LA HABANA, Cuba. – Para los cubanos, especialmente en fechas señaladas, como estas de fin de año, visitar a familiares y amigos que viven en el interior del país se convierte en una aventura incierta.
Con la llamada “nueva normalidad” se creó un sistema para reservar pasajes a través de una aplicación por celular nombrada Viajando, con la cual se puede obtener el boletín de viaje desde su propio domicilio. Sin embargo, este método presenta varias dificultades.
Para operar Viajando, los usuarios deben contar con una cuenta bancaria de Transfermóvil, la cual creará en un banco estatal. En ese sentido, cabe decir que la capacidad para depositar dinero no está al alcance de muchas personas cuyos bajos ingresos apenas les alcanzan para malcomer, especialmente luego de la inflación generada por la Tarea Ordenamiento.
Para reservar su asiento, bien sea en ómnibus o en ferrocarril, la solicitud hay que hacerla a partir de las 12 de la noche –con exactitud cronométrica– con, al menos, un mes de antelación a la fecha en que desea viajar. Si tiene cualquier pequeña demora en este procedimiento no logrará su objetivo, pues el número de solicitudes supera a las capacidades ofertadas.
Otro contratiempo frecuente es la mala la conexión a Internet. Si se interrumpe la conexión mientras se intenta establecer el contacto con la terminal, el usuario pierde la oportunidad de alcanzar el pasaje. Cuando lo intente de nuevo, es posible que los boletos ya estén todos vendidos.
No todas las personas en Cuba poseen un teléfono móvil. Muchos, sobre todo los ancianos, ni siquiera saben usarlos, lo que los pone en desventaja.
Otros, a través de su teléfono, te gestionan el viaje, pero cobran 1 000 pesos cubanos por hacer la gestión, una cantidad que no todos pueden pagar.
Las reservaciones personalizadas se mantienen en las agencias de pasajes, donde hay que hacer colas y dormir en el lugar varios días con anterioridad a la fecha de reservación para así garantizar la consecución del boleto.
También hay muchos inconvenientes derivados del insuficiente servicio de ómnibus. El número de viajes hacia los diferentes puntos de la geografía nacional se redujo a una tercera parte en los ómnibus y hay poblaciones hacia las cuales aún no se han restablecido las salidas.
Los trenes circulan con una periodicidad de cuatro días entre un viaje y otro, por lo que no alcanzan a cubrir la demanda.
En el caso de los transportistas privados, cobran sus servicios a altas tarifas. Por ejemplo, para ir de La Habana a Santiago de Cuba hasta hace poco pedían entre 1 500 y 2 000 pesos por asiento. Lo más probable es que, en estos momentos, ese precio haya aumentado.
Los que no tienen problemas para viajar por Cuba son los turistas, quienes tienen a su disposición las agencias Transtur, Transgaviota y Viazul, que garantizan sus servicios en divisa.
El régimen justifica los problemas en el transporte con la escasez de piezas de repuesto, la falta de combustible, el uso de los vehículos para el traslado de los enfermos de COVID-19, y, por supuesto, con el mantenimiento del embargo.
Antes de 1960, la empresa Santiago-Habana hacía 35 salidas diarias. Era una de las tantas compañías de transporte que existían en el país. Hoy es una sola entidad para brindar el servicio a todos los puntos de la Isla.
No hay que darle más vueltas al asunto: la imposición gubernamental de una empresa estatal socialista es la responsable de los problemas y las ineficiencias del transporte interprovincial.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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