Foto-galería cortesía de Ernesto Santana
LA HABANA, Cuba -Aunque no abundan de manera notable y en muchos casos no son más que vandalismo casual o impulso adolescente, los grafitis ya se han convertido en una parte visible del paisaje urbano de La Habana. Incluso, no es raro que desde un muro nos salte a los ojos una imagen sorprendente, aunque a veces pueda resultar inexplicable: ésta sigue siendo una ciudad viva y hay signos humanos entre tantas consignas muertas.
Hace más de año y medio que el artista Otari Oliva —hablando de una exposición de grafitis en la galería independiente Cristo Salvador, que él y Jazmín Valdés dirigen— aseguró que el grafiti en La Habana estaba viviendo un segundo momento. “El primero había sido Arte Calle; luego hubo un intervalo donde casi no hubo en la ciudad y a partir de 2005 ó 2006 resurgió”, dijo Oliva, “cuando comenzaron a hacerlo sobre todo estudiantes de arte, que fue lo mismo que pasó con Arte Calle”.
Pero eso no significa, según él, que vaya a evolucionar y a desarrollarse como lo hizo en aquel momento. De hecho, el grafiti que se hace en la calle no tiene siquiera por qué ser necesariamente arte, pues puede ser muchas cosas en el contexto de la cultura urbana. Por otra parte, el artista y curador señalaba lo desvirtuado de la información que la mayor parte de los grafiteros cubanos tienen acerca de cómo es el grafiti en el mundo.
Muchos coinciden en afirmar que el elemento más auténtico que tiene esta expresión cultural es la escritura, y es quizás por esa razón que Otari Oliva consideraba entonces que el texto fundamental del grafiti cubano todavía faltaba. “Y creo que es un texto de índole política”, puntualizó.
Seguramente ese texto fundamental sigue faltando en este momento, pero, de todos modos, no dejan de resultar notables muchos de los grafitis que han aparecido en los últimos tiempos en la ciudad, incluso sobre muros y paredes de lugares céntricos, aunque con frecuencia también en las cajas de los registros telefónicos, que se prestan con facilidad para servir de soporte a estas inscripciones trazadas lo mismo con aerosol, con plantilla o con otros métodos.
Algunos de esos grafitis son comprensibles, sencillos y muy elocuentes, con un diseño muy acorde con la idea que quiere expresar, como es el caso de Revés, que se vio mucho durante un tiempo y que ya ha desaparecido casi por completo. Es indudable el significado de ese Revés, cuya propia economía de recursos refuerza. Hay otro, muy reciente, que es casi una pintada política, aunque a primera vista algunos podrían ignorar lo que en verdad pretende comunicar: Por otra Cuba. Claro está, ya el simple hecho de poner “otra” delante de “Cuba” llama poderosamente la atención: aunque en nuestro país se abusa del eslogan “Otro mundo es posible”, cualquiera sabe que no hay “otra Cuba” en los planes gubernamentales. Y ese “por”, que significa “a favor de”, escrito al principio es técnicamente subversivo, aunque solo unos pocos sepan que se trata de una campaña ciudadana que exige al gobierno cubano que ratifique con su firma los pactos de la ONU con los que ha declarado estar de acuerdo.
Hay otros grafitis que, por diversos detalles que les hacen guardar semejanza, seguramente se deben a la misma mano o, al menos, revelan un estilo parecido. Son representaciones que con frecuencia recuerdan a un rey o a una figura de apariencia jerárquica y que casi siempre tienen escrita debajo la palabra Abre. Como Revés, Abre no requiere mucha explicación y, también, está directamente dirigida al poder, pero lo que había en aquel de diseño funcional en este lo hay de simbolismo figurativo que roza a los personajes de la baraja española y logra un efecto bastante original y, en definitiva, un mensaje de suma urgencia.
En aquella ocasión, hace más de año y medio, Otari Oliva hablaba también de cómo es la competitividad en el mundo del grafiti callejero. Si en el arte habitual, de las galerías, los salones y los medios, en general la competitividad forma parte de la propuesta curatorial misma y se maneja de un modo solapado, con cierto protocolo, en el grafiti de la calle los términos son distintos: “Hay una competencia declarada, frente a frente, y eso se asume sin que implique una enemistad”, explicaba el artista, detallando de qué modo esta confrontación fraternal se centra en aspectos como quién llega a hacer más visibles sus inscripciones, quién consigue mayor número de ellas, quién se especializa más en determinado tipo de grafiti, quién llega al lugar más alto.
En este instante, evidentemente, no existe mucha competitividad entre grafiteros. No hay tantos de ellos como para que puedan disputarse espacios, riesgos o especialidades. Si Otari Oliva tiene razón y la inscripción fundamental del grafiti cubano es de índole política y aún no ha aparecido, eso no quiere decir que en este “segundo momento”, con su apariencia un tanto dormida, no pueda ocurrir una revelación repentina. Recordemos a El Sexto, por ejemplo.
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