La historia la escriben los que la escriben


MIAMI, Estados Unidos.- Cuando de historia se habla, muchos repiten un celebre refrán: “La historia la escriben los vencedores”. Durante una comparecencia reciente en el programa de televisión Palabra Precisa, Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas y ex ministro de Cultura (1997-2012 y 2016-2018) de la dictadura castrista, expresó su disgusto por lo que considera ser el daño que se le está haciendo a la historia de Cuba.
Durante su intervención, Prieto dijo que “Quien no tiene suficiente cultura puede tender a creer que los hemos estado estafando nosotros”. Agregó que “lo que están haciendo con la Historia, como lo que están haciendo en general para dañar la imagen de la Revolución ante las nuevas generaciones que conocen menos de aquel pasado, está trabajado en laboratorios de los yanquis”.
A pesar de sus quejas, Prieto se jactó del papel que, según él, el régimen castrista ha jugado en el desarrollo de la historiografía cubana a partir de 1959. Aludiendo a la famosa frase, Prieto declaró: “Se dice que la Historia la escriben los vencedores, en este caso los vencedores somos nosotros, los revolucionarios cubanos, y hemos escrito mucho de Historia y mucho material para analizar y consultar”.
A Prieto se le va el concepto de que, de entrada, la historia escrita se beneficia de la calidad del material, no necesariamente de la cantidad. El hecho de que “los revolucionarios cubanos” hayan escrito “mucho material para analizar y consultar” no equivale a que ese material venga de fuentes fidedignas o que contribuya de manera significativa al estudio de la historia cubana.
Al estudiar cualquier “material”, el historiador siempre necesita hacer varias preguntas. ¿La fuente es primaria o secundaria? ¿Quien escribió el material? ¿Qué posible parcialidad existe en la fuente? Es posible que los historiadores cubanos encargados de escribir la historia oficial de la dictadura castrista contesten algunas de estas preguntas mientras que estas respuestas no contradigan la historia que el oficialismo quiere contar.
El buen historiador también tiene el deber de consultar una gran variedad de fuentes, con el fin de que la historia se escriba con diferentes perspectivas y matices que vayan más allá del rojo y el negro.
Cuba ha sido la cuna de grandes historiadores. Desafortunadamente, la historiografía oficial que Prieto representa solo reconoce algunos, entre ellos Fernando Ortiz Fernández, Ramiro Guerra Sánchez, Emilio Roig de Leuchsenring, Julio Le Riverend Brusone, Juan Pérez de la Riva, Jorge Ibarra Cuesta y Manuel Moreno Fraginals. Cada uno de estos historiadores contribuyó al conocimiento de la historia cubana. Sin embargo, la dictadura castrista los señala por haber permanecido dentro de Cuba tras la llegada del castrismo o por cualquier simpatía ideológica que tuvieran por la revolución cubana.
El hecho es que la lista de historiadores cubanos es abundante. La historia de Cuba tampoco se puede estudiar y entender sin las obras de Emeterio Santovenia Echaide, Herminio Portell Vilá, Levi Marrero, Carlos Márquez-Sterling, Jorge Mañach, Guillermo de Zendegui, Octavio R. Costa, Raúl Shelton, Félix Lizaso, Juan Remos, Lydia Cabrera, Roberto Agramonte, y muchos más. Todos estos autores comenzaron su labor historiográfica en la Cuba republicana y eventualmente cayeron en desgracia por exiliase. En el exilio, estos historiadores continuaron a expandir sus contribuciones a la historiografía cubana. Hoy, sus obras permanecen prohibidas en Cuba y sus contribuciones literarias han sido desprestigiadas como trabajos producidos, según Prieto, “en laboratorios de los yanquis”.
A Abel Prieto le molesta que las nuevas generaciones que la revolución quiso crear como un híbrido entre los “pinos nuevos” martianos y el “hombre nuevo” castrista, una especie de monstruo de Frankenstein caribeño, se les están virando. En vez de leer historias extensas, leen notas breves en las redes sociales. De lo que no se dan cuenta Prieto y el resto de los altos jerarcas de la dictadura es que estas nuevas generaciones, rompiendo las fronteras del conocimiento en la Edad Cibernética, están escribiendo su propia historia.
En memoria del Dr. Ángel Cuadra Landrove
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