GRANMA, Cuba. ─ Las relaciones entre Cuba y sus emigrados no son lo fluidas y respetables que quieren hacer ver las autoridades de la Isla. Los diversos espacios de diálogo abiertos por el régimen desde 1978 hasta la actualidad, y los “puentes de amor” tendidos por los inmigrantes entre sus países de residencia y la nación cubana están dinamitados desde sus cimientos por el oportunismo de ambas partes y el perfil selectivo en la política exterior de la revolución.
Por esas y otras falsedades, que las autoridades hablen del compromiso moral de los “emigrados dignos”, de reivindicar su derecho a reconciliarse con la Patria –léase la revolución-, no es más que otro discurso retórico para repatriar a los infiltrados que vuelven de la nieve, embaucar a miles de tontos útiles que aún sueñan en su sonsera política que Cuba Va, y darle a los nostálgicos del fracaso cubano el permiso de entrada a su propio país.
Y como la hipocresía engaña, el miedo hace milagros y el chantaje velado sirve como antídoto para contrarrestar los actos de ignominia que cometen estos “buenos cubanos” al convertirse en aliados y voceros de la revolución que los obligó a huir, hoy mendigan su derecho a visitar la tierra que los vio nacer, contorsionándose como artistas de feria ante las cámaras de la televisión, en la patética y esperpéntica octava caravana Puentes de Amor.
Pero, como si fueran poco los “nada politizados” gritos de Patria o Muerte, Abajo el Bloqueo y otras expresiones de una jerga política obsoleta, pero militante, estos ”buenos cubanos” mezclan en su vestuario gorras verde olivos y mascarillas con la inscripción Black Lives Matter, boinas negras con la estrella roja, pullovers con la efigie del Che, y otros símbolos que identifican a movimientos raciales o populistas a nivel internacional.
De ahí que no pueda creer que ninguno de los hipócritas y sumisos bufones que en días recientes recorrieron como caravanistas de la libertad siete ciudades estadounidenses y Canadá para exigir el fin del bloqueo a Cuba, no conozcan, aunque sea de oídas, algunas de las historias escritas con sangre por esa misma revolución que hoy dicen amar y defender.
¿Olvidaron acaso estos pobres diablos la suerte que corrieron los 14 000 niños que fueron sacados de Cuba a través de la Operación Peter Pan entre 1960 y 1962? ¿Ninguno integró aquella salvadora y cruel operación generada por las medidas de la revolución? Seguro estoy que algunos, por su edad, huyeron por el Puerto de Camarioca en 1965, otros durante el Puente del Mariel, en 1980, y muchísimos más durante la crisis de los balseros de 1994.
También puedo asegurar que no pocos han logrado abandonar el país mediante onerosos contratos matrimoniales con personas extranjeras de la tercera edad, falsificación o compra de documentos migratorios en la isla, abandono de misiones médicas, culturales, deportivas o militares, que fueron durante décadas la única vía para dejar atrás la dictadura comunista
¿Desconocen estos emigrado “dignos” –con acceso a internet- los cientos de miles de cubanos muertos tratando de escapar del país? ¿Discuten estos temas en el seno de las 166 Asociaciones formadas en 79 países para dialogar con las autoridades cubanas? ¿Exigen su derecho a invertir, votar y a entrar y a salir de su país sin condicionamientos políticos?
Seguro que no. En cuanta pachanga ideológica o peregrinaje político donde monte su carpa el circo ambulante de la revolución cubana, veremos estos y similares rostros de rufianes que buscan con sus hipócritas y abyectas acciones un permiso humillante para entrar a su patria. Los organizadores de la caravana mundial de sapingos, saltimbanquis, payasos y comecandelas convocada para los venideros días 27 y 28 de marzo, dirán la última palabra.
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