LA HABANA, Cuba.- Mientras los izquierdistas gimen por su fracaso, muchas cosas siguen ocurriendo en este mundo y a ellos no les importa, como que la Tierra gire por su derecha y que se mueva como un yo-yo feliz y contento, lleno de vida. Mucho menos les importa que, justo delante de los ojos de todos, los países con gobiernos enemigos del izquierdismo sean los que prosperan, los que van a la vanguardia de la modernización.
No les importa, a los izquierdistas, que Australia se enorgullezca de su nuevo tren de más de un kilómetro de longitud, que viaja a 85 kilómetros por hora para cruzar el país de norte a sur; que Francia lo haga con sus coches eléctricos que en forma de burbujas vuelan por encima del agua, un invento ecológico que no hace ruido ni provoca olas; o que Suiza posea el túnel más largo y profundo del mundo, con 57 kilómetros de largo y a 2 mil 300 metros bajo los Alpes, considerada “la construcción del siglo”.
Tampoco parece importarles que Alemania se proyecte a los ascensores sin cables, que funcionarán mediante levitación a cinco metros por segundo, utilizando la misma tecnología de los trenes bala japoneses; que Estados Unidos esté a la vanguardia de la modernización tecnológica, país en el que se dice que pronto desaparecerán los semáforos, pues los investigadores de Massachusetts exponen que el uso de coches que no precisan de conductor llevará al país a una nueva forma de organizar el tráfico en el futuro; y mucho menos que Japón, que además de ser considerado como modelo mundial de la dieta saludable, pronto traslade a sus habitantes en trenes “invisibles”, construidos con materiales “semi reflejantes”, lo que permitirá camuflajearse con el paisaje al hacerse poco perceptible al ojo humano.
Mientras todo eso ocurre, los izquierdistas sólo piensan en sentarse en la poltrona del Poder, alardear, comportarse como si fueran los seres más importantes del mundo, aplastando a quienes se le oponen, y no piensan, por supuesto, en las consecuencias de sus travesuras legales, como le ha ocurrido a Lula y compañía.
Cuando, según las evidencias, la poltrona de los izquierdistas se tambalea, hacen como Ortega en Nicaragua y acuden a la violencia, denunciada incluso por autoridades religiosas, y giran nuevamente hacia el diálogo cuando no les queda otro remedio. O como Evo en Bolivia, que acusa de mentirosos a los que piensan distinto a él, pues su fin es mantenerse como jefe máximo de algunos indígenas. Maduro, único candidato, único dictador. Y tenemos a Putin, que como mucho le queda de estalinismo es el peor ejemplo, por sus guaperías bélicas y su cuarto “mandato” como presidente.
Así va la izquierda, de fracaso en fracaso. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional -FMLN- se vio en un revés electoral tan duro, que lo obligó a mirarse por dentro; mientras que con los terroristas ETA en España ocurrió lo esperado: emitieron hace unos meses una declaración en la que confirman el desmantelamiento de sus estructuras y daban como concluida sus actividades.
Por último, Cuba, ejemplo de retroceso. Basta saber que mientras los hombres de las cavernas usaban palillos para la limpieza dental, el gobierno izquierdista de los Castro jamás ha podido fabricarlos, y han estado ausentes en el país desde hace sesenta años. Fidel Castro suprimió de una patada el tradicional comercio cubano, para dar paso años después a los merolicos y paladares, necesitados de cursos de adiestramiento para hacer una pizza, o un arroz congrí a la cubana.
Pero algo logró la dictadura castrista en sesenta años de aprendizaje: confeccionar el tabaco más largo del mundo y obtener un premio Guinness, mientras sus masas roban para comer, como todo país empobrecido, viajan en ómnibus Yutong, cuyo records de accidentes mortales crece por día, y hacen como que trabajan.