MARYLAND, EE UU, febrero, 173.203.82.38 -Marcelo Fernández Zayas, quien fuera comentarista político de UNIVISION en los años 80 y es maestro retirado del Distrito de Columbia, era comandante del Directorio Revolucionario en enero del 59 y me contó varios años atrás, durante la grabación de un programa de TV comunitaria en Virginia, la siguiente anécdota: Tenía una cita de trabajo con el Che en las primeras semanas del triunfo rebelde. Llegó a la Cabaña y se encontró que se aprestaban a fusilar a un “barbudo”, miembro de la tropa de Guevara. Preguntó que había hecho el sujeto y le respondieron que lo encontraron dentro de un tanque de guerra en una relación homosexual. ¿Y el otro individuo qué? Pues su pareja en el acto no iba a ser sancionado porque desempeñaba el rol masculino, le respondieron. Al entrevistarse con el Che minutos más tarde le interpeló sobre esta insólita decisión y Guevara, displicente, accedió a perdonarle la vida al desdichado siempre que Fernández se lo llevara consigo al salir de la Fortaleza.
Fue precisamente el Che quien más tarde estableció el primer campamento de “reeducación” en Pinar del Rio, idea que luego amplificó Raúl Castro con las UMAP. Al parecer no sólo del pionero Guevara tomó la iniciativa. Carlos Franqui, en su libro: “Retrato de Familia con Fidel”, asegura que en un viaje a China, Raúl preguntó cómo habían resuelto el problema de los “invertidos” y le respondieron que muy fácil: Los echaron al Rio Amarillo. En Cuba no se llegó a tanto, desde luego. En este libro Franqui describe una agria conversación debate con Raúl en Palacio, en presencia del Che y su esposa. Franqui menciona que le recordó a Raúl que a través de la Historia los grandes perseguidores de homosexuales, lo habían sido ellos mismos también.
Al respecto la revista española “Cambio16” publicó en 1984 una separata sobre los 25 años de la Revolución Cubana y en uno de los testimonios, el entonces director de la Casa Cuba en Madrid, que había sido viceministro en el gabinete de Urrutia, reveló que siendo compañero de curso de Fidel en el Colegio de Belén, nunca lo había visto tan deprimido como cuando expulsaron a su hermano de la Institución académica al sorprenderle en una situación “incómoda” (para usar un eufemismo). Quizás de ahí los rumores que persisten hasta hoy.
En el año 65 regresaba yo de un viaje al Canadá junto a una delegación de estudiantes cristianos y lo que me esperaba era una cita para ingresar a las filas de las UMAP. Felizmente me libré de aquello gracias a gestiones familiares; otros, moros y cristianos, tuvieron menos suerte. Pero entonces conocí a uno de los jefes de uno de esos campos: Un teniente de las FAR al que Raúl Castro por alguna razón le castigó, como a otros militares en igual situación, enviándole a purgar su culpa allí, “como celador de la crápula”, tal como confió amargamente en la privacidad de la casa de un pariente mío.
A diferencia de lo que asegura la hija de Raúl Castro, las UMAP no desaparecieron en 1968 gracias a una investigación de las FAR, (Franqui podría atestiguarlo si estuviera vivo) sino a la celebración en Cuba del Congreso Cultural de la Habana al que estaban invitados cientos de intelectuales de la izquierda europea y tener como escenario semejante situación interna en la isla era la receta para aguar la fiesta. De acuerdo con personas cercanas a Franqui en aquellos días, uno de los que mostró su preocupación fue el pintor surrealista chileno Matta –el mismo que al triunfar Allende le mandó su famoso telegrama desde Paris -: “Salvador, no hagas nada hasta que yo llegue”. Matta, presente en el Salón de Mayo, llegaba desde de la capital francesa donde se había producido una escandalosa deserción en masa de miembros del Ballet Nacional debido a la persecución de homosexuales en Cuba, que como se sabe no se limitó a las UMAP.
Estos campos de concentración fueron sólo la expresión más cruel de una política que se extendía por toda la sociedad, llegando a veces hasta la cima del ridículo. Yo presencié en 1967 la depuración de un profesor de Literatura de la Universidad de Las Villas; un hombre que podía leer directamente del Latín y el Griego. Lo expulsaron simplemente porque el amanerado señor, según el testigo, se había quedado embelesado viendo corretear a un fornido atleta (¿efebo de las Termópilas?) en el campus universitario.
Los tiempos han cambiado. Menos mal, pero no es cierto lo que expresó Fidel en una entrevista asegurando que no le prestó atención al asunto en los primeros meses – o años- de la Revolución. Y mucho menos la atrevida afirmación de Mariela Castro a la publicación europea. Sería como decir que Hitler ignoraba lo que pasaba en Treblinka, Auschwitz y Sobibor. En 1975 se aprobó un Código de Familia y Código Penal que aunque hoy posiblemente no se ponga en práctica en lo que concierne a los gays, sigue técnicamente vigente a pesar de los esfuerzos que parece impulsar la sexóloga Castro para borrar la mancha jurídica. Allí se penaliza con cárcel a quienes “hagan ostentación pública de su homosexualidad”, según creo recordar el texto exacto.
Como muestra de los nuevos vientos que soplan, leo que acaba de publicarse en la Habana una novela sobre Reinaldo Arenas. Seguramente que no reprodujeron en la contraportada la carta que le envió a Horacio Aguirre, director del Diario Las Américas y que fuera publicada en primera plana tras su suicidio: “Fidel es el culpable de mi muerte”, sentenció el escritor.
Leopoldo Perdomo fue escritor y periodista radial de las principales cadenas nacionales de Cuba durante 14 años, hasta su salida de la isla en 1980. Hoy es periodista independiente, residente en Maryland.