LA HABANA, Cuba.- La revista Convivencia, como bien dice su nombre, es un espacio para aprender a convivir entre los cubanos, aún con las diferencias filosóficas. Leerla es un ejercicio de pensar la realidad y tomar una actitud consecuente ante la vida. La publicación es hija de Vitral, que creara el obispo Siro de Pinar del Río —jubilado desde hace años—, y Dagoberto Valdés, y que logró fama nacional e internacional.
Pero el gran censor, el Estado, no cejaba en sus intentos de asfixiar el esfuerzo, y arremetía ataques constantes contra los miembros que se ocupaban de la publicación y los que osaban escribir en ella. Recordarán que una vez que cumpliera la edad permitida por la curia mayor, y fuera retirado de su obispado el padre Siro —de quien guardamos los mejores recuerdos por su arrojo y pureza—, la revista fue clausurada de inmediato, salvo que Dagoberto y el resto del equipo de redacción aceptaran la censura como trabajo de mesa, previo a su divulgación.
Detrás de esa acción estaba la mano de la policía política y el excardenal Jaime Ortega, una confabulación trágica para la sociedad cubana, que tenía aliciente espiritual y de índole social en cada publicación. Por supuesto, Dagoberto, Karina y el resto decidieron abandonar el esfuerzo, porque significaba apagar el espíritu mismo de la revista; porque más que una revista, era un movimiento de libertad de pensamiento y de arte, que convocaba por varios años concursos literarios de participación nacional.
Cuando se vieron sin esa labor de brindar lo diferente, y por el reclamo de sus lectores, no quedó más remedio que comenzar una nueva publicación, por lo que surgió Convivencia. Como tampoco tenían la editorial bajo la égida de la Iglesia, se fueron para la casa de Karina Gálvez, una mujer que ha dedicado parte de su vida, como Dagoberto Valdés, por brindar una alternativa de pensamiento a la única obligada por el régimen totalitario, y que ha brindado su espíritu y posibilidades materiales para lograrlo.
Lo primero que hizo la Seguridad del Estado fue robarle la mayor parte del patio particular de su casa, y una noche, al estilo estalinista de cuando levantaron el muro que dividió la ciudad de Berlín, corrieron la cerca y se apropiaron descaradamente de su parte en la propiedad que recibió como herencia de sus padres. No interesa que enseñe las actas notariales en las instancias pertinentes y que la hace representante de la vivienda, por lo que deberían defender su caso; pero al no haber autonomía de los poderes, todo es el Estado, el enemigo número uno de cualquier esfuerzo de pensar diferente. Las ideas deben ser uniformes y siempre planteadas por las jerarquías ideológicas que, según los hermanos Castro, es lo más apropiado para el pueblo de Cuba, y nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de contradecirlos.
Lo cierto es que el último ataque del régimen ha sido apresar a Karina, la que cumplió seis días en calabozos e interrogatorios por la Seguridad del Estado, en su afán de que aborte el brindar su casa, y con el chantaje que de persistir le será decomisada. Por supuesto que todos sabemos que son capaces de hacerlo. Eso para la dictadura no es problema alguno, pues no será la primera vez que comete tales injusticias.
Clamamos por la liberación pronta de Karina Gálvez y que se respete su hogar y la libre voluntad de luchar por la revista Convivencia, que tiene la honestidad, el valor y la dignidad que no guardan los diarios, revistas y noticieros oficialistas.
Actualización: Karina Gálvez fue liberada en la noche de este martes