LA HABANA, Cuba.- Como Alan Woods, un filólogo inglés marxista, miembro de la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, comprometido hasta la médula, cada vez son menos los esperanzados con un futuro comunista que por suerte gran parte de la humanidad rechaza como pura utopía.
Aún así Alan Woods -1944-, pese a sus confesiones que levantan los pelos a cualquiera, termina su libro “Stalin, 50 años después de la muerte del tirano”, diciendo que “La bandera de Octubre quedó ensuciada y ensangrentada por la contrarrevolución política estalinista y la tarea de la nueva generación es limpiarla, eliminarle la suciedad y elevarla bien alto”.
¿Cómo, se preguntaría esa nueva generación, podría mantenerse en alto una bandera manchada de sangre y suciedad?
Vale la pena echar un vistazo a todo lo dicho por este viejito inglés, quien no hace mucho, como dirigente de la Corriente Marxista Internacional y asesor de Hugo Chávez, trató de maquillar al régimen sirio, a pesar de la masacre que ocasionó este con miles de muertos.
Para Alan Woods, las víctimas de Stalin, que fueron millones, hoy son viejas telas de araña y el Socialismo, o es democracia o no es nada. Por último, dice que “el estalinismo fue una aberración histórica temporal”.
Me pregunto qué habrán hablado Woods y Raúl Castro en sus visitas a Cuba, si sabemos que en una ocasión que no se olvida, el hermano sucesor castrista expresó que en su presencia, no permitiría jamás que se hablara mal de Stalin. El pequeño de Birán era fan de aquel monstruo que se llamó Iósif Vissariónovich Dzhugashvilí y aún se conserva una biografía en la Ecured cubana que en nada se parece a la que Woods nos presentó en su libro, publicado en 2003.
Para este filólogo de la historia de la URSS, Stalin fue un mito creado por la maquinaria propagandística soviética. Dice que su papel en la Revolución de Octubre fue insignificante, que no fue escritor, ni teórico ni orador ni nunca dirigió el Partido Bolchevique junto a Lenin, sino todo lo contrario: usurpó su poder, liquidó las conquistas políticas, destruyó el Partido y la Internacional Comunista y creó un totalitarismo burocrático y monstruoso, una casta privilegiada que a la larga destruyó al Estado soviético.
Cuenta que en 1922 Stalin fue grosero con la esposa de Lenin, llamándola “puta y zorra sifilítica”, razón por la que este rompió relaciones con él a través de un testamento que quedó oculto hasta que Kruschev lo dio a conocer en 1956.
Por último, nos hace saber que la muerte de Stalin, el 5 de marzo de 1953, pudo haber sido por causa natural, pero que lo más probable es que se tratara de una “muerte asistida”.
“En sus últimos coletazos -dice-, ninguno de los miembros de la Dirección del Soviet Supremo fue en su ayuda o llamó al médico”.
Así de turbulenta es la historia soviética que cuenta Alan Woods, mientras en sus visitas veraniegas a La Habana, contemplaba con sus lentes color rosa de amor, otros monstruos salidos de las mismas ideas de Stalin.