LA HABANA, Cuba. ─ El empleo limitado y con restricciones de las Mipymes y otros actores emergentes como elementos coyunturales que ayuden a remontar el desastre que ha dejado la economía centralizada no se aparta mucho del guión escrito por Fidel Castro para la Ofensiva Revolucionaria de 1968, que condenó a la ruina a cientos de miles de emprendedores en Cuba.
Según los estándares de hoy, serían calificadas como micro, pequeñas y medianas empresas los miles de bodegas, bares, cafeterías, trenes de lavado y planchado, verdulerías, puestos de frita, carnicerías y tiendas. Esos y tantos otros y diversos negocios que sería imposible contabilizar florecían en Cuba y la convirtieron en referente del buen hacer económico para América Latina y otros países del mundo.
A Cuba la hicieron próspera los negocios privados, sin importar su envergadura. Todos, desde un aeropuerto en Bayamo hasta un tejar (fábrica artesanal de ladrillos) en el Guatao, una pescadería en Matanzas y una charcutería en Manzanillo.
Durante la Gran Ofensiva Revolucionaria de 1968 , unos 50 000 pequeños comercios fueron intervenidos por el Estado. La consecuencia inmediata fue una merma considerable en la alimentación y los servicios.
Durante su alucinado discurso del 13 de marzo de 1968, Fidel Castro leyó los resultados de una supuesta investigación del Partido Comunista en miles de comercios privados de algunos municipios de La Habana, a los que calificó como “tugurios de contrarrevolucionarios, contrabandistas y antisociales”. La pesquisa arrojó 1 819 carecían de autorización legal para sus operaciones, 2 471 estaban en condiciones higiénicas regulares y 557 en muy malas condiciones.
Esquizofrénicas razones fueron esgrimidas por el mandamás para preguntar a la muchedumbre reunida en la escalinata de la Universidad de La Habana si estos pequeños comercios y establecimientos debían ser cerrados.
En un acápite denominado “Análisis especial de los friteros” se explicaba que, de los 50 establecimientos investigados, se expendía pan con tortilla en 43, y en los restantes croquetas, minutas de pescado y fritas, y en menor número, papas rellenas, frituras de bacalao y sardinas, camarones, pescado, calamar, hamburguesa, guarapo, cigarros, fósforos y café.
“En los datos obtenidos sobre puestos de fritas y otros timbiriches análogos se pudo apreciar a través de los informes que un gran número de individuos que intentan dejar el país realizan este tipo de negocios que les produce abundantes entradas que, a su vez, les permiten establecer vínculos y relaciones con lumpens y otros elementos antisociales y contrarrevolucionarios”, aseguró Castro en aquella ocasión.
El dictador explicó que 499 de los propietarios investigados tenían presentada la solicitud para salir del país y que 18 eran “elementos antisociales y amorales”, razones suficientes para cerrarles los negocios.
En lo referente a la “integración política”, la investigación realizada por el Partido Comunista, que abarcó a 2 056 dueños de comercios privados en La Habana, reveló que el porcentaje mayor de “no integrados a la revolución” (95,1%) correspondía a propietarios de puestos de fritas.
Fidel Castro sentenció: “No hicimos una revolución socialista para que burgueses, parásitos por cuenta propia, propietarios y otros elementos antisociales vivan del sudor de los trabajadores… Aquí nunca volverá el empleo privado. Jamás volverán los timbiriches”.
Esas ideas sostienen el mal de fondo de nuestra economía, son guía y soporte de los continuadores del fidelismo. En ello les va el mantenimiento del poder. Por ello, por esa mentalidad, no fructificarán las Mipymes. En cuanto el régimen crea salir del hueco en que agoniza, dará marcha atrás y las eliminará.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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