MIAMI, Florida, abril, 173.203.82.38 -La estancia del Papa Benedicto XVI en Cuba ya es un hecho consumado. Momentos antes de producirse su regreso a Roma en la capital cubana una lluvia pertinaz cerraba con toque nostálgico esta jornada inusual. Un detalle coincidente que puso similar nota a los últimos instantes de Juan Pablo II en tierras cubanas haciendo que algunos creyentes buscaran un significado místico en el suceso natural.
Mucha atención atrajeron las declaraciones de Benedicto XVI acerca de la descontextualización del marxismo en estos tiempos. El pronunciamiento hecho en pleno vuelo hacia el punto de peregrinaje dio lugar a las especulaciones sobre las intenciones que podría contener el mensaje del Papa para Cuba, último baluarte en el sostén de esa doctrina según afirma el gobierno de la isla. Pero las palabras de Benedicto no podían suponer un ataque o una crítica hiriente para la susceptibilidad de sus anfitriones cubanos. Y es que desde aquel aggiornamento en sus estatutos aceptando religiosos-católicos incluidos- la organización que al menos en teoría sustenta una filosofía atea, dejó de ser puramente marxista. Desde entonces las siglas de PCC pueden ser leías desde el verdadero significado que siempre tuvieron: Partido Castrista de Cuba.
La visita de Benedicto XVI, como la de Juan Pablo II, no podía aportar más de lo que cabía esperarse de ella pese a las previsiones que hacían imaginar que algo diferente podría ocurrir. De nuevo tentó el error de crear falsas perspectivas basadas en el influjo de una persona por más virtudes y capacidades de su autoridad moral o espiritual. No es casual que se repita en consecuencia ese sentimiento de frustración y vaciedad entre quienes pretendieron la obra del milagro una vez más.
Culpar a Benedicto XVI de este fiasco o señalar de poco fructífera su estancia por ese motivo es pecar de ingenuidad. Incluso es válido señalar que si algo superó las expectativas, fueron las propias palabras del Pontífice en sus discursos protocolares y en las homilías pronunciadas. Un mensaje que no necesitaba mucha decodificación para su comprensión y que bien interiorizado ofrece el cuadro característico de la realidad existente en Cuba.
Las frases claves fueron recogidas completamente en una reseña de Juventud Rebelde sobre la Misa abierta celebrada en la capital cubana. El diario oficialista expuso íntegramente, sin detenerse en otros aspectos, los puntos esenciales contenidos en la reflexión del Papa. La verdad como camino hacia la libertad, el relativismo, la cerrazón, las actitudes acomodaticias y descomprometidas (ejemplificadas en el lavatorio de Poncio Pilatos), el fanatismo de los que se encierran en su verdad imponiéndola como absoluta a los demás y el modo que propone la Iglesia para que esto sea posible en la imitación de Cristo, única forma de que el hombre se haga completamente libre, fueron subrayados en la crónica de Rebelde.
Un hecho ocurrido durante la Misa de Santiago de Cuba puso de relieve lo expresado por el Papa. La detención y golpeadura propinada al ciudadano Andrés Carrión Álvarez en pleno acto litúrgico quedó registrada por las cámaras de las agencias periodísticas que cubrían el evento. La Iglesia afirmó de inmediato su preocupación por el destino del joven agredido por proclamar una consigna anticomunista. Pero no se dijo si el esfuerzo fue acompañado de la debida llamada de atención sobre la agresión al menos para pedir se exigiera responsabilidades al individuo que cometió un acto tan grave mientras el Papa abogaba por paz, dialogo, respeto y reconciliación.
La acción del supuesto miembro de la Cruz Roja que trocó su misión humanitaria por la del esbirro represivo tampoco es un hecho excepcional. En la Misa de Juan Pablo II en La Habana se produjeron varias detenciones en momentos en que muchas personas comenzaron a corear la palabra libertad. Los detenidos eran conducidos hacia ambulancias preparadas como un dispositivo auxiliar de la Seguridad de Estado. Todo bajo los atributos que identifican a la organización de socorro internacional.
Si algo vale destacar en este episodio grotesco es la peligrosa impunidad en la que actúan los partidarios del régimen. Contando con el visto bueno de las autoridades no se molestan en disimular sus instintos más bajos. No menos preocupante resulta observar la impasibilidad mostrada por miles de personas, mudos testigos de una injusticia cometida ante su vista sin que ello provocara el más mínimo gesto de protesta. Señal clara del miedo que predomina y que hace que la gente prefiera seguir posponiendo la búsqueda de la verdad por iniciativa propia.
Críticas aparte merecen la negativa a complacer la petición hecha por la agrupación Damas de Blanco de sostener un breve encuentro con Su Santidad, aludiendo lo apretado de la agenda papal. No ocurrió lo mismo para la sorpresiva petición del ex gobernante Fidel Castro recibido con todas las consideraciones por más de media hora junto a su familia en la Nunciatura Apostólica. Algo más que el minuto que pedían las mujeres cubanas que desde la organización cívica han invocado por la paz, la reconciliación o el respeto a las libertades y derechos de Todos los cubanos. Lo han hecho desde la oración respetuosa en el templo y en el reclamo cívico por las calles, frente a los organismos representativos del orden político vigente en el país.
Igualmente criticable fue la omisión hecha a figuras destacadas dentro del laicado cubano por su compromiso cívico y político. Ni siquiera fueron consideradas para que formaran parte del grupo de religiosos y laicos que tomaron la comunión de manos del Papa en atención a su testimonio de Fe y servicio evangélico en la sociedad en la que viven. Las referencias tienen nombre propio. Se trata de Oswaldo Payá Sardiñas y Dagoberto Valdés, dos católicos con una vida dedicada al servicio cristiano en el mundo de la Doctrina Social de la Iglesia en un compromiso que parece no ser muy valorado. Una incoherencia que aún sigue sin enmendar.
De la visita de Benedicto XVI ya se recoge el primer fruto. El anuncio hecho por las autoridades cubanas para conceder el feriado excepcional por la celebración del próximo Viernes Santo se anota como un gesto positivo del gobierno cubano a una de las peticiones que el Papa expresara en el marco de su visita. Una concesión que no indica mayores cambios ni el asomo de justicia. Tal como ocurre en otros aspectos de la realidad nacional.
En una entrevista concedida por Oswaldo Payá a una reportera española, el disidente preguntaba sobre los cambios que se están presentando como evidencias renovadoras del gobierno cubano bajo la presidencia de Raúl Castro. Retomando lo que dijera el líder del MCL en Cuba antes de 1959 había libertad de vender frituras en las esquinas, abrir negocios privados, hacer inversiones y hasta entrar y salir libremente, sin que ello significara la presencia de justicia. “Por ello se produjo una Revolución” dijo Payá preguntándose el por qué entonces exhibir como cambios lo que ya una vez existió obviando aquella parte que de manera particular sigue imperando en esta versión dictatorial tan implacable como inamovible que concede ciertas libertades religiosas pero niega otras esenciales a sus ciudadanos.