LA HABANA, Cuba. — Hace varios días, Joan Manuel Serrat, el más importante e influyente de los cantautores españoles, quien cumplirá 78 años el próximo 27 de diciembre, anunció que se retira de los escenarios. Pero antes, para el próximo año, planea una gira de despedida, que se iniciará en el Beacon Theater de New York y culminará en su natal Barcelona.
En dicha gira, según explicó, quiere presentarse en algunos de los países de Latinoamérica que le han sido más entrañables durante su carrera artística de más de medio siglo.
Los numerosos seguidores que tiene Serrat en Cuba albergamos la esperanza de que nuestro país, donde no se presenta desde 1997, sea incluido en la gira. Pero es bastante improbable.
Cuando Serrat vino a Cuba por primera vez, en mayo de 1973, quedó deslumbrado por la revolución de Fidel Castro y se negó a calificar a su régimen como una dictadura. Pero finalmente se desencantó y le retiró su apoyo.
A raíz de la ola represiva de la primavera de 2003, el cantautor catalán declaró a la prensa: “No estoy en absoluto de acuerdo con ningún régimen que a quien opina de forma distinta al oficialismo lo condene a la cárcel”. Y respecto al fusilamiento de los tres jóvenes que intentaron secuestrar una embarcación en la bahía de La Habana para irse a la Florida, dijo: “Estoy absolutamente en contra de la pena de muerte y mi postura es absolutamente de repudio”.
Esa posición de Serrat nos complació a los que en Cuba sentíamos como si hubiesen sido hechas para nosotros canciones como Cantares, Pueblo blanco y Para la libertad. Se nos atragantaba, no concebíamos, por muy de izquierdas que fuese, su apoyo a la dictadura que nos oprimía, habiendo sido víctima él de la dictadura franquista.
Desde muy joven soy un acérrimo admirador de Joan Manuel Serrat. Es, junto a Bob Dylan, mi cantautor preferido. A tal punto que, si de mí dependiera, como mismo le dieron el Premio Nobel a Dylan, se lo hubiese dado a Serrat por su poesía (y también a Leonard Cohen). O, al menos, el Premio Cervantes, que es el equivalente español del Nobel.
Fui de los millares de personas que abarrotaron el anfiteatro del Parque Lenin el segundo domingo de mayo de 1973, cuando Serrat, que antes había actuado en el teatro Amadeo Roldán, se presentó allí. Fue la primera vez que asistí a un concierto suyo. Luego, cada vez que vino a Cuba, no me perdía sus conciertos. Y creanme que no era fácil conseguir entrar al teatro.
Tengo muchos discos de Serrat. No he podido reunirlos todos, ni siquiera la mitad. Pero tengo en vinilo y en CD los que más me gustan, que son los seis discos que hizo para Novola y cantando en castellano, entre 1969 y 1974.
Entre ellos está Mediterráneo, que cumplió 50 años en este 2021. Es uno de los discos preferidos míos de siempre. Sería de los discos que salvaría y me llevaría a una isla desierta, junto a otros dos que casualmente, también acaban de cumplir los 50: Tapestry de Carole King y Sticky fingers de los Rolling Stones (amén del Abbey Road de los Beatles, Good bye yellow brick road de Elton John y Dark side of the moon de Pink Floyd). Con esto pueden tener una idea de cuanto me gustan las canciones de Serrat.
Para muchísimos compatriotas de mi generación (y también más jóvenes) Serrat es muy especial. Cuando apareció, significó una gran diferencia cualitativa en cuanto a música y textos con respecto al mayoritariamente insulso y ramplón pop español con que los decisores culturales inundaban la radio cubana con tal de que no escucháramos la música norteamericana e inglesa.
Cuando nos saturaban con las canciones de Silvio Rodríguez y otros similares cantores con guitarra de la Nueva Trova, Serrat nos demostró que la canción inteligente no estaba reñida con las orquestaciones de excelencia y el uso de elementos teatrales en los conciertos.
Y por si fuera poco, el cantautor-poeta catalán nos abrió a muchos el apetito por la poesía al musicalizar los versos no solo de Antonio Machado y de Miguel Hernández, sino también de Rafael Alberti, León Felipe, Gabriel Celaya, Mario Benedetti, entre otros.
Ojalá venga Serrat a Cuba en su gira de despedida, pero si no, con tanto que le debemos, vaya a él, ahora que se jubilará, nuestro agradecimiento y los mejores deseos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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