GUANTÁNAMO, Cuba. – Este 21 de octubre se cumplen 128 años de la muerte de Julián del Casal, uno de los más grandes poetas cubanos de todos los tiempos.
Del Casal nació en La Habana el 7 de noviembre de 1863 y cursó sus primeros estudios en el colegio de Belén, al que ingresó en 1870. Diez años después se graduó de bachiller y cursó estudios de derecho, pero no llegó a terminarlos.
Siendo estudiante fundó junto con otros compañeros el periódico clandestino y manuscrito “El Estudio”, donde –se asegura– publicó sus primeros versos, aunque su primera colaboración conocida en un órgano de prensa fue publicada en el semanario de ciencias, artes y literatura “El Ensayo”.
Fue Nicolás Azcárate –reconocido abogado, amigo de José Martí e intelectual habanero, alguien de quien muy poco se conoce actualmente en nuestro país– el que introdujo a Casal en el mundo cultural al invitarlo al Nuevo Liceo, donde el poeta conoció a importantes intelectuales cubanos del momento, entre ellos al novelista Ramón Meza. Esa invitación le permitió acceder a la literatura de los principales autores de la época.
En 1888 viajó a España, pero poco tiempo después regresó a Cuba casi en la inopia.
En La Habana obtuvo empleo como corrector de pruebas y periodista de “La Discusión”. Fue en ese período cuando comenzó su amistad con la familia Borrero, que tan significativa huella dejó en la cultura cubana.
Colaboró con importantes medios de prensa de la época como “La Habana Elegante”, “El Fígaro”, “La Habana Literaria”, “El Hogar” y “La Unión Constitucional”, entre otros.
Cuando Rubén Darío visitó La Habana, Casal logró conocerlo y cultivar su amistad. Darío le dedicó el texto “El clavicordio de la abuela” y el cinco de enero de 1893 Casal publicó en “La Habana Elegante” un artículo sobre Darío.
Casal está considerado, junto con José Asunción Silva y Manuel Gutiérrez Nájera, fundador del movimiento modernista, que renovó la literatura castellana, y entre sus obras más destacadas se encuentran “Hojas al viento”, “Nieve” y “Bustos y Rimas”, aunque sus artículos y crónicas sobre la sociedad habanera constituyen ejemplos de la perfección formal que también alcanzó en su prosa.
Algunos estudiosos de nuestra literatura consideran a Julián del Casal como el típico intelectual aislado de la sociedad, pendiente de sus emociones y más preocupado por los hallazgos de una estética proyectada hacia la pureza formal que por su vinculación con la realidad.
En su obra “Lo cubano en la poesía”, Cintio Vitier lo consideró la antítesis de José Martí. Al respecto escribió: “Si Martí encarna entre nosotros las nupcias del espíritu con la realidad, con la naturaleza y con la tierra misma, Julián del Casal significa todo lo contrario. Su incapacidad radical para asumir la realidad, que unas veces interpreta como signo de idealismo, de pureza y anhelo irreconciliables con lo mezquino de la circunstancia, y otras, las más, como fatal impotencia de su ser, se resuelve en un estado de ánimo dominante: el hastío”.
El arte fue para Casal –sobre todo en la última década finisecular que terminó marcando su muerte– un refugio, una especie de urdimbre espiritual inevitable capaz de alejarlo de la cruda realidad.
Sin embargo, esa inclinación hacia la perfección formal que marcó toda su obra y algunos le critican por estar aparejada a la evasión de la realidad, no impidió que en determinado momento Casal escribiera un artículo sobre el Capitán General Sabás Marín y su familia, que provocó su despido como escribiente en la Intendencia General de Hacienda.
¿Qué habría hecho Casal de haber estado vivo cuando estalló la guerra necesaria el 24 de febrero de 1895? ¿Habría continuado practicando su habitual alejamiento de la realidad o le hubiera plantado cara, como hizo Carlos Pío Uhrbach?
Responder esas preguntas sin que exista el riesgo de la equivocación es imposible, porque siempre existirá la duda, siempre tendremos ante nosotros las cartas de la imaginación muy lejos de la certeza y cerca de la elucubración.
Pero de esas especulaciones sí escapa la obra de Casal, quien en solo 30 años logró vincularse por siempre a la historia cultural de la nación cubana.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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