LAS TUNAS, Cuba. ─ Al comenzar este año, doloroso para las familias cubanas que perdieron a sus seres queridos víctimas de COVID-19, muchos fallecidos por insuficiente asistencia médica ─recuérdese la falta de oxígeno, de camas en los hospitales y el precio que llegaron a costar los antibióticos que muchas personas debieron adquirir por su cuenta─ el martes 26 de enero publicamos en este sitio el artículo Depreciación del peso cubano: la calabaza como síntoma, una alerta temprana y, a la vez, un pronóstico de la hiperinflación que ya se presumía.
La superinflación se veía venir, pero los tecnócratas del régimen obstinadamente la negaban, pues, según ellos y su “diseño”, la inflación sólo ascendería al 60%. Entonces, solo quedaba observar cómo el estatismo de la economía de comando y la dolarización del mercado interno, asociadas a la llamada “Tarea Ordenamiento”, harían sufrir a los cubanos por una operación político-financiera que, en lugar de ordenar las finanzas nacionales, personales y familiares, vino a desordenar todavía más la existencia de los ciudadanos.
Las políticas monetarias y de precios dirigidas por el Partido Comunista de Cuba (PCC) a través de los llamados “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución” afirmaron que “la planificación monetaria a corto, mediano y largo plazos deberá lograr el equilibrio monetario interno y externo de manera integral”. Concerniente a la política de precios, dijeron que la formación de los precios minoristas sería “a partir de los costos sin cubrir ineficiencias, teniendo en cuenta los niveles de ingresos de la población”.
Respecto a esos pronunciamientos públicos de interés nacional, cuyo cumplimiento llevaría a la reelección de cualquier presidente en un país democrático, o a su dimisión inmediata en caso de incumplirlos, hoy, concluyendo 2021, cabe preguntar: ¿Todas esas promesas que los comunistas hicieron qué resultados concretos tienen en la vida diaria de los cubanos? La respuesta es simple: salvo sumirlos más en la pobreza, no hay ningún resultado halagüeño.
Marino Murillo Jorge, quien fuera el jefe de la comisión para la implementación de los “lineamientos” e integrara el máximo órgano de dirección en Cuba, el Buró Político del PCC, dijo que la llamada “Tarea Ordenamiento” debía evitar una “inflación en espiral” y la “depreciación del peso”. La depreciación del peso cubano frente al dólar estadounidense se produjo desde el mismo inicio de la unificación monetaria, cuando, sin poseer divisas en las Casas de Cambio (CADECA), el régimen estableció una tasa fija de 24 pesos cubanos por dólar estadounidense. Huelga decir que las reglas universales de la oferta y la demanda y no las ordenanzas gubernamentales establecieron el precio de las monedas y, a día de hoy, el dólar americano se cotiza por encima de los 70 pesos cubanos, mientras el euro cuesta 90 pesos.
En cuanto a la “inflación en espiral” que la “Tarea Ordenamiento” debía evitar, el señor Murillo Jorge dijo que en términos económicos se refería a lo que se conoce como espiral inflacionaria, que es una relación causa-efecto donde el aumento de salarios produce incrementos de precios, y, a la vez, origina ulteriores aumentos de salarios. Pues, justo eso pasó con el “ordenamiento”.
El régimen aumentó los salarios de los trabajadores y también las pensiones de los jubilados y los salarios de sus empleados, pero los precios del consumidor, tanto en los comercios estatales como como privados, prosiguieron creciendo mes tras mes. En esa misma magnitud crecieron los ingresos de las empresas del monopolio estatal y de los particulares, mientras los jubilados y los asalariados mantenían los mismos ingresos mensuales, en una situación económica insostenible.
En el caso de Cuba, es muy difícil salir de una espiral inflacionaria porque el Estado interviene los salarios impidiendo que se indexen en la mayoría de los casos. De esa forma, el trabajador pierde poder adquisitivo. Por otra parte, cuando el Estado interviene en el mercado para disminuir ganancias y evitar la inflación de precios entonces son los productores y vendedores quienes terminan afectados.
En economía indexar salarios quiere decir realizar ajustes para que la capacidad adquisitiva del trabajador se mantenga, sin deprimir el salario, porque la indexación salarial vincula el salario a la inflación, o, dicho de otro modo: si en un país la inflación es del 10%, para que los trabajadores no pierdan poder adquisitivo el salario debe incrementarse 10%. Pero, según el ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil Fernández, la inflación en Cuba cerrará 2021 por encima del 70%, y es poco probable, por no decir imposible, que en 2022 el régimen incremente las pensiones de los jubilados y el salario de los obreros estatales, empleados y dirigentes un 70%.
La opción del gobernante Díaz-Canel será, según ya dijo, llevar a productores y comercializadores a “renunciar a un determinado nivel de ganancia particular o colectiva en función de bajar precios”. Renunciar significa desistir, ceder, declinar o resignarse, y parece poco probable que, por ejemplo, las tiendas manejadas por los militares, que sólo venden en moneda libremente convertibles (MLC), renuncien a sus cuantiosas ganancias, por lo que es poco ético, valga decir inmoral, pedir o exigir a los productores privados que renuncien a sus utilidades y vendan a precios de costo para así detener la hiperinflación. Pero como las espirales inflacionarias en cualquier país del mundo no dependen de la voluntad humana sino de leyes económicas inexorables, todo indica que en 2022 los precios al consumidor, lejos de bajar, se mantendrán altos; incluso, pueden incrementarse conforme a la tendencia al alza predominante en el mundo, por lo que los cubanos, sin indexación de salarios, deberán continuar pagando más ganando lo mismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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