LA HABANA, Cuba. – Hace 62 años, el 13 de junio de 1959, con la partida de Cuba hacia República Dominicana de una expedición para combatir al dictador Rafael Leónidas Trujillo, se iniciaba la primera aventura bélica del régimen castrista en el exterior.
Entre Fidel Castro y Trujillo existía una enemistad de larga data. En 1947, Fidel Castro había participado en la frustrada expedición antitrujillista de Cayo Confites. Ya en el poder, Castro se enfureció porque el dictador dominicano, que le había dado refugio a Fulgencio Batista tras su huida de Cuba luego de cobrarle un cargamento de carabinas San Cristóbal que le debía, le ofreció su apoyo para derrocar al recién instalado régimen revolucionario.
La guerra entre Trujillo y Fidel Castro se inició con un rocambolesco episodio en el que el entonces comandante Eloy Gutiérrez Menoyo logró la captura en Trinidad de un avión cargado de armas enviado por el dictador dominicano para derrocar al régimen revolucionario. La operación fue supervisada por Fidel Castro, que, cuando todo estuvo bajo control, no perdió la oportunidad de posar como el héroe de la película.
Para Castro, que estaba siempre en busca de enemigos, Trujillo era el villano perfecto: un tirano sanguinario, estrafalariamente ridículo con su tricornio emplumado, su bigotico de mosca y los entorchados y medallas autoconferidas que le ganaron el mote de Chapitas.
El mandamás estaba en deuda con los antitrujillistas que lo habían ayudado en su lucha contra el régimen de Batista. Por ello, se comprometió con el dominicano Enrique Jiménez Moya –que en 1958 llevó un cargamento de armas de Venezuela a la Sierra Maestra– a preparar militarmente en Cuba a los hombres que combatirían contra Trujillo.
En febrero de 1959, los antitrujillistas comenzaron a ser entrenados por oficiales del ejército cubano, al frente de los cuales estaba el comandante Roberto Fajardo, en el campamento Mil Cumbres, en la Sierra de los Órganos, Pinar del Río. El comandante Delio Gómez Ochoa coordinaba la operación e informaba de su progreso a Fidel Castro en las reuniones secretas que sostenían en las oficinas de los altos del Club 21, en El Vedado.
Para la expedición se integró un contingente de 198 hombres. De ellos, 151 eran dominicanos, 27 de otras nacionalidades y 20 cubanos del Ejército Rebelde. La veintena de cubanos, a los que ordenaron pelarse y afeitarse las barbas, provenían de la columna del comandante Camilo Cienfuegos. Los expedicionarios viajarían a República Dominicana en tres grupos. Dos grupos irían por mar y el otro en un avión C-46.
Los barcos en que iban los dos grupos que debían desembarcar por Maimón y Estero Hondo, partieron de Punta Arena, al norte de Holguín, custodiados por tres fragatas de la Marina de Guerra cubana, en la tarde del 13 de junio de 1959.
En las fotos de la partida, que no se dieron a conocer hasta muchos años después, los expedicionarios, con uniforme verde olivo, se ven sonrientes, como si fueran de fiesta. Camilo Cienfuegos, que acudió a despedirlos, era el único que no reía.
El C-46 en que fue el tercer grupo de expedicionarios partió de Manzanillo la tarde del 14 de junio. A bordo iba Jiménez Moya, el jefe de la expedición, y el principal asesor cubano, el comandante Gómez Ochoa. El avión no pudo aterrizar en San Juan de la Maguana como estaba previsto y tuvo que hacerlo en Constanza, bajo un aluvión de balas del ejército dominicano.
Los yates tardaron casi una semana en llegar a las costas dominicanas. Los desembarcos fueron desastrosos. El ejército y la aviación de Trujillo, que estaban esperándolos, mataron a la mayoría de los expedicionarios. Los sobrevivientes fueron cazados en pocos días, en un terreno montañoso que desconocían. Se cuenta que en las mazmorras trujillistas fueron sometidos a tales torturas que envidiaron la suerte de los muertos en combate. De los 20 cubanos, sólo dos sobrevivieron: Delio Gómez Ochoa y Pablo Mirabal.
En 1961, después de la muerte de Trujillo en un atentado en el que dicen estuvo involucrada la CIA, Gómez Ochoa y Mirabal fueron amnistiados y devueltos a Cuba. Entonces, era muy temprano para imaginar que la dictadura castrista duraría muchísimo más que la de Trujillo y que debido a su propensión belicosa nos esperaban varias aventuras militares más en el exterior, incluida la guerra de Angola, que duraría casi 15 años y costaría la vida de millares de cubanos.
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