MIAMI, Florida, junio, 173.203.82.38 -El apoyo recibido por Ollanta Humala por parte del escritor Mario Vargas Llosa y del ex mandatario Alejandro Toledo, quien optó por sostener al acusado de la intentona para sacarlo del gobierno cuando era presidente, deja abiertas muchas interrogantes acerca de la manera peculiar en que funciona el proceso democrático en América latina.
Aunque el margen de diferencia fue estrecho según indicadores de los informes que iban llegando a medida que terminaban los conteos de votos, Humala consiguió alzarse con la presidencia del Perú frente a su rival Keiko Fujimori, sacando una cifra superior a los 300 mil boletas, lo cual es algo más que ganar por una nariz. Lo suficiente para que el próximo 28 de julio el actual gobernante Alan García entregue la dirección del país a su sucesor elegido democráticamente.
Pero no muchos están contentos con el resultado de lo que se consideraba elegir el menor entre dos males. Después de generar numerosas dudas por el pasado que lo llevó a destacarse en las noticias, Ollanta Humala tranquilizó los ánimos prometiendo cambios de enfoques, principalmente en sus afinidades con Hugo Chávez. Humala perdió la oportunidad de llegar a la Casa de Gobierno hace cinco años por su discurso agresivo, con demasiado sabor a socialismo del siglo XXI. La gente lo percibió entonces como el mal mayor y dio su preferencia a García.
Para esta ocasión Humala buscó otro modelo de campaña y escogió el más apropiado. La fuerza política que llevó a Lula da Silva en Brasil asesoró al candidato peruano en un acercamiento cuyo alcance podrá ser calibrado una vez verificado el traspaso de poderes. El futuro despejará si Ollanta Humala comprendió que el liderazgo del Partido de los Trabajadores brasilero es la alternativa a seguir para Latinoamérica. De mantenerse en ese itinerario la imagen de Brasil ganaría un escaño importante como mentor político-económico continental, dejando la fórmula chavista relegada a un segundo plano como descartable. De aquí se deriva otra cuestión sobre la disposición de Chávez a ceder un liderazgo que disminuya su influjo fatal, como ya ocurrió en Honduras y ahora en Perú al menos para comenzar.
Humala no esperó siquiera a ocupar sitio en la llamada casa de Pizarro y adelantó una gira por varias naciones vecinas. Esta agenda temprana se inició en el coloso brasileño, donde fue recibido con todo miramiento por Digna Rousseff, quien expresó satisfacción por las coincidencias con su casi homólogo peruano. El periplo concluyó en Chile donde el visitante conversó con Piñera sobre una solución bilateral de la disputa que ambos países mantienen sobre límites marinos. Una buena manera de solucionar problemas de soberanía mediante acuerdos entre partes y no con bravatas.
La vuelta fue aprovechada por Humala para despejar dudas y temores. Mientras mantiene el compromiso social que movió a los sectores menos favorecidos a darle el beneficio de las urnas, en particular los campesinos, no obvió en sus promesas a empresarios, prensa y oposición, tendiendo puentes y ofreciendo garantías de respeto a la institución democrática.
Claro que su homologo de Caracas hizo lo mismo. Prometió mucho y después que se sentó al volante fue apretando las clavijas a su conveniencia hasta llegar al punto en que se encuentra la nación venezolana. Si hay una pregunta que deja lugar a las dudas en esta parte es el parecido en el pasado de Chávez y Humala. Dos ex militares relacionados con hechos de fuerza, enrolados de pronto en la vida democrática y un alto grado de populismo en sus proyecciones. Solo que algunas realidades del mundo que cambia con vertiginosa prontitud ya no juegan el mismo papel.
Por ahora todos se queda en preguntas. Algunas soportar el riesgo de aventurar una respuesta. En el caso del indulto de Alberto Fujimori no es inseguro que este le sea concedido por un Humala triunfador en un gesto de humanismo que le reporte más beneficios que críticas, e incluso le capacite para conceder igual merced a su hermano y hasta al controversial caso de Abigail Guzmán.
¿Caerá Perú bajo la influencia de Chávez y su delirante socialismo cuasi fascista? No es imposible adelantar una respuesta negativa a esta cuestión. La relación puede quedar en vínculos de coincidencia en algunos temas pero sin caer en una alianza que comprometa el crédito de Brasil, una potencia en ciernes que sigue una senda racional, trabajando en su provecho a la par de lo que se define como mundo occidental. Humala parece estar en consonancia con esa postura cuando expresó que “… lo importante es el tema programático, no el ideológico. Bienvenidos todos (los que estén de acuerdo con nuestras propuestas). No importa el color del gato, no perdamos tiempo en eso porque es quedarnos en el pasado. Lo importante es que cace ratones, dentro del marco de la ética”.
Aparte de declararse nacionalista y humilde ciudadano capaz de entrar en el juego político con sus oponentes, Humala propone un plan que no puede ser objetado, al menos en su intención. Cobrar las sobre ganancias mineras, encarcelar a los corruptos, reforma policial, revisión de ciertos detalles en los tratados de libre comercio para defender la producción nacional, consolidar la economía a través del fortalecimiento de la agroindustria, la agricultura, la ganadería, las industrias nacionales y las pequeñas empresas, son los aspectos principales de su programa. La lista incluye la creación de un Sistema Universal de Salud gratuito, así como priorizar el uso del agua al consumo humano.
La gran incógnita de todas maneras quedará despejada cuando el próximo presidente de Perú inicie sus funciones plenas en julio, durante el desarrollo de su gestión como gobernante. Humala podrá hacer justicia a su reclamo de que en política no siempre se debe vivir atado a impresiones del pasado, pues la gente puede cambiar sus nociones. Entonces se sabrá con certeza si en verdad se eligió lo mejor entre dos malas posibilidades o por el contrario se repite el error.