MIAMI, Estados Unidos. — Era el verano de 1976. Gerald Ford era el presidente norteamericano y varios estudiantes cubanos de la Universidad de Georgetown en Washington nos las agenciamos para ir a Filadelfia, donde estaba al llegar, en su yate real, la reina de Inglaterra.
En aquella visita de Estado, en el bicentenario de la independencia americana, la reina venía acompañada por Felipe, el príncipe consorte, y su discurso en Filadelfia cautivó a millones de americanos. Según ella, no venía a celebrar la separación de las trece colonias de la Corona Británica, pero dijo que “los patriotas fundadores de la gran república americana le habían enseñado a Gran Bretaña una lección muy valiosa”. Agregó que “las heridas de la separación en 1976 sanaron hace muchos años”. Y mencionó la amistad y los ideales comunes de los dos pueblos y recordó como habían luchado juntos en dos guerras mundiales.
A Filadelfia trajo una copia de La Magna Carta y una campana inscripta con el lema “Dejen que suene por la libertad”, fundida en Inglaterra. Fue recibida en la Casa Blanca por el presidente Gerald Ford, aunque ya Isabel II había visitado Washington años antes, cuando le dio la bienvenida el presidente Dwight Eisenhower.
En el banquete en Filadelfia, el alcalde Frank Rizzo le dijo que alguien le había robado la medalla de plata conmemorativa con su imagen (regalo que le habían hecho en un estuche a todos los presentes). Isabel II le respondió que no se preocupase, que ella le daría la suya que era de oro.
Isabel II tenía un gran sentido del humor, según me contó en Londres Hugh Thomas, el historiador inglés, ya miembro de la Cámara de los Lores. Lord Thomas de Swynnerton me llevó al parlamento, donde me presentó a una miembro de “sangre azul”. Cabe mencionar que la tal señora era marxista y admiradora de Fidel Castro.
La reina Isabel murió ayer a los 96 años, y bajo su reinado de setenta años, los ingleses tuvieron quince gobiernos con quince primeros ministros, tanto conservadores como liberales, desde Winston Churchill hasta Boris Johnson. El último acto oficial dos días antes de fallecer fue recibir a la recién-electa primer ministro, Liz Truss, y validar su elección.
Es difícil pensar que el veredicto de la historia sobre su reinado sea otro que positivo, como lo es hoy el respeto y la admiración que sienten por ella su pueblo y millones de personas alrededor del mundo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.