LA HABANA, Cuba. — En diciembre de 1999, cuando empezó el programa dedicado al caso de Elián González -un culebrón de seis meses que se pudo titular “El niño Elián y los mafiosos”-, el tema de presentación, generalmente lúgubre, variaba en cada emisión. Pero poco después de que el huracán Katrina arrasara New Orleans, y según aseguraban los periodistas del programa, el malvado George W. Bush consiguiera salir de tanto negro menesteroso como había en la ciudad, el arreglo de Frank Fernández de Louisiana se convirtió en el tema musical de Mesa Redonda.
Para su arreglo, Frank Fernández, arrastrado por musas traicioneras, tomó prestado de La Chambelona, de la fanfarria del circo Pubillones y de una banda borracha y desafinada que acompañaba entierros en New Orleans cuando Louis Armstrong era niño y todavía no sabía tocar trompeta.
Frank Fernández, buen interprete de sonatas de Beethoven, a veces incurre en deslices que hacen dudar de su salud mental. Como aquella vez que pidió la palabra en la Asamblea Nacional para preguntar al Comandante como hacía para enviar un mensaje a Obama para exigir la libertad de los agentes cubanos presos en Estados Unidos -tal vez fue una puyita para ver si le ponían Internet en la casa- o más recientemente, cuando en Piso 7, un programa televisivo de reguetoneros y salseros, intempestivamente quebró lanzas por Vladimir Putin y aseguró que “tiene los pantalones bien puestos”.
Con todo y lo feo, el arreglo de Louisiana de Frank Fernández es perfecto para dar el ambiente de farsa y circo barato del abrumador programa con las maquinaciones de “los terroristas de la mafia cubano-americana”, los avatares del chavismo y el socialismo del siglo XXI, la situación en el Medio Oriente, la crisis capitalista, la sobreproducción de papas invisibles o los avances en la salud pública con un mínimo de médicos –los demás cumplen misiones en el exterior- y de medicinas –que faltan, ya sabemos, debido al genocida bloqueo yanqui- y otros asuntos, que se convirtieron en los habituales luego de que Elián González regresara a Cuba, y Mesa Redonda no desapareciera, como era de suponerse.
La Mesa Redonda sobrevivió incluso a la Batalla de Ideas cuando terminó -sin que la dieran oficialmente por terminada- y parecía que los servicios de las damas y caballeros de la Mesa Redonda ya no eran tan necesarios.
Pero siguieron ahí, Arleen Rodríguez, Randy Alonso y sus invitados, siempre asintiendo a todo lo que venga “de arriba”, firmes y combativos, innovadores del periodismo oficial y la agit-prop (perdonen la redundancia).
Solo han tenido que hacer pequeñísimas adecuaciones para que el más oficialista de los programas de la TV cubana esté a tono con la era raulista. Poca cosa. Incorporar a alguna nueva cara bonita, como la de Cristina Escobar, su mejor hallazgo en mucho tiempo. Y desde hace unos meses, dedicar el programa del viernes a tratar determinados problemas de la sociedad cubana, a veces hasta con acierto. Como en el programa del pasado 31 de octubre, cuando los panelistas se refirieron al maltrato a los animales, exigieron castigo contra los que lucran con las bárbaras peleas de perros y se hicieron eco de las exigencias de que se apruebe una ley de protección de los animales.
La Mesa Redonda cumple los 15 años y para celebrarlo han decidido reponer algunos de los que considera han sido los programas más destacados en todo este tiempo. No sé si echarán mano de aquel muy memorable en que el Máximo Líder develó el secreto de cómo ablandar los frijoles en una olla de presión china.
¿Para celebrar los quince del programa habrá cake con velitas y vals? Se les ocurrirá a los panelistas tirar unos pasillitos de conga, luego del teque, con la versión de Louisiana de Frank Fernández. Que Arleen Rodríguez Y Randy Alonso bailan al son de la música que les pongan. O sin ella, porque su fidelidad no precisa de musiquitas.