LA HABANA, Cuba.- En Cuba, desde hace 57 años, las crisis son recurrentes, los progresos efímeros, la realidad distorsionada por la propaganda y las personas, comprometidas políticamente en público. Las acusaciones contra Estados Unidos y el embargo-bloqueo se recrudecen. Los dirigentes se mantienen renuentes a los cambios indispensables para la participación efectiva y creadora de todos los cubanos y culpan a otros de su incapacidad por miedo a la pérdida del poder omnímodo.
Los elogios de Raúl Castro a Obama se convierten en acusaciones de dirigentes y titulares de los periódicos como “Falacias en el discurso de Estados Unidos”, en el diario Juventud Rebelde, ante la Directiva Presidencial sobre Cuba emitida por el mandatario norteamericano el 14 de octubre. Las enmiendas a las restricciones por los Departamentos del Tesoro y Comercio, en vigor el 17 de octubre, son nombradas “El paquetico de Obama”, y las modificaciones son tenidas por tenues migajas.
Las campañas político-ideológicas y la represión contra opiniones distintas a las dictadas toman fuerza para enfrentar el descontento popular, que continuará incrementándose a igual ritmo que la crisis económica, política y social, con la desventaja para los dirigentes de carecer de credibilidad entre la población.
Las autoridades mantuvieron una atmósfera sosegada respecto a Estados Unidos mientras ejecutaban el acercamiento desde el 17 de diciembre de 2014, pero la empatía de los cubanos con Obama comenzada por la política pueblo a pueblo y sus medidas para el mejoramiento de la calidad de vida de la población desde 2009, alcanzó cotas tan elevadas desde su visita a Cuba en marzo de 2016 que la propaganda para procurar contrarrestarla se inició cuando aún el presidente se encontraba en el aeropuerto de La Habana.
En julio, Raúl Castro anunció las nuevas dificultades económicas, con restricciones para afrontarla. La caída en picada de la aceptación al gobierno continúa por la mutación de los cambios prometidos en medidas constreñidas. En consecuencia, la producción y la productividad no han crecido, los salarios permanecen deprimidos, los precios son elevados, el desabastecimiento se recrudece y será aun mayor en 2017.
La respuesta gubernamental durante 2016 ha sido el retorno de las prohibiciones para controlar los productos agrícolas con el pretexto de establecer precios justos, y el cerco a los cuentapropistas. La promesa del presidente de legalizar la propiedad privada, que conferiría estatus legal a los embriones de las mini, pequeñas y medianas empresas, vistas desde el extranjero como una demostración de apertura y en el interior del país como ayuda al empleo, el sostenimiento familiar y el apoyo a la macroeconomía, afrontan la zozobra de cierre por multas, decomisos y pérdida de las licencias, e inclusive procesos judiciales bajo acusaciones de compra-venta indebidas, venta o permiso de drogas y prostitución, lavado de dinero procedente del extranjero.
La desmotivación de los jóvenes se manifiesta en la negativa a incorporarse como militantes de la Unión de Jóvenes y el Partido Comunistas y a asumir responsabilidades en los Comités de Defensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas, la Central de Trabajadores de Cuba, los órganos del Poder Popular y los cargos de los centros de trabajo. El partido procura fortalecer las organizaciones estudiantiles y hacer atractivas sus actividades, pero los jóvenes se limitan a realizar lo necesario para mantener su educación y trabajo.
Sin embargo, la compulsión está siendo adecuada a las nuevas circunstancias, como la “atención” de la UJC a los cuentapropistas. Más notablemente se han impuesto “actos de repudio” y la firma de rechazo al programa de verano de la World Learning (organización no gubernamental de Estados Unidos fundada en 1992 con presencia en 140 países, según el periódico Juventud Rebelde del 23 de septiembre), donde participaron estudiantes de entre 16 y 18 años en 2015 y 2016. La convocatoria fue publicada por la organización y el gobierno cubano no se opuso, pero parece que el gran interés de los jóvenes motivó la imposición “voluntaria” del rechazo público masivo firmado y presentado por la televisión.
Inmediatamente se pasó a los actos en centros estudiantiles, laborales y organizaciones de la “sociedad civil revolucionaria” contra el bloqueo (embargo), y las interpretaciones de la directiva y las nuevas medidas del presidente Obama. Similar continuidad de embate ha comenzado contra la convocatoria para presentar solicitud a la financiación de proyectos en el programa para promover los derechos civiles, políticos y laborales en Cuba, publicado por el Departamento de Estado. El artículo “Estados Unidos mantiene su receta subversiva contra Cuba” fue publicado por el diario Granma, el 24 de octubre.
Difícil compaginar las agresivas interpretaciones y las exigencias de que Obama haga más mediante sus prerrogativas con la necesidad del gobierno cubano de recomponer las relaciones con Estados Unidos, fundamentalmente económicas y comerciales para que lleguen los créditos e inversiones, como medio indispensable para soportar la crisis. Difícil compaginar la campaña contra el bloqueo, cuando al mismo tiempo se injuria al presidente opuesto al embargo. Más difícil aún es voltear a los cubanos, cuando el mandatario norteamericano enumeró ante Raúl Castro por televisión en vivo sus conceptos y programa, y mostró que cambiaba los métodos, no los propósitos.
La directiva presidencial sobre Cuba argumenta los motivos, los objetivos, la ejecución y las propuestas para continuar la diplomacia pueblo a pueblo proactiva, que cambió la política que mantuvo Estados Unidos durante casi 55 años. Indudablemente, defiende los intereses de Estados Unidos, pero con oportunidades para los cubanos que contribuirán a los intereses de Cuba según las aprovechen sus gobernantes y participe toda la sociedad civil. La apertura, el diálogo y la negociación que se realiza hacia el extranjero, tienen que propiciarse al interior de Cuba.