GUANTÁNAMO, Cuba. – El pasado 21 de diciembre CubaNet publicó un artículo de opinión titulado Embajada de EE.UU. negó visado a Roberto Quiñones, firmado por el colega René Gómez Manzano.
El texto expone lo esencial y por ello no voy a referirme a él, pero sí lo haré con respecto al comentario de un forista que se identificó con el apellido del Libertador, aunque es obvio que ese patronímico le queda demasiado holgado. Más a tono con su ataque le habría quedado mejor usar un apelativo relacionado con Birán.
No es la primera vez que soy calumniado en este sitio y en las redes. La claria se ha perdido de las pescaderías cubanas pero prolifera en Internet para denostar contra quienes vivimos con el orgullo de enfrentar a la dictadura sin antifaz. Desconozco si el falso Bolívar es una de ellas, aunque actuó igual.
En ese contexto no es casual ni asombra que haya foristas así. Me tilda de “traidor” y añade que Roma –léase Estados Unidos- me (nos) paga pero me (nos) desprecia.
Ese ataque demuestra una vez más que los castristas y su cohorte son incapaces no ya de acabar de enderezar sus numerosos entuertos, sino de mostrar un ápice de creatividad en el uso del lenguaje. Por eso continúan aferrados a un discurso oficial cansino, ineficiente y cargado de lugares comunes.
La palabra “traidor” proviene del vocablo latino “traditor” y, según el Diccionario Ilustrado Océano de la Lengua Española, significa en su primera acepción “que comete traición” y en la tercera “que implica o denota traición o falsedad”. Por su parte, “traición” significa: 1. Delito que se comete quebrantando la fidelidad que se debe guardar; 2. Delito que se comete contra la patria por los ciudadanos, o contra la disciplina por los militares, sirviendo al enemigo”.
Yo -ni ninguno de los millones de cubanos que discrepamos con la dictadura castrocomunista- le hemos jurado fidelidad, por tanto, no cometemos ninguna traición al defender nuestra libertad de expresión y de asociación, dos derechos humanos violados constantemente en Cuba. Ninguna persona digna debe prometer fidelidad a quien lo oprime y conculca sus derechos. Una cosa es que el falso Bolívar -quizás intoxicado por el exceso de consumo de las orientaciones castristas- crea que por escribir lo que pienso soy un traidor y otra bien distinta es que lo sea.
Si conoce historia de Cuba sabrá que lo que Fidel Castro anunció como “revolución” al levantarse en armas contra la dictadura de Batista tuvo su fundamento ideológico en La historia me absolverá y los Pactos de México, Caracas y la Sierra Maestra. En esos documentos medulares de esa etapa de nuestra historia se declaraba que el objetivo de la revolución cubana era restablecer la Constitución de 1940 y la democracia, jamás establecer otra dictadura, menos de intención comunista. Así que los traidores a la revolución no fueron quienes se alzaron en armas en el Escambray, ni quienes nos empeñamos en luchar por un país democrático, sino los que hasta el día de hoy han estado violando el compromiso que contrajeron con el pueblo cubano.
De tanto hablar de las supuestas bondades del castrocomunismo, sus jerarcas -y sumisos como el falso Bolívar- creen que su engendro ocupa un lugar incuestionable dentro de la teoría política, que no hay otra manera mejor de organizar la sociedad. Por eso consideran “traidor” a cualquier ciudadano que se niegue a apoyarlos. En cualquier otro país disentir políticamente es un derecho, en Cuba es “traición” para los dictadores, lo cual dice mucho de su presunta voluntad de hacer política “con todos y para el bien de todos”.
En cuanto al supuesto desprecio que el gobierno norteamericano demostró hacia mi persona al negarme la visa sólo puedo decirle al falso Bolívar lo siguiente: antes de ser enviado a prisión ilegalmente, la Sra. Mara Tekach, ex Encargada de Negocios de la Embajada de los EE.UU. en La Habana, viajó dos veces hasta Guantánamo para expresarme su apoyo y acompañamiento. El Secretario de Estado de los EE.UU., Sr. Mike Pompeo, expresó públicamente su solidaridad para conmigo en varias ocasiones y lo mismo hicieron los señores Michael G. Kozak y Marco Rubio. Si ese es el desprecio al que se refiere el falso Bolívar le digo que siempre será bienvenido de mi parte. Esas acciones -que recordaré mientras viva-contrastan mucho con las de algunos dirigentes de la dictadura cubana, que, violando la Constitución y otras leyes, no sólo se niegan a responder mis quejas acerca de las violaciones sobre mis derechos, sino que me enviaron ilegalmente a la cárcel luego de haber sido golpeado -esposado- frente a decenas de personas en el portal del Tribunal Municipal Popular de Guantánamo. ¡Qué valientes son los esbirros de la dictadura! ¡Qué desvergonzados sus representantes, quienes mintieron sobre lo ocurrido a la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra! Ese es el verdadero rostro de la “fidelidad” a la patria que defiende el falso Bolívar.
El hecho de que la señora cónsul que me atendió el 3 de diciembre pasado me haya negado la visa porque consideró que era un posible inmigrante fue un error de su parte. Pero eso no va a mermar un ápice la admiración que siento por el pueblo norteamericano, tan vinculado a nuestra historia desde sus luchas por su independencia.
Quizás algún día pueda viajar a los EE.UU., visitar lugares relacionados con el Apóstol en Tampa, poner algunas flores ante el busto de José María Heredia en las cataratas del Niágara. Si eso ocurre, también podré agradecer personalmente a muchos amigos en el exilio todo lo que hicieron por mí. Y si no se da ese viaje no me voy a morir.
A escasas horas de la Navidad ningún falso Bolívar va a enrolarme en las huestes del odio ni va a eliminar mi alegría ni mi esperanza sobre el futuro de mi amada patria. Ojalá que quien sea ese señor -o señora- se pregunte si descalificando a otro solo porque no actúa ni piensa como él se puede construir un mejor país. Ojalá que el niño Jesús nazca también en su corazón este 25 de diciembre.
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