LA HABANA, Cuba –- El recién concluido XXI Congreso Nacional de Historia, celebrado en la ciudad de Camaguey, ha puesto de manifiesto, una vez más, las contradicciones en que se debaten los historiadores oficialistas cubanos. Casi siempre emplean un discurso cuajado de contrasentidos, en el que intentan mezclar lo objetivo con lo subjetivo.
En la primera de las dos jornadas del evento se produjo la intervención de Roberto Pérez Rivero, presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba. Este señor expresó que “desde la solidez científica es que la historia puede contribuir al desarrollo de la cultura nacional, a las tareas de la lucha ideológica, y al debate estratégico sobre los retos actuales del socialismo en Cuba”.
Olvida, sin embargo, que la solidez científica se relaciona con el recuento de los hechos de la manera más fidedigna posible, mientras que el uso de la historia para las tareas de la lucha ideológica presupone interpretar los hechos de acuerdo con los intereses de la cúpula gobernante.
Una paradoja semejante la hallamos en las palabras de René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba. Este ponente aseveró que “debemos despojarnos de prejuicios y maniqueísmos, y cubrir, con total valentía y objetividad, desde la Revolución, los vacíos historiográficos que aprovecha el enemigo para agredirnos”.
Por supuesto, los conceptos “objetividad” y “desde la Revolución” son irreconciliables. Desde la revolución, por ejemplo, hemos escuchado desde hace cincuenta años que los alzados en el Escambray eran bandidos, y los expedicionarios de la brigada 2506 en Playa Girón eran mercenarios. ¿Podría un observador imparcial otorgarles visos de objetividad a semejantes puntos de vista?
A propósito de los vacíos historiográficos, es conocido que uno de los más significativos es el ocultamiento de los éxitos logrados por Cuba durante la etapa republicana. Y hubo éxitos tan resonantes en ese período, que al contraponerlos con la actual situación dejan muy mal parado al castrismo. Por tanto, la exhortación del señor González Barrios no habría que tomarla muy en serio.
Pongamos una muestra. A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito en la isla por la propaganda castrista, en el sentido de que Cuba era una colonia de Estados Unidos, y que esa nación dominaba nuestra economía, el potencial productivo alcanzado por Cuba fue tal que durante los 58 años comprendidos en el lapso 1902-1960, solo en dos ocasiones (1907 y 1921) la economía cubana presentó saldos negativos en su balanza comercial. Es decir, importó más productos que los que exportó.
A partir de 1961, en cambio, todos los saldos han sido negativos. La debacle productiva ha imposibilitado que nuestros renglones exportables compensen el monto de las importaciones. Y ni pensar en culpar al “bloqueo” de Estados Unidos, pues eso sucedió también en los años de la “tubería soviética”, cuando más del 85% del intercambio comercial de la isla era con los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).
Algunos delegados a este Congreso, en otra prueba del afán por adecuar la visión del pasado a los intereses de los actuales gobernantes, se refirieron a la necesidad de continuar reescribiendo la historia. ¡Por favor! ¿Cuántas veces van a reescribir la historia de Cuba? Lo hicieron cuando tomaron el poder y borraron el legado de los historiadores republicanos; después cuando el país se aferró a la doctrina marxista-leninista; luego en la etapa de la “rectificación” al abandonarse los manuales soviéticos; y más recientemente cuando insisten en “descubrir” facetas del pensamiento de patriotas ilustres que los acercarían a la revolución de 1959.
Claro, no podemos perder de vista que nos resta otra reescritura de la historia. Será cuando concluya la actual pesadilla. Confiemos en que pueda ser la última.