LAS TUNAS, Cuba.- Falta de higiene domiciliaria y comunal, vertimiento en la vía pública de agua potable y albañal, deficiencias en acueductos, alcantarillados y fosas desbordadas, baja o ausente percepción de riesgos y las adversas condiciones meteorológicas de los últimos días, propician la aparición de epidemias en Cuba, fundamentalmente las transmitidas por los mosquitos Aedes.
Concretamente, la provincia Las Tunas afronta riesgos epidemiológicos como para no perderlos de vista.
A diez días del huracán Irma haber azotado este territorio con vientos superiores a 100 kilómetros por hora el pasado 8 de septiembre, todavía permanecen en las calles restos de la vegetación derribada y toda suerte de desechos amontonados, junto a basura que todavía estaba por recoger antes del ciclón.
Aunque oficialmente las autoridades sanitarias no han informado de brotes epidemiológicos, sí han reconocido la “incidencia” de casos de zika.
Sólo en el consultorio No. 13, perteneciente al policlínico Guillermo Tejas en el reparto Sosa, en la ciudad de Las Tunas, oficialmente hay reportado ocho casos de zika.
Los infectados son personas de la localidad, que dicen no haber viajado, luego contrajeron el virus en el lugar de residencia; o dicho de otro modo, el agente transmisor, el mosquito Aedes, está dentro de sus casas.
Esto sólo es un ejemplo, los infectados pueden ser muchísimos más, pues según las mismas autoridades admiten, personas presuntamente infectadas rehúsan recibir asistencia médica.
Una mujer de cuarenta y cinco años, con fiebres, dolor de cabeza, conjuntivitis y erupción en la piel, dijo: “Esto es zika, pero yo me ‘autoingreso’, no salgo de la casa; si voy al médico me ingresan (en un hospital), y entonces es peor el remedio que la enfermedad.”
Conocido es que en Cuba la estancia hospitalaria conlleva una especie de mudada, donde el paciente y sus familiares han de cargar con los más diversos utensilios, desde ropa de cama y recipientes para cargar agua hasta ventiladores.
Luego… ¿cuántos casos habrá como el de la mujer que dijo, “esto es zika, pero yo me autoingreso, no salgo de la casa”?
“No tenemos brotes epidemiológicos, sólo incidencias”, afirman autoridades sanitarias, pero quizás lo que no exista sea estadísticas seguras.
Brote epidémico es la aparición repentina de una enfermedad en una ciudad, un pueblo o determinadas áreas de estos.
Pero en realidad, brote epidémico es un eufemismo con todo y su concepción académica, porque de lo que estamos hablando, lo que está sucediendo es, sencilla y llanamente, una epidemia, que si se extiende a un grupo de países de más de un continente entonces estamos en presencia de una pandemia.
La “incidencia”, a que se refieren las autoridades sanitarias cubanas —por cierto, también un término académico—, es el número de casos nuevos de una enfermedad reportados en una población en un período concreto.
Pero con todo y las “pesquisas” periódicas de los consultorios médicos de las comunidades, vuelvo a preguntarme… ¿cuántos casos habrá como el de la mujer?, falseando las cifras de “incidencias” de las autoridades sanitarias cubanas.
No podemos confundir la “incidencia” con la “prevalencia” (otro academicismo). Si el primer enunciado se ocupa del número de casos nuevos, el segundo es el número total de personas enfermas en un determinado período de tiempo. Cuantifica la proporción de personas en una población que tienen una enfermedad.
En naciones civilizadas —y observe el lector que me refiero a naciones civilizadas—, las autoridades de salud pública, las que establecen políticas sanitarias y las compañías aseguradoras, emplean este parámetro, el de “prevalencia”, ya sea epidemiológico, de accidentalidad del trabajo o de tránsito, para describir causas, condiciones y modos de contrarrestar circunstancias negativas a la salud no sólo humana, sino también animal, de la flora, las aguas, los suelos…
Pero este no es el caso de Cuba, con todo y existir en la isla leyes especiales con procedimientos reguladores. El punto es la poca utilidad de los instrumentos jurídicos si son meros conceptos sin ninguna o escasa aplicación, por ejemplo, cuando en los comercios usted no encuentra palas, rastrillos ni vagones con que sanear el patio de su casa, y los mosquiteros y los insecticidas son caros o inexistentes.
Si las calles están rotas, las tuberías de los acueductos perforadas, el alcantarillado obstruido, y esa conjunción de pasividad, huecos y salideros forman lagunas, verdaderos paraísos para los insectos transmisores de epidemias, toda esa palabrería epidemiológica (endemia, incidencia, prevalencia), poca valía tiene si en un santiamén usted recibe la picada de un mosquito y poco después tiene los síntomas de zika, dengue o chikungunya; o ingiere agua contaminada y enferma de cólera.
En jerga académica, “umbral epidemiológico” es el índice de los casos esperados, digamos, en 15 días; cuando los enfermos sobrepasan ese “umbral”, podemos decir que ya estamos en el comienzo de una epidemia.
Esas estadísticas los expertos las llevan comparando las tasas de “incidencias” semanales con iguales períodos de entre tres y cinco años anteriores.
Pero en realidad importa una higa si en las dos primeras semanas de septiembre de 2017, tenemos menos “incidencias” que en igual período de 2016, porque ahora, están multiplicadas 100% las probabilidades de incrementarse los mosquitos transmisores, y en esa misma magnitud, la posibilidad de enfermarnos.
Mientras esto escribo este lunes, a nuestra puerta tocan dos doctores. Han llegado bordeando charcos de agua y montones de basura amontonada en la calle; tenemos vecinos con “signos febriles” y hay que extremar las precauciones; hasta “en una tapa de una botella de cerveza puede haber larvas”, dicen.