Los cubanos no quieren libertad
PARIS, Francia, julio, www.cubanet.org -El ejercicio de la democracia representativa tiene que partir de bases sólidas. El milagro americano no puede ser explicado racionalmente si no se distingue, además de la rebeldía fundacional de su creación, la clara definición de sus objetivos, a través de una Constitución pensada para garantizar la libertad.
El largo fracaso de las naciones independizadas de España, observado por los intelectuales decimonónicos, entre los cuales se hallaba el poeta cubano Heredia, se debe a la falta de visión y a la incultura política de aquellos líderes que, alzados también en nombre de la libertad, sólo trajeron pobreza y atraso para sus países.
Las ideologías marxistas que penetraron mucho más tarde, no hicieron más que agravar el estado de un agonizante de dos siglos. Las altas reivindicaciones en nombre de los pueblos “oprimidos”, terminaron sirviendo de excusa para envilecerlos hasta el día de hoy. El poder y la propiedad pasaron de unas manos a otras, pero sin aportar bienestar, y mucho menos sirvieron para crear sociedades más justas.
Los españoles de Cuba comenzaron el camino de la independencia solicitando no ya la libertad, sino la anexión a los Estados Unidos. Un pecado inconfesable que se guardan muy bien de aventar los ideólogos del nacionalismo cubano, los de antes y los de ahora. Agudos observadores de la realidad nacional, como el padre Félix Varela, escribieron, ya en el siglo XIX, que en Cuba no existían más que intereses comerciales. Por eso, desencantado, se retiró de la vida política.
Digamos que la guerra organizada por Martí (pensada como elegante y breve) podría asimilarse hoy a una iniciativa ciudadana. Pero con su muerte, se desplazaron los influyentes y modestos tabacaleros de Tampa que la animaban, quedando el Partido Revolucionario Cubano entre las manos de las mismas fuerzas e intereses económicos pro norteamericanos que venían manifestándose desde mediados del siglo XIX.
Aquellos hombres sin proyecto trascendente, obraron de manera muy activa para acercar a Cuba de manera permanente a los Estados Unidos (una nación que había mostrado su interés por apoderarse de la isla varias veces durante el siglo, incluyendo numerosos intentos de compra, el último de los cuales tuvo lugar en 1898, antes de declarar la guerra), sin pensar un solo segundo en la construcción de una nación soberana.
Prueba de ello es que entregaron las riendas del Ejército Libertador a un extranjero, que, con la muerte de Maceo, se convirtió en un actor político de primer orden, sin contrapeso posible. Un señor que, ignorando los deseos de la Asamblea Constituyente (que lo destituyó), y negociando directamente con los Estados Unidos la desmovilización del Ejército Libertador, contribuyó muchísimo a la aprobación de la Enmienda Platt, que sancionaría de manera oficial el protectorado Norteamericano sobre Cuba, hasta 1934, y oficiosamente, hasta 1959.
La República Mambisa, como la llama Carlos Alberto Montaner, siguió sin proyecto nacional, y como ya se vio durante todo el siglo XIX, en el resto de América repartió prebendas y riquezas a aquellos que ayudaron a fundarla.
No se afianzó la democracia en Cuba por diversas razones, la primera de ellas, la comodidad, (al menor contratiempo se apelaba a la US Navy para poner orden), y la segunda, por idiosincrasia, pues aquellos que debían crear una patria soñada, descendientes de españoles al fin y al cabo, animaron el caudillismo y apelaron a la violencia política durante todo el siglo.
Así, pues, bailando entre millones unas veces, y dando porra en tiempo de las vacas flacas, se destruyó la confianza (si es que alguna vez existió) en las instituciones republicanas. De ese modo, se preparó la llegada del hombre providencial que, sin escándalo ni verdadera oposición, consiguió derrumbarlas en una brevedad alucinante, y bajo los aplausos del mundo entero, incluyendo a la propia prensa norteamericana.
El amor desmedido a los sacos de azúcar y la ausencia total del respeto al interés general, moldearon al cubano de los siglos XIX y XX. Los actuales “Lineamientos”, encaminados a “actualizar” el castrismo, formarán al cubano del siglo XXI. Un Ser frustrado en todos sus intentos de trascendencia, y que, mientras continúe sin comprender quién es y por dónde le han llegado tantos males, seguirá cometiendo los mismos errores.