LA HABANA, Cuba.- A cada rato aparece alguna frase o palabrita que el castrismo incorpora a su arsenal discursivo en aras de reforzar el adoctrinamiento de la población, y los medios de difusión se encargan de repetirla hasta el cansancio, hasta llegar a saturar a sus destinatarios. Por estos días se ha puesto de moda el concepto “descolonización cultural”.
El concepto ha sido expresado profusamente por el mandatario Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien se refirió a él en el reciente Consejo Nacional de la UNEAC, en la jornada dominical en que guataqueó un surco de plátanos ─al menos hasta que tomaran algunas fotos─ acompañado de su tropa juvenil, y también durante la visita que realizó a La Casa del Caribe, en Santiago de Cuba, para presenciar la Fiesta del Fuego.
En este último sitio, tras alabar los rasgos cubanos y caribeños que están presentes en este evento, el heredero de los Castro afirmó que “la única manera de contrarrestar la colonización cultural a la que se nos intenta someter es cuidando nuestras propias tradiciones”.
Aunque la descolonización por la que aboga el benjamín del poder se relaciona fundamentalmente con el terreno cultural, el concepto parece ser mucho más amplio, y abarcar otras facetas, como la político-ideológica. A ratos se asemeja a aquella terrible Revolución Cultural que llevaron a cabo los maoístas en los años 60, y que tuvo muy poco de cultural, y mucho de represión contra la más mínima disidencia.
Todo indica que cualquier corriente de pensamiento proveniente del exterior, en especial de los países de Occidente, que se aparte de los lineamientos culturales e ideológicos de la jerarquía castrista, es considerada como colonizadora por el señor Díaz-Canel. Según el punto de vista oficialista, los cubanos no deben imitar las modas y costumbres de otras sociedades, y mucho menos sentirse subestimados por no comulgar con lo que ofrecen las sociedades capitalistas. Es decir, que los gobernantes de la isla nos recomendarían algo así como el ejemplo de Corea del Norte para estar libre de las “malas” influencias foráneas.
En ese contexto no es difícil imaginar que conceptos tales como la democracia, las libertades individuales y los derechos humanos formen parte de la colonización cultural que el castrismo se empeña en combatir. El señor Díaz-Canel y compañía pretenden que las nuevas generaciones ignoren la universalidad de tales derechos, y en su lugar los sustituyan por teorizaciones que legitimen el estatus actual de la clase dominante insular.
En el plano de la realización práctica, ya el castrismo alista sus piezas para dar la batalla al supuesto colonialismo cultural. En primer término se aprestan a maniobrar en las redes sociales. El señor Abel Prieto aboga por que se enseñe a los escolares la mejor manera de utilizar esas redes. O sea, de la manera que les conviene a los gobernantes. Mientras tanto, el ex espía Gerardo Hernández piensa crear un nuevo cargo en las instancias de base de los Comités de Defensa de la Revolución, que él dirige. Se trata de los activistas de las redes sociales, los cuales tendrán la misión de divulgar las actividades que realizan los chivatos en los barrios y cuadras de la nación.
Por supuesto que también se continuará haciendo énfasis en la enseñanza de la Historia. Una historia no precisamente apegada a la objetividad de los hechos del pasado, sino interpretada de forma tal que parezca como si la revolución de Fidel Castro hubiese sido el auténtico colofón de todas las luchas de nuestro pueblo por su libertad.
Aquella frase que el Papa Juan Pablo II pronunció en nuestra tierra en 1998: “Que Cuba se abra al mundo, y el mundo se abra a Cuba”, de seguro le parecería subversiva al señor Díaz-Canel.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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