LA HABANA, Cuba.- No satisfechos con la utilización del legado martiano en beneficio propio durante el pasado mes de enero con motivo del 165 aniversario del nacimiento del Apóstol, los medios de difusión oficialistas continúan por estos días la adulteración del pensamiento de nuestro héroe nacional.
En el contexto de las celebraciones por el 24 de febrero, cuando dio inicio en 1895 la contienda independentista preparada por Martí, el periódico Trabajadores publicó el artículo “Necesaria continuidad”, en el que se retoma la absurda hipótesis de que el actual Partido Comunista de Cuba es heredero del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí.
Se trae a colación aquella frase de Fidel Castro de que “Martí hizo un partido, no dos partidos, ni tres partidos, ni diez partidos”. Un razonamiento carente de seriedad, pues una misma persona no necesita crear más de un partido para acometer una tarea política. Pero eso es muy distinto a pretender que el partido por uno creado sea el único permitido en la sociedad, como ha sucedido con el Partido Comunista de los hermanos Castro.
Si lo anterior no fuera suficiente para desbaratar la componenda castrista, bastaría con consultar las Bases del Partido Revolucionario Cubano para constatar que no existe parentesco alguno entre ambas agrupaciones políticas.
El artículo 3 de dichas Bases se refería a “fundar en Cuba por una guerra de espíritu y método republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos”.
Por su parte, el artículo 5 establecía que “El Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre”.
Concluyente: el partido de Martí no aspiraba a convertirse en una fuerza dominante una vez concluida a guerra, sino que haría válida la sentencia de Con todos y para el bien de todos.
Pero ni siquiera pensaba el Apóstol prolongar la existencia de su partido más allá de la terminación de la contienda independentista. Ello se desprende de la lectura del artículo 1 de las Bases: “El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr, con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. Nada más lejos que la concepción de un partido gobernante como el que hoy sojuzga a los cubanos.
Por todo ello, no es de extrañar que el Partido Revolucionario Cubano dejara de existir al finalizar la guerra de 1895. Si revisamos los libros de Historia escritos antes de 1959 no hallamos la opinión de ningún libertador que lamentara la desaparición de dicho partido. Sin embargo, la historiografía castrista considera como uno de los mayores “pecados” de los cubanos de entonces el haber permitido la disolución del Partido Revolucionario Cubano.
Y el “malo” de la película sería Tomás Estrada Palma, que había sustituido a Martí al frente del partido después de su caída en Dos Ríos. Fue una razón adicional que tuvo el castrismo para destruir la estatua de Estrada Palma que se levantaba en la Avenida de los Presidentes. Una estatua que con tanto amor le habían erigido los cubanos a su primer presidente.