LA HABANA, Cuba.- Cuando la carne de cerdo estaba más al alcance de los consumidores cubanos, el Estado importaba el 70% del alimento que necesitaba la masa porcina, y a los productores solo les restaba la tarea de garantizar el otro 30%, que lo conseguían en lo fundamental mediante la siembra de cultivos como la soya, el maíz y la yuca. Hablamos de algunos años atrás, momento en que la libra de carne de cerdo en los agromercados oscilaba alrededor de los 60 pesos moneda nacional.
Sin embargo, como consecuencia de la endeblez de las finanzas externas del castrismo, y también obedeciendo a la estrategia de sustitución de importaciones que guía la política comercial de los gobernantes de la isla, se decidió en los últimos tiempos invertir los términos: el Estado únicamente iba a importar el 30% del alimento de los cerdos, mientras que los porcicultores tenían que arreglárselas como pudieran con tal de llegar al restante 70% de la comida que precisaba la masa porcina.
Una situación que ha podido ser sorteada por unos pocos productores de carne porcina que ya tenían tierras cultivadas con el alimento animal, pero que se torna sumamente difícil para aquellos que no habían preparado las condiciones para tal modificación.
Un porcicultor de la provincia de Granma aporta sus consideraciones al respecto: “Para todos los productores fue muy difícil dejar de contar con el pienso que venía del barco casi directo a las cochiqueras, pero el que no preparó tierras está ahora en un bache mucho más duro, porque tiene que empezar de cero”.
Y hay que añadir que conseguir finalmente el alimento animal de los productos que se cultivan es un proceso dilatado y costoso. Además de la tierra y las semillas para sembrar, hay que tener la suficiente liquidez para contratar fuerza de trabajo que ayude a cultivar los productos, cosecharlos, secarlos y molinarlos.
Asimismo, la obtención de las tierras en usufructo para aquellos productores que deciden incursionar en esta aventura, por demás, no es nada fácil. Se trata de una de las principales preocupaciones de los porcicultores cubanos, que incluso ha sido planteada por ellos ante las máximas autoridades del país.
El Jefe del Departamento de Control de la Tierra en el territorio granmense, por ejemplo, ha reconocido que “el plazo estipulado para conformar y aprobar un expediente de entrega de tierras, que debe transitar por una cadena de pasos en la que intervienen varios organismos, sigue siendo muy largo. Es un trámite burocrático y de mucho papeleo”.
Como resultado de todo lo expuesto, ha habido una significativa reducción del número de productores de carne de cerdo que tenían convenios con el Estado para la cría y comercialización de este producto. De 14000 porcicultores con convenios en el año 2017, en la actualidad no llegan a 2000. Es decir, casi 12000 trabajadores de la rama porcina que han tenido que buscar otras vías para ganarse la vida.
He ahí la razón fundamental de que hoy la carne de cerdo esté tan escasa en todos los mercados del país, y que cuando aparece se cotice a precios prohibitivos para el cubano de a pie.
No faltan voces especializadas que insisten en que, únicamente aumentando la importación de alimentos para los cerdos, esta demandada carne volverá a estar presente en la dieta habitual de los cubanos. Mas, los gobernantes se niegan a ello. Que coman carne de cerdo los que puedan, y los que no, que se contenten con ver los cerdos en el noticiero de la televisión.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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