LA HABANA, Cuba. – La noticia de la muerte de Frank Hernández Trujillo me llenó de una mezcla de tristeza y desesperanza, inevitable cuando nos abandona por sorpresa una de esas personas que aún tienen tantas cosas buenas que aportar a la sociedad. Frank Hernández era un anticastrista convencido, que, en 1960, con apenas 18 años, se vio obligado a exiliarse para salvar su vida, la cual, a partir de entonces, dedicó sus esfuerzos a restituir en Cuba la democracia pluralista y el respeto a las libertades fundamentales, como dejaba claro en sus siempre instructivas conversaciones, que transmitían un mensaje educativo, como buen pedagogo que era.
Él estaba convencido de que nos liberaríamos de la dictadura. Nunca lo escuché quejarse de la pasividad del pueblo. Hombre recto, educado, sin sinuosidades, en sus planteamientos transmitía la sinceridad y conciliación entre nosotros: cuando por las naturales diferencias de nuestros temperamentos y por las difíciles condiciones de nuestra lucha surgían desavenencias, siempre encontrábamos en él un análisis acertado de la situación, sin imponernos su criterio. El mayor ejemplo de esto lo dio en el 2003, durante la “primavera negra”, cuando la dictadura no sólo encarceló a numerosos opositores y periodistas independientes, sino también emprendió una campaña de intrigas y descrédito contra muchos de los que no fueron encarcelados. En aquellos momentos críticos y difíciles, él, con sus opiniones acertadas, nos ayudó a mantener la calma.
Siempre pendiente de nuestras necesidades como pueblo, trataba de ayudarnos sin cuestionar o pedir nada a cambio. Se sensibilizaba con la población necesitada: ancianos, impedidos físicos, enfermos. No se cansaba de repetir que la ayuda era para todo el que la necesitara, sin cuestionamientos políticos. Ese era Frank: un enemigo acérrimo del castrismo, pero con un amor, una fe y una compasión inmensa por su sufrido pueblo.
Como hombre sencillo y de gran sensibilidad, cuando hablaba de su poblado natal, Cojímar, se le notaba la nostalgia. Por ello, cierta vez nos propusimos hacer una visita a su antigua casa para enviarle unas fotos, pero la encontramos en ruinas: algunas paredes sin techo ni ventanas y el interior lleno de hierba. Se veía que la habían canibalizado. De las fotos, apenas comentó.
La vida de Frank Hernández Trujillo se resume en un pensamiento martiano: “En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”.
Frank Hernández entró en la historia de Cuba por la puerta grande y forma parte de los patriotas que han dedicado su vida a luchar contra la dictadura comunista. Ese es tu legado y el ejemplo que nos dejaste. ¡Descansa tranquilo, hermano, que tu sueño se hará realidad!