahora a comprar en el municipio de residencia (lo que limita al extremo las posibilidades de adquisición, sobre todo a quienes habitan en las zonas periféricas de la ciudad, cuyas redes comerciales son aún más reducidas). También anuncia: “Todos los productos que se venden serán controlados y regulados”.
Asimismo se vuelve a aplicar “el sistema de escaneo del carnet de identidad”, y se retorna al método de anotar los productos controlados en la libreta de abastecimientos. O sea: que la actual agudización de las carencias que sufre la población ha servido de oportuno pretexto para reafirmar el papel central que, dentro del entramado de burocracia, carestía y prohibiciones que padece el cubano de a pie, desempeña la cartilla de racionamiento, que el régimen, en el colmo del eufemismo, llama “de abastecimiento”: ¡Una realidad bochornosa que ya dura sesenta años!
Pero las calamidades no se limitan a las ya mencionadas. El documento oficial recuerda otra limitación que, dada la desastrosa situación del país, más que un anuncio parece una sombría amenaza: “En los municipios donde las condiciones lo permitan, se vincularán los núcleos a las tiendas y puntos de venta”. Y “se organizarán ciclos de ventas de los productos controlados, en correspondencia con las posibilidades reales de abastecimiento y logística”.
Si lo anterior es lo que ocurre en la privilegiada capital, ¿qué dejaremos para los infelices que habitan en el interior de la República! Sobre esto nos ilustra CubitaNOW, que cita las palabras del periodista independiente Emilio Almaguer, quien reside en la ciudad de Baracoa: “El pollo está desaparecido; el aceite, de igual forma, y tampoco se encuentra el arroz. Cada día se recrudece la vida del cubano de a pie”.
Y, mientras tanto, los líderes castristas, como nuevos émulos del profesor Pangloss, actúan como si todo fuese para lo mejor en el mejor de los mundos posible. Ratifican su confianza en la empresa socialista y la dirección centralizada de la economía. O sea: que, para salir de la debacle actual, ¡utilizarán los mismos mecanismos inoperantes que nos han metido en ella!
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