LA HABANA, Cuba.- Es extraño que en la televisión cubana no se explote cómo los “árboles de la vida” están cayendo en Nicaragua. La gente derriba, cantando y saltando sobre ellos, con el júbilo de cuando derribaba estatuas de Somoza en 1979, estas instalaciones metálicas que simbolizan el nuevo poder total, el tótem de la “señora de los anillos” que se multiplica por todo el país.
Eso no se había visto ni en el Europa del Este, ni en la Unión Soviética, ni en la mismísima Corea del Norte. Una especie de imitación del famoso árbol del pintor austriaco Gustav Klimt, pero de 20 metros de alto y a 20 mil dólares la pieza, donde se mezclan, supuestamente, feng shui con catolicismo, Cábala judía con magia prehispánica y chavismo con sandinismo.
Un buen día de 2013, durante un homenaje por un aniversario revolucionario, a la primera dama Rosario Murillo, tan dada a anillos, colgantes, andariveles y amuletos, se le ocurrió armar la escenografía de una especie de altar con Sandino y la serpiente emplumada flanqueados por coloridos “árboles de la vida” metálicos. Desde entonces la imagen comenzó a brotar como maléfico hongo por todo el país y ya ha conquistado incluso la documentación oficial.
“La señora nos tiene embrujados con estos palos”, comenta una mujer mientras la gente echa abajo y quema esas instalaciones porque las ve como emblemas y talismanes del oscuro poder de Daniel Ortega y la Murillo, desde el año pasado vicepresidenta del país. Quieren volver a la vida. Mientras la cercana Reserva Biológica Indio Maíz pierde su bosque y el 47% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, la gran señora planta esos carísimos artificios.
Pero por cesar los abusos de esa retorcida pareja están cayendo, más que esos falsos árboles, los verdaderos árboles de la vida, los jóvenes estudiantes nicaragüenses, masacrados por la policía brutal y por las atroces turbas de ese gobierno. “Falsos seres, falsas conciencias, falsas propuestas. Falsos, falsos, falsos, así son estos minúsculos grupos alentadores de odio”, dice la Murillo.
Y sin embargo, ella y Ortega son los que han enviado a los esbirros a matar con odio y sin asco, como si los muchachos fueran peligrosos enemigos. Y lo son, sin duda, por su energía y su anhelo de futuro, porque son un obstáculo formidable para el control total que ambiciona esta secta de rufianes mesiánicos.
De nuevo, como hace poco en Venezuela, estudiantes que no son de izquierda ni de derecha, sino de la vida y del derecho a ser ciudadanos libres, resultan golpeados, torturados, humillados, asesinados, Y luego acusados de ignorantes, de pandilleros, de sicarios, con un desprecio increíble. El obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, los llamó “la reserva moral que tenemos”.
Por supuesto, los medios gubernamentales en Cuba casi no hablan del asunto. Se refieren a “manifestaciones promovidas por Estados Unidos”, a “saqueos y destrucción de grupos violentos”. Hablan de los muertos como si fueran provocados por los propios manifestantes y, ahora, cuando algunos informes mencionan un centenar de caídos, en la televisión se dice al pasar que ha habido “diez fallecidos y decenas de heridos”.
Y, sin embargo, es tan evidente el esquema represivo largamente engrasado por la policía política castrista, probado varias veces ya en Venezuela y en la propia Nicaragua: el aplastamiento sin piedad y la humillante descalificación de los ciudadanos, que son el gran adversario, y que los jóvenes universitarios encarnan magistralmente ahora en la Universidad Politécnica como antes en las calles de Caracas.
Hoy Ortega y Murillo, siguiendo siempre el guion cubano, aceptan ir al diálogo para ganar tiempo, para enfriar la calle, para planificar los tortuosos obstáculos que deben poner ante la justicia, la verdad y la ley para evitar cualquier real esclarecimiento de los hechos sangrientos y cualquier cambio positivo en el país.
Sería esta la segunda, y definitiva, caída de Daniel Ortega, uno de los más viejos y fieles aliados del castrismo en Latinoamérica, pero sería sobre todo un golpe gravísimo y en muy mal momento al Socialismo del Siglo XXI. Un golpe demoledor, además, para el régimen cubano.
El gobierno nicaragüense negociará con sectores sociales que comienzan por pedir la salida de la pareja siniestra, para empezar a deshacer un entramado de caudillismo, corrupción y violencia que está ahogando al país y evita la emergencia de una nueva Nicaragua.
Uno de esos sectores es el de esos estudiantes dispuestos a morir por la democracia en su país que, sin saberlo, y sin que lo sepamos nosotros aquí, y casi ni lo hablemos, están cayendo por la democracia de Cuba también, porque nuestro futuro, desgraciadamente, pasa de alguna manera en estos momentos por Caracas y por Managua, donde están cayendo los verdaderos árboles de la vida, que no son los amasijos metálicos de Rosario Murillo.
“La de Venezuela fue una rebelión derrotada”, dice el tuit de un joven, “que en Nicaragua sea diferente”.