MIAMI. Florida, junio, 173.203.82.38 -El gobierno cubano no se cansa de aseverar que la prensa bajo su control, única permitida en el país, nunca miente. Si por mentiras se considera la notificación de hechos falsos o inventados, hay que darles el beneficio de la razón. Los medios noticiosos cubanos no se caracterizan precisamente por ese defecto. Pero cuando la información se hace a medias, ocultando datos y detalles, deformando unos y omitiendo otros, todo para conformar una imagen acorde con la percepción que la propaganda pretende divulgar, entonces el juicio no puede ser tan halagüeño.
La manera en que la prensa de la Isla reflejó la visita del presidente Barack Obama a Puerto Rico es un ejemplo de lo anterior. El lector cubano que conoció de la noticia a través de los medios oficiosos quedó con la impresión de que la estancia de Obama transcurrió bajo el más estricto secreto, que el dignatario apenas compartió con sus anfitriones en un encuentro para recaudar fondos de campaña y que las únicas manifestaciones que se produjeron fueron de rechazo a su presencia, en reclamo de la plena independencia de Estados Unidos. Una visión muy restringida de lo ocurrido durante la breve gira presidencial.
Cierto que no todo fueron flores para Obama en Borinquén. Pero tampoco hermetismo y repulsa. Hubo partidarios y detractores, incluso entre los propios anexionistas, que conforman un grupo bastante numeroso, casi tanto como el de los que quieren preservar el estatus actual y superior a los que abogan por la independencia, que no es la única opción defendida por los puertorriqueños como en Cuba imaginan los lectores de Granma y Juventud Rebelde. Estos desconocen muchos aspectos de una problemática que comenzó en 1917 con la aprobación de la ley que concede a los borinqueños la ciudadanía estadounidense.
En Cuba la visión generalizada sobre la Perla del Edén es su condición de colonia norteamericana. La propaganda sistemática del régimen se limita a este aspecto, sin decir nada sobre otras particularidades de unas relaciones complejas, por las que Puerto Rico mantiene nexos similares a la de un Estado federal con constitución propia para el manejo interno de sus asuntos, aunque sujeta a las potestades plenas del Congreso estadounidense, que puede revocar poderes y decisiones tomados en San Juan. Esta cuestión y el hecho de que cualquier ciudadano de Estados Unidos, aún los nacidos en la islita, pueden votar por el presidente y el congreso desde cualquier lugar menos desde el territorio insular, sirven para argumentar el trato colonial de Estados Unidos. Un conflicto que pretenden cambiar los partidarios de tres propuestas completamente irreconciliables entre sí.
“Cuando el pueblo de Puerto Rico tome una decisión clara, mi gobierno estará a su lado”. Así se pronunció el mandatario norteamericano a su arribo refiriéndose a la posibilidad de los puertorriqueños para celebrar una serie de plebiscitos que definan tres soluciones; la anuencia a seguir asociados a Estados Unidos como ocurre desde 1952, o escoger entre anexión e independencia. La frase de Obama provocó aplausos entre la multitud que lo recibió. Pero de esto la prensa cubana no dijo nada.
Katrina, una cubana que vivió varios años en Puerto Rico, reconoce que los proindependentistas componen un grupo nutrido pero no mayoritario. Conectados a la izquierda ponen sus miras en el modelo cubano que les envía aliento y apoyo a través de organismos como el ICAP. “De triunfar su proyecto nacionalista, permeado por sentimientos de radicalismo anti norteamericano, sería desastroso para la isla”, afirma esta joven de pensamiento bastante inclinado hacia el lado zurdo, que no duda en considerar la alternativa de la Libre Asociación como salida más razonable y preferible para el futuro de ese pueblo.
Puerto Rico, la mayor y más poblada de las dependencias de Estados Unidos, tiene problemas económicos. Pero nunca a los extremos alcanzados en países con igual nivel de desarrollo e incluso algunos más aventajados, en medio de una aguda crisis de la que pocos han salido indemnes. La isla superó la era del monocultivo cañero predominante hasta 1960, logrando desarrollar una industria de empresas multinacionales en farmacia, electrónica, textiles, petroquímica y biotecnología. La manufactura y los servicios, con el turismo a la cabeza, son sus principales renglones de ingreso. Otro aporte lo constituye una población de 4 millones de puertorriqueños asentados en territorio continental, superior a los 3,5 que viven en la isla.
Muchos se cuestionan el beneficio que recibiría Estados Unidos con la aceptación de la estrella cincuenta y uno representando al Estado de Puerto Rico. No faltan los que calculan con preocupación cómo incidiría el cambio en el soporte financiero que corre a cargo del presupuesto federal. Un plan de rescate aprobado recientemente por Barack Obama incluyó una inyección económica de más de cinco mil millones de dólares específicamente para el territorio asociado. Pero considerando la situación de Hawái, situado a 2000 kilómetros de la costa pacífica, con una economía totalmente dependiente del turismo y algunos productos agrícolas como la piña, tampoco hay que considerar un disparate la posibilidad de que el cercano territorio caribeño sea aceptado en la Unión.
La periodista de Juventud Rebelde que escribió sobre el “itinerario secreto” del presidente soslayó mencionar su paso por una popular panadería y repostería, donde los comensales se sorprendieron viendo a Obama comerse una “media noche” mientras conversaba con el líder del oposicionista Partido Popular Democrático, defensor del Estado Libre Asociado. El asombro fue mayor cuando el mandatario pagó de su bolsillo el costo de lo consumido- unos 30 dólares- dejando 40 de propina. Una pincelada irrelevante si se compara con otros pormenores imprescindibles para comprender la problemática de Puerto Rico, omitidos por quienes programan lo que debe y no debe saber el ciudadano cubano que solo tiene acceso a la información limitada publicada en los medios oficiales su país.