LA HABANA, Cuba.- Era 1959 y Fidel Castro rompías las relaciones de Cuba con Corea del Sur, que habían sido establecidas en 1949 durante el gobierno provisional de Sigman Rhee en el país asiático. En cambio, el líder de la joven revolución entabló amistad con la República Popular Democrática de Corea, gobernada por el dictador Kim Il-sung.
A pesar de la gran distancia geográfica entre La Habana y Pyongyang, los vínculos entre ambos gobiernos totalitarios han sido bien estrechos, caracterizados por la permanente alianza política e ideológica, y una gran identificación en la lucha contra los Estados Unidos.
Y como quiera que los gobiernos de La Habana y Seúl no mantienen relaciones casi de ningún tipo desde hace ya 57 años, resultó todo un acontecimiento la reciente visita a la capital cubana del ministro sudcoreano de Asuntos Exteriores, Yun Byung-se, quien asistió en calidad de observador a la Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC).
Pero el punto central de la apretada agenda del jefe de la diplomacia sudcoreana, durante sus dos días de estancia en La Habana, fue explorar la posibilidad del restablecimiento de las relaciones entre Corea del Sur y Cuba.
El canciller de Corea del Sur fue recibido por su homólogo cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en el Palacio de las Convenciones. El encuentro, a puertas cerradas y previsto inicialmente para una media hora, se prolongó por espacio de 75 minutos.
Concluida la reunión con Bruno Rodríguez, el canciller sostuvo un encuentro con reporteros sudcoreanos presentes en La Habana, a quienes manifestó que las conversaciones con su par cubano fueron “amigables, serias y honestas”. Explicó que ambas partes “intercambiaron una gran variedad de perspectivas sobre temas bilaterales, regionales y globales”.
El canciller surcoreano no hizo comentarios sobre la normalización de las relaciones entre ambos países, pero se mostró optimista sobre el asunto. Dijo que espera celebrar “diálogos de seguimiento a diversos niveles con miras al futuro” y añadió que el gobierno surcoreano planea realizar “un gran esfuerzo con el fin de mejorar las relaciones bilaterales”.
Dejó claro que a pesar de que las relaciones entre ambos países avanzan despacio en diversos campos, llegó el momento de centrarse en el potencial que tienen ambas naciones. Acotó que pudo percibir una proximidad entre ambos países, demostrada por la cortesía del gobierno cubano durante su asistencia a la cumbre de la AEC, y en el tiempo adicional dedicado a los diálogos.
El canciller cubano agradeció a Yun sus comentarios y dijo tener “grandes expectativas” de trabajar con Corea del Sur en temas como el cambio climático y el desarrollo sostenible, dos de los principales temas de la agenda de la cumbre de este año de la AEC.
Este encuentro entre los cancilleres Yun y Rodríguez fue el resultado de las negociaciones que durante un tiempo han sostenido Seúl y La Habana. Hábilmente se aprovechó la condición de Corea del Sur como miembro observador de la AEC para realizar este encuentro que fue, en definitiva, el objetivo principal del viaje de Yun a la capital cubana.
Esta movida del gobierno cubano responde a la necesidad de buscar un mercado que le proporcione, en condiciones ventajosas, los recursos que la Isla necesita y que no puede brindar su socio ideológico, Corea del Norte, bajo los efectos de las sanciones internacionales impuestas por la ONU debido a la irresponsable carrera nuclear que lleva a cabo Pyongyang.
Es natural que el régimen cubano fije sus ojos en uno de los “Tigres Asiáticos”. Corea del Sur, junto a Hong Kong, Singapur y Taiwán, son las economías que más crecimiento han llegado a registrar en el sudeste de Asia.
Corea del Sur llegó a tener su actual desarrollo como resultado de la aplicación de una inteligente política. El dictador Park Chung-hee, en el poder desde 1962 hasta 1979, estrechó las relaciones con Estados Unidos, posibilitó la inversión extranjera y el surgimiento de grandes conglomerados industriales (chaebol, que significa negocio familiar o monopolio) que contaron con el apoyo de las transnacionales norteamericanas.
Todo ello dio lugar a un cambio radical del antiguo modelo económico, que pasó de agrario a industrial, posibilitando superar con creces en el plano económico a sus vecinos norcoreanos y lograr la prosperidad. El chaebol se hizo presente en diferentes sectores económicos con su fuerte crecimiento, desarrollo tecnológico, diversificación y gran dimensión empresarial. El gobierno otorgó a las empresas nacionales un fuerte apoyo financiero para que lideraran el despegue económico del país.
¿Resultado? El producto interior bruto se disparó. Al aumentar las infraestructuras y productos nacionales y desarrollar una política de externalización, se acumuló mucho capital en forma de divisa extranjera. En menos de 30 años, ya Corea del Sur había alcanzado a Hong Kong, Singapur y Taiwán.
Algunas características de esas economías son: abundancia de mano de obra barata, bajos salarios por largas jornadas y carencia de derechos laborales.
También está la creación de las zonas francas portuarias, donde las empresas están exentas de impuestos y aranceles, y se les ofrece una legislación especial en materia laboral (la limitación de los derechos sindicales), además de mejoras de infraestructura a cargo del Estado.
Por último se encuentra la fuerte inversión estatal y el desarrollismo dirigido, llevando la contraria a las directrices del Fondo Monetario Internacional.
Estos factores fueron aprovechados por las industrias de los países desarrollados, que se trasladaron a territorio de los “Tigres”. Ellos, por su parte, siempre tuvieron en la mira la protección de sus intereses nacionales, la competitividad y las expectativas del empresariado local.
Debido a sus limitaciones territoriales, su escasa disponibilidad de tierra cultivable y de recursos naturales, no basaron su crecimiento en la exportación de productos primarios. Y tuvieron éxito. Mucho.
Esas son precisamente las condiciones que el gobierno cubano ve en Corea del Sur, aunque sea aliado de Corea del Norte.
La displicente atención que el canciller Bruno Rodríguez brindó a su colega sudcoreano es una señal bastante clara de que el restablecimiento de la relaciones diplomáticas puede estar a la vuelta de la esquina.
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