LA HABANA, Cuba.- Todo parece indicar que las varias décadas de divorcio y desencuentro entre las Ligas Mayores del béisbol norteamericano (MLB por sus siglas en inglés) y la pelota cubana están a punto de llegar a su fin. Después de más de medio siglo de haber sido desterrado el profesionalismo del panorama nacional, después que centenares de atletas han tenido que abandonar su tierra y sus familias para cumplir el sueño de realización deportiva, parece cercano el levantamiento de una barrera que nunca debió haberse impuesto.
La visita de cortesía que hace pocas semanas realizaron a la Isla directivos y estrellas del Big Show expresa la voluntad compartida de allanar el camino para subsanar la anomalía histórica que interrumpió durante demasiado tiempo la relación normal y privilegiada que se estructuró durante muchos años para convertir a la Liga profesional cubana en cantera y antesala de las Ligas Mayores.
Nombres como Adolfo Luque, Edmundo “Sandy” Amorós, Orestes “Minie” Miñoso, Conrado Marrero son solo algunos de los que escribieron páginas de gloria en la Gran Carpa antes de 1960. Son varios los que en las últimas décadas han brillado en el beisbol norteamericano, pero sin gozar de reconocimiento y difusión por parte de las autoridades de la Isla.
La profunda crisis actual del deporte cubano, caracterizada por el evidente descenso en los resultados internacionales y el creciente éxodo de atletas y técnicos, obligó al gobierno cubano a legalizar los contratos de atletas cubanos en circuitos profesionales, con derecho a obtener los resultados monetarios de su actuación, pero sujetos jurídica e institucionalmente a la federación nacional del deporte que nominalmente los “representa” y en realidad mantiene control sobre ellos.
Hasta el momento los peloteros cubanos residentes en la Isla no pueden ser contratados en el béisbol profesional norteamericano porque lo impide el embargo comercial y financiero impuesto en ese país contra el gobierno cubano. Sin embargo ya se emitió una licencia para que las ligas invernales del Caribe, propiedad de la MLB, puedan contratar jugadores cubanos, proceso interrumpido mientras se ventila la protesta formal de la liga de Puerto Rico, inicialmente excluida del acuerdo por ser jurídicamente parte de los Estados Unidos, empeñada en beneficiarse del servicio de los mejores jugadores cubanos.
Tal vez a estas alturas se esté gestionando un acuerdo o disposición que levante la restricción pero de la manera secreta y confidencial que han tomado como practica los antiguos enemigos y es posible que una buena mañana amanezcamos no solo con la noticia de la nueva apertura, sino con algún que otro contrato ya establecido.
Sin embargo, esa posibilidad tan real como aparentemente cercana comporta una serie de interrogantes en extremo interesantes.
Cuándo se verifiquen esos contratos, ¿la MLB permitirá que las autoridades cubanas sigan actuando como patrón de los atletas fichados o estos se convertirán en agentes libres como personas jurídicas y soberanas? No es secreto para nadie que hace mucho tiempo el Dr. Antonio Castro, hijo del ex presidente cubano, reconocido play boy y cliente asiduo de lejanos y exóticos enclaves turísticos, pretende convertir la entrada de los atletas residentes en Cuba en un negocio particular.
Cuando por fin se abra un espacio legal en la MLB para los peloteros residentes en Cuba ¿las autoridades cubanas reconocerán y honrarán los éxitos y glorias que ha omitido y silenciado por tantos años? La mencionada reciente visita trajo de regreso a la Isla a varios atletas, que a pesar de sus destacadas actuaciones en el mejor béisbol del mundo son todavía considerados desertores. Ni siquiera en esta ocasión estos exmiembros de la selección nacional fueron públicamente reconocidos, mientras los aficionados brindaron a sus ídolos de siempre grandes muestras de admiración y cariño.
Sin dudas los gobernantes cubanos están empeñados en introducir a los peloteros cubanos en la Gran carpa del béisbol mundial, sin perder el control institucional sobre ellos como hasta ahora sucede con los que han sido contratados por otras ligas foráneas como Japón, Colombia, Canadá o México. Sin embargo Cuba sigue siendo el único país y la única federación que todavía excluye de sus convocatorias y selecciones nacionales a las estrellas de Grandes Ligas y otros espacios beisboleros que han decidido ser totalmente libres del tutelaje institucional y la manipulación ideológica con que el alto liderazgo de La Habana empaña y contradice la pureza del deporte que en la actualidad es un ejercicio de libertad individual.
Los amantes de la pelota en Cuba deseamos sin dudas que acabe la crisis de nuestro pasatiempo nacional, que las grandes estrellas del béisbol mundial nacidas en la isla dejen de ser ignotas sombras y que Cuba sea representada internacionalmente por los mejores jugadores, actúen donde actúen. Los aficionados cubanos anhelamos ver a nuestros mejores peloteros, como hacen sus colegas de los demás países, dar lo mejor de sí por su bandera sin ser obligados a jurar fidelidad a un poder que los manipula y los desprecia.
La gran interrogante es si los gobernantes cubanos están preparados admitir y convivir con los imperativos de los nuevos tiempos.