LA HABANA, Cuba. – Teresa Casuso Morín fue una de las mujeres más bellas, célebres y polifacéticas del siglo XX cubano: escritora, periodista, poetisa, actriz, diplomática y directora de revistas con un transitar de gran valor humano en la historia política del país.
Tras los dos primeros años del castro-comunismo renunció a todos los privilegios que había ganado y se exilió en Miami, Estados Unidos, donde murió a los 82 años.
El día 13 de octubre de 1960, Teresa Casuso Morín echó una carta al correo pidiéndole a Fidel Castro que la relevara del cargo de embajadora extraordinaria “de facto” ante la Organización de las Naciones Unidas, posición a la que había llegado pocos meses antes.
En la prensa cubana nada se dijo. De esa manera, quedaba en el olvido la historia de esta mujer, amiga de Carlos Prío Socarras, Raúl Roa, Eduardo Chibás y numerosos periodistas y hombres de letras, comprometidos con la causa de la democracia
De la vida de Teresa no se escribe en Cuba, ni siquiera por haber sido el gran amor de Pablo de la Torriente Brau, es decir, la mujer que a partir de 1930 lo acompañó siempre en sus lides políticas; y de haber protagonizado el movimiento de oposición a la dictadura de Gerardo Machado.
En México, a partir de 1956, fue amiga de Fidel. Se convirtió en su secretaria de prensa y consejera y la más importante colaboradora para la lucha armada.
Cuando Teresa Casuso murió en Miami, ya estaba completamente ignorada en la “nueva historia” cubana. Había tenido la osadía de romper con el “Comandante en Jefe” y explicar las razones en un libro titulado Cuba y Castro, editado por Plaza Janés en 1963, en el cual cuenta que tres años antes de su renuncia había descubierto las malas intenciones que Castro tenía para Cuba.
En su libro, Casuso describe la derrota económica que hoy sufre Cuba “producto de la personalidad maléfica de Fidel, convertido en un Savonarola con su tea encendida (…), un hombre con la obsesión de imponer sus ideas, las que él llama ‘revolución’ (…), mientras una gran parte del pueblo cubano se dejó arrastrar por su demagogia, su astucia y habilidad”.
En muy poco tiempo, la doctora Casuso vio como el enfant terrible lo arruinaba todo a su paso: industria, comercio, turismo, en nombre de lo que se iba a hacer después, que no fue otra cosa que una dictadura totalitaria.
En Cuba y Castro, Teresa Casuso cuenta su vida desde muy joven, rememora cómo luchó tenazmente por encontrar los escritos de su difunto esposo, Pablo, secuestrados por el Partido Comunista de Cuba. No deja de narrar el ambiente gangsteril que se había apoderado de la Universidad de La Habana en los años 50, donde Fidel Castro se daba a conocer como miembro de aquellos grupos armados.
El libro de Teresa Casuso también revela que en 1956, en México, poco antes de la expedición del yate Granma, “Fidel se echaba encima un propósito para el cual no tenía conocimientos suficientes”.
Sin embargo, la cubana reconoce que sí lo acompañaba la fe. “No sé si instintiva, ciega, como presintiendo que su verdadero don es aquello que la gente supersticiosa llama buena estrella, que indudablemente posee y que tiene que aprovechar antes de que se eclipse”, explica.
Cuando describe la personalidad de Fidel se refiere a su predilección por la muerte. Dice que el “máximo líder” creó “el lema dilemático ‘Patria o Muerte’” y lo difundió “para penetrar de tragedia a nuestro pueblo, hasta por los teléfonos, para escuchar esa exclamación trágica en discos automáticos”.
Las últimas palabras que aparecen en el libro de Teresa Casuso son: “No pude seguir a su lado, contribuir al desastre de Cuba. Sufro por eso”.
Y descansó su alma en paz, con sus manos muy limpias.
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