LA HABANA, Cuba. – Una vez más la prensa oficial cubana informa a su manera acerca de un tema muy sensible para el régimen castrista. El pasado 7 de septiembre el periódico Granma publicó un artículo sobre el “descubrimiento” por las autoridades cubanas de una red en el interior de la Isla que reclutaba a hombres para incorporarlos a las tropas rusas que agreden a Ucrania.
Tras dar a conocer que 17 personas reconocieron su participación en operaciones de trata de personas con fines de reclutamiento militar, Granma reproduce: “Se trabaja en las evidencias a partir de sus declaraciones, mensajerías y redes creadas, por lo cual se determinó que tres de ellas están vinculadas directamente a la coordinación de un grupo que sería incorporado al conflicto bélico en Ucrania”.
Aquí vemos la práctica habitual de los medios castristas cuando se ven obligados a referirse a lo que no les conviene: ocultan más que lo que informan. Cualquier lector no muy al tanto del asunto se queda sin saber si los reclutados cubanos irían a formar parte de las tropas ucranianas o de las rusas.
Por otra parte, hay otra faceta de este escándalo que también tipifica el comportamiento oblicuo de la prensa castrista. Se mencionan las consecuencias del asunto, pero nada se dice de las causas que han provocado tan desagradable suceso.
Ahora se insiste en el trabajo que despliegan las autoridades cubanas para mantener abierto el proceso investigativo, en la desarticulación de redes o ciudadanos que participen en cualquier forma de trata de personas con fines de mercenarismo. Todo como parte de una cacareada tolerancia cero que los gobernantes cubanos afirman aplicar ante “delitos muy graves que afectan bienes jurídicos de especial significación y connotación para la paz y el derecho internacional”. Es decir, se da la impresión de un gran estado movilizativo en que han quedado las fuerzas del orden como consecuencia del enfrentamiento a esta anomalía.
Sin embargo, calla la prensa castrista acerca de las causas que han originado este reclutamiento. En primer término habría que considerar la situación desesperada de los cubanos, quienes con tal de salir de la Isla son capaces de cualquier cosa. Entre ellas la de alistarse en un ejército extranjero ―en este caso el ruso― con el objetivo de ser premiados con dinero y el estatus de residentes en ese país, y después tomar a Rusia como trampolín para marchar a otros destinos.
Además, sobresale la falta de escrúpulos del gobernante Vladímir Putin, que acepta contratar a mercenarios para llevar a cabo una guerra de agresión condenada por buena parte de la comunidad internacional. Este enfoque, por supuesto, no puede ser enarbolado por el castrismo, que tergiversa las motivaciones de la agresión rusa. La total caída de Cuba en las redes de Moscú hace que los gobernantes de la Isla cierren los ojos ante las fechorías del inquilino del Kremlin.
Desde el punto de vista del mandatario ruso, tal vez los antecedentes históricos hayan influido en la decisión de contratar a mercenarios de origen cubano. Si anteriormente el personal militar cubano garantizó los intereses geopolíticos de la Unión Soviética en los conflictos de Angola y Etiopía, tenía cierta lógica pensar que ahora también pudieran hacerlo con respecto a las aspiraciones de Rusia.
En resumidas cuentas, el actual expansionismo de Putin guardaría cierta relación con la doctrina Brézhnev, que pretendía extender el imperio soviético en los años 70, tanto con medios propios, como con la ayuda de sus aliados.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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