GUANTÁNAMO, Cuba.- Hay textos periodísticos que quedan atrapados en la memoria del lector, no por lo que informan sino por lo que subyace en ellos. Se trata de una motivación que hace que quien esté habituado a leer entre líneas se detenga y analice con calma los contenidos.
Eso me ha ocurrido con dos textos publicados en el Granma este viernes 7 de abril. El primero que mencionaré fue publicado en la sección “Cartas”, dos páginas semanales donde los lectores vuelcan sus frustraciones ante la ineficacia de la economía y los servicios sometidos al control del Estado.
La carta a que me referiré es la respuesta del Director General de la Consultoría Jurídica Internacional, MSc. José Pavón Cruz, a un señor nombrado Pedro Álvarez Martín, residente en la ciudad de Camagüey, quien se quejó por el precio que le cobraron en la Consultoría Jurídica Internacional de la ciudad de los tinajones. En su respuesta el señor Pavón Cruz aclara al quejoso que la Consultoría es una sociedad civil de servicios, no una institución del Estado. Eso no deja de provocar suspicacias si tenemos en cuenta que en Cuba desde un tiempo hacia acá casi todo quiere presentarse como perteneciente a la sociedad civil. Y aunque el término está referido a una entidad comercial no resulta convincente si nos atenemos al hecho de que todas esas consultorías están subordinadas al Ministerio de Justicia y es éste quien fija los precios de sus servicios. ¿Qué independencia puede haber entonces del Estado?
Pero lo significativo es que en la respuesta se hace referencia a que al quejoso se le cobró lo correcto. Aclaro que el señor Álvarez Martín pagó nada menos que la friolera de trescientos cuarenta pesos convertibles (unos ocho mil quinientos pesos corrientes), para poder recibir legalizado el título de Profesora de Ballet, Danzas de Salón y Danzas de Carácter a nombre de su hija, con el objetivo de que surta efectos en el extranjero, donde ella vive. Tomando como referencia que el salario promedio mensual en Cuba es de unos 500 pesos, la cifra sobrepasa 17 veces ese salario y en 2 500 el salario promedio anual. Ante este abuso, porque otro no puede ser el calificativo, cabe la pregunta: ¿Por qué un Estado que en el artículo 1 de la Constitución se autodefine como socialista, de trabajadores, organizado con todos y para el bien de todos, para el disfrute de la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana -entre otras lindezas- permite que una sociedad civil obligue a sus ciudadanos a efectuar un pago desmedido por estos servicios? Alguien podría objetar que la hija del quejoso vive en el extranjero, pero no fue ella quien solicitó el servicio y, aunque sea la destinataria del documento, si no ha perdido la residencia no hay por qué imponerle una obligación que demuestra el carácter depredador y nada solidario de esta sociedad civil de servicios. No creo que exista otro país en el mundo donde se dé una situación semejante.
La otra perlita es un artículo firmado por Sergio Alejandro Gómez, especialista en temas internacionales del Granma. Este periodista publicó un artículo titulado “El comunismo se niega a desaparecer en Estados Unidos”, en el que da a conocer las opiniones de Emile Schepers, secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de ese país (CPUSA). Según el articulista, después que Donald Trump llegó al poder, esa fuerza política no ha dejado de recibir solicitudes de ingreso.
El lector pasivo quizás piense que se trata de un crecimiento extraordinario. Pero unas líneas adelante es informado que esa agrupación política cuenta con unos 5000 miembros en un país de trescientos millones de habitantes, según afirma el propio periodista. Sergio Alejandro no informa al lector sobre cuántos miembros tenía el partido cuando Trump tomó el poder, para que pueda formarse una opinión. Sencillamente afirma que el partido no ha dejado de crecer, insuflando así a su texto de un tufillo triunfalista con evidente subrepción.
Pero si tenemos en cuenta que Trump tomó posesión de su cargo el pasado 20 de enero y asumiéramos que cuando lo hizo el partido sólo tenía mil miembros, se concluye que desde entonces solicitaron su entrada a esa organización 51.28 ciudadanos por día. Y si tomamos como referencia el 9 de noviembre del 2016, fecha en que se supo que Trump había ganado las elecciones, la cifra de ingresos se reduce a 26.66 adhesiones diarias. Y reitero, ese cálculo lo hago suponiendo que antes de la asunción de Trump a la presidencia el partido sólo tuviera mil miembros.
El periodista afirma que en EE.UU viven trescientos millones de personas. Se trata de un error perfectamente verificable pues algunos sitios en Internet aseguran que la cifra es de alrededor de 316 millones. Pero bien, tomando como referencia la cifra que ofrece el periodista, una sencilla operación matemática nos muestra que esos cinco mil militantes comunistas representan sólo el 0.001666667 % de la población estadounidense. Entonces, ¿de qué crecimiento habla Sergio Alejandro? ¡Y esa es la prensa objetiva y revolucionaria de la que tanto nos hablan!