LA HABANA, Cuba.- En la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que tuvo lugar el martes 29 de diciembre, quedó reafirmada, una vez más, la miopía de los dirigentes cubanos en lo tocante a los problemas económicos y políticos de la nación. Desde los devaneos de un presidente no apto para el cargo, hasta la sarta de argumentos pedestres que no respondieron a las inquietudes formuladas por los diputados, lo debatido en la Asamblea ha redoblado el pesimismo de cualquier cubano que, en lugar de embriagarse hasta la inconsciencia para celebrar el fin de año, haya prestado atención a lo dicho por los dueños de Cuba.
Además de los planes surrealistas para los sectores del Transporte y la Industria, llamó la atención la capacidad inigualable de los diputados para hacer su pregunta, aceptar respuestas vagas o ambivalentes y callar. Ni uno solo de los participantes ripostó las explicaciones descabelladas ni cuestionó el absurdo de comentarios como el del propio Raúl Castro quien, ante la intervención de un diputado espirituano que denunció la inflación de los precios de los alimentos, concluyó: “Debemos buscar soluciones aunque sean transitorias para evitar que unos cuantos pillos continúen enriqueciéndose. Es necesario tomar medidas en este sentido, aunque nos volvamos a equivocar”.
Esta frase resume la esencia del pensamiento político de los dirigentes cubanos: tomar decisiones a ciegas y sin temor a equivocarse, porque en resumidas cuentas esos errores los paga el campesino Liborio o, lo que es lo mismo, el pueblo cubano. La frase emitida por el Presidente refrenda el carácter experimental de un socialismo que a golpe de represión, hambre, fracturas familiares y muertes se ha mantenido renqueando durante más de cinco décadas. ¿Cuántos millones de pesos y dólares han costado al pueblo de Cuba medio siglo de decisiones tomadas a riesgo de equivocarse? Ese es el precio del voluntarismo político, pero la única respuesta sigue siendo de silencio y pasividad.
Desde hace años el mercado cuentapropista altera los precios a voluntad y juega con el hambre del cubano sin que se tomen medidas. No hay que esperar a una Plenaria de la Asamblea Nacional para conocer la existencia de este mal, pues la queja y la denuncia están en boca del pueblo. El presidente y sus edecanes son conscientes de la escasez de alimentos y el alza brutal de los precios; pero estas circunstancias no les perjudican. Basta con señalar el problema en los medios de comunicación y simular cierta preocupación para que los crédulos piensen que será solucionado.
Es una manipulación largamente implementada y dirigida a desorientar al pueblo, que no se explica cómo el mercado minorista está permanentemente desabastecido si la emisión de turistas a Cuba alcanzó la apabullante cifra de tres millones en el año 2015. Piénsese hipotéticamente que cada uno de esos tres millones de turistas gasta en la Isla solo 100 CUC, cosa que no sucede. Ese mínimo tentativo de 300 millones es suficiente para abastecer el mercado minorista nacional durante tres años, si se administran e invierten adecuadamente. Pero son demasiados el robo y la malversación.
La iniciativa privada no puede prosperar con los precios abusivos de la red estatal y recurre constantemente a la ilegalidad y al acaparamiento. La mala gestión gubernamental en el mercado minorista no asegura la disponibilidad de bienes para suplir al pueblo y a las personas que poseen negocios. Dicho panorama, por demás, no va a cambiar en el futuro inmediato, pues según explicó con especial vaguedad Marino Murillo Jorge (Ministro de Economía y Planificación), el principal obstáculo para la existencia de un mercado mayorista es la dualidad cambiaria de Cuba.
Cada año se espera la unificación de la moneda para ser, al menos en ese sentido, un país normal. Pero cuando esto suceda el cubano promedio no va a percibir mejoras en su gestión económica, pues los precios continuarán siendo excesivos en relación a los ingresos individuales y la vida se tornará más precaria. Se especula que el PIB cubano crecerá solo un 2% en 2016 debido a la caída de renglones de exportación como el Níquel. Según el profeta Murillo, esta cifra irrisoria, sobre el 4 % alcanzado en 2015, constituirá un logro notable. ¿Para quién?
Pese a los reiterados casos de corrupción, ineficiencia e incumplimientos en la producción durante 2015, Raúl Castro declaró positivo el trabajo a lo largo del año. Tal aseveración, por supuesto, no puede entenderse; pero menos aún el inesperado nombramiento de Jennifer Bello Martínez que, con solo 23 años, sin haber concluido aún su carrera universitaria ni ser conocida por el pueblo cubano, ha sido promovida a miembro del Consejo de Estado, con derecho a ocupar un escaño en la Asamblea Nacional del Poder Popular y, por consiguiente, a participar en la toma de decisiones en nombre del pueblo de Cuba. ¿Cuál es el origen de esta joven? ¿Cuáles es su trayectoria además de haber dirigido la FEU, donde no escasean los cabecillas corruptos? ¿Cuáles son sus méritos para elevarla a un puesto de tan alta responsabilidad? La decisión puede ser un intento más para manipular y entusiasmar a la indolente juventud cubana, pero lo cierto es que pone en evidencia cómo se dispone del poder en Cuba, sin el conocimiento y la aprobación de sus hijos.
Tras el opaco discurso de clausura de Raúl Castro, los cubanos solo pueden esperar, para 2016, el agravamiento de las circunstancias internas, matizado por una inestable política exterior que ahora deberá ser replanteada en función de las nuevas administraciones de derecha, llamadas a enrumbar el destino de países como Argentina, Venezuela y Brasil, tras el creciente desprestigio de los gobiernos rojos.