LA HABANA, Cuba.- Juro que me encantaría enterarme de que en el atrio de la Catedral de La Habana, las autoridades eclesiásticas ya tienen listo un libro para que los fieles a Jesús expresen su apoyo al sacerdote Ernesto Cardenal; si así fuera, y aunque no soy católico, ya habría pasado por allí para estampar mi firma, para dejar clara mi solidaridad con el seguidor de Jesús.
Juro que me encantaría enterarme de que a la entrada de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), ya está listo, es decir abierto, un libro que acoja las rúbricas de esos hombres y mujeres que son fieles a la gran cultura, y sobre todo a la justicia; un libro de hojas blancas donde dejemos bien claro que estamos del lado del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Lo malo es que supongo no veré una larga cola de hombres y mujeres dispuestos a hacerle justicia al poeta. Hasta ahora no tengo noticias de que las autoridades de la iglesia católica o de la UNEAC se dispusieran ya a exigir bondad para el sacerdote y poeta, al hombre que dedicó su vida a guiar a los suyos en la fe, a conseguir lo que suponía iba a ser la libertad de sus paisanos tras la caída de Somoza, y a cuidarla luego. Ningún diario cubano ha dicho nada sobre las calumnias, sería mejor decir patrañas, que al parecer orquestó el gobierno de la nación centroamericana.
“Hazme justicia señor, porque soy inocente/ Porque he confiado en ti, y no en los líderes”. Y pareciera que esos versos de Cardenal fueron escritos hace un par de días, y tras ese engendro de justicia con que se le pretende castigar. Resulta que en Nicaragua han puesto una demanda contra él, y exigen el pago de 800 000 dólares por los daños y perjuicios en que, supuestamente incurrió, y que terminaron perjudicando a una tal Nubia del Socorro Arcia Mayorga, que todavía no se si es solo una mujer o toda una empresa.
Según muchos, lo que sucede no es otra cosa que una engañifa orquestada por el gobierno de Daniel Ortega y su esposa, quien por cierto no tiene de original ni el nombre, sobre todo si recordamos que ya existió en Nicaragua otra Rosario Murillo, y que fuera la segunda esposa del gran poeta Rubén Darío; pero lo cierto es que injurian a un hombre íntegro que no ha hecho otra cosa que denunciar la infamia; lo mismo contra el cruel Anastasio Somoza, que con los abusos de poder del dueto Ortega-Murillo.
Son algunos los escritores que han pronunciado ya su apoyo a Cardenal, entre ellos están Gioconda Belli, quien considera que detrás de todo está la mano del gobierno, y también que esa causa que abrieron al poeta, para arrebatarle una propiedad en la isla Solentiname y humillar a un hombre que no tiene dinero alguno, finiquitó desde 2010. También le dio su apoyo el escritor Sergio Ramírez, que llegó a ofrecerle su casa si Daniel y Rosario se salieran con la suya. “No hay más, poeta, le digo, son unos pocos pasos, se viene para mi casa con sus bártulos, y sus libros, si es que no le secuestran sus libros”. Así le dijo el escritor.
Yo me enteré de la injusticia por un escritor uruguayo a quien mucho respeto y a quien edité, hace un par de años, su novela Príncipe de la muerte. Fernando Butazzoni escribió al presidente centroamericano para reclamar la justicia que merece Cardenal. El escritor uruguayo, quien fue guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional, le recuerda a Ortega el respeto que antes decía sentir por el poeta y que se convirtió en odio y persecución.
Esta truculenta y macabra acusación no hace otra cosa que mostrar el pataleo de ese poder que no permite a sus ciudadanos otra elección que no sea esa que ellos decidieron para todos. Las ideas que ellos detentan son las que deben seguirse, y quien se oponga, como Ernesto Cardenal, recibirá una reprimenda, y digo mal, porque para esos que se “atraviesan” vendrá el castigo más cruel, sin importar que el hombre tenga más de noventa años y una vida de entrega a Dios y a causas que creyó justas. Y para presentar la causa contra el poeta escogieron a José Ramón Rojas Méndez, quien ya representó al actual presidente cuando su hijastra Zoilamérica lo acusó de haberla abusado sexualmente.
Un amigo, con quien comentaba anoche los sucesos, me hacía ver como se repite el esquema; para él, todo cuanto le contaba, era la encarnación, sucesiva y recurrente, de un Eidos platónico. Y yo, dándole la razón en lo del Eidos, pensé en esos hechos repetidos a lo largo de la historia y que nos hacen recordar esa idea de Platón. Lo que ahora sucede con Cardenal ya sucedió antes en la Unión Soviética, y en toda la Europa socialista. Ese Eidos que decía mi amigo, se repite una y otra vez. Lo que ahora sucede en Nicaragua, ya sucedió en Cuba, y eso reaparece ahora en nuestra memoria.
Recordemos las purgas de Stalin, recordemos el Réquiem de Ana Ajmatova, recordemos a Marina Tsvetaieva, Bulgakov, recordemos al checo Bohumil Hrabal, recordemos, en geografía más cercana, a: Lezama, Piñera, Arenas, Sarduy. Recordemos la elección que secuestrada no da espacio a la libertad. Lo que sucede a Cardenal muestra que no hay otra elección que no sea la de hacer reverencias al gobierno, y quien lo dude que recuerde, que recuerde, que recuerde, y que tenga bien claro lo que puede ser elegido y lo que no. Quien recuerde sabrá en qué situación encontrará el premio y cuál el castigo.
Y recordemos también lo bueno que sería ponerse del lado de Cardenal; ojalá alguien abra un libro y recoja firmas si es que la UNEAC o la Iglesia no lo hacen. Ojalá que este texto que ya voy cerrando despierte la solidaridad, que haga pensar en lo que puede ocurrirnos a cualquiera, ojalá que no nos quedemos callados, que al menos pongamos nuestro nombre en algún lugar visible para hacer denuncia, para defender al hombre, al sacerdote, al poeta que escribió: Defiéndeme en el Consejo de guerra/ defiéndeme en el Proceso de testigos falsos, y falsas pruebas.