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Martí en tiempos de desequilibrio… en Cuba

José Martí

LA HABANA, Cuba. – Una vez más los gobernantes cubanos pujan por atraer a José Martí al bando del castrismo. En esta ocasión se trata de la celebración de la V Conferencia Internacional “Por el equilibrio del mundo”, que por estos días reúne en La Habana a más de 1000 delegados de 82 países, casi todos exponentes de la ideología de izquierda. 

De acuerdo con el discurso oficialista cubano: “Con el pensamiento martiano se pretende garantizar el equilibrio, ante el desequilibrio generado por la expansión del imperialismo en los pueblos del sur”. 

Lamentablemente, estos personeros ―lo mismo cubanos que extranjeros― que organizan un evento de este tipo no se detienen a pensar en la contradicción que constituye abogar por un mundo equilibrado desde una nación profundamente desequilibrada. 

Porque aquí en Cuba, entre otras cosas, no se cumple el principio martiano de “Con todos y para el bien de todos”. Más bien sería: “Con algunos y para el bien de unos pocos”, una ideología dominante que no deja espacios para otras ideas políticas, y una clase enquistada en el poder que impide la existencia de quienes desearían una sana alternancia entre distintas fuerzas políticas para conducir los destinos de la nación. 

Por supuesto que los tanques de pensamiento castristas también han colaborado en esta espuria apropiación de la figura del Apóstol de nuestra independencia. En el libro Cuba: ¿revolución o reforma? (Casa Editora Abril, 2012), Enrique Ubieta Gómez, un intelectual orgánico del castrismo expone:

“En la historia de Cuba dos tendencias adquirieron un sentido opuesto: la revolucionaria fundacional, propiciadora del nacimiento de la patria, y la reformista conservadora, asidero de una élite vacilante, excluyente, a la postre antinacional”. 

Ubieta ubica a Martí en el campo revolucionario, lo que llevaría al Apóstol a comulgar con otros que él también considera revolucionarios, como los comunistas cubanos de los años 30 y 40 (Juan Marinello, Blas Roca Calderío, Lázaro Peña…) y, por supuesto, con Fidel Castro y sus huestes. 

Se equivoca Ubieta, porque el contrapunteo presente en la historia de Cuba ha sido entre las ideas liberales y las ideas de izquierda. Las primeras, auténticas fundadoras de nuestra nación; las segundas, traídas a contrapelo de las mejores tradiciones de la cubanidad. El Martí que le advirtió a Máximo Gómez que una República no se gestionaba como se mandaba un campamento militar, obviamente era portador de ideas liberales. 

Si se quisiera hurgar en el pensamiento martiano en pos de lograr el equilibrio de Cuba, bastaría con revisar el artículo 5 de las Bases del Partido Revolucionario Cubano, el cual establece: “El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre”. 

Es decir, que no hacía falta un partido único que gobernase en Cuba. El Apóstol era consciente de que el unipartidismo solo traería a la patria el despotismo y la opresión. Este es el más claro mentís a ese afán del castrismo por otorgarle a su partido único la condición de heredero del partido martiano. 

Sin embargo, sabemos que los Eduardo Torres Cuevas, Yusuam Palacios Ortega y el resto de los que interpretan el legado de Martí de la manera que le conviene a la maquinaria del poder, seguirán mirando hacia afuera para no ver lo que sucede al interior de la Isla.  

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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