LA HABANA, Cuba. – Nunca la Historia ha tenido peor cara que la concedida por el libro El rostro de la Historia, un volumen que reúne varios carboncillos del no tan conocido dibujante italiano Franco Azzinari, la prosa del poeta cubano Miguel Barnet y las fotos de Alexis Castro Soto del Valle, uno de los tantos hijos de Fidel Castro.
Nunca antes a nadie se le ocurrió decir que el rostro de la Historia era el de un hombre marcado por una infancia agresiva y loca, el de un dictador que acabó con un pueblo próspero y emprendedor. Fidel Castro, que se sepa, fue el culpable de miles de fusilamientos; lanzó a las cárceles a miles de presos políticos por más de 30 años; organizó guerras en numerosos países donde perdimos a miles de cubanos. Fue también el hombre que creó el exilio más largo de la humanidad y un racionamiento descomunal que amenaza con desembocar en hambruna.
En fin, nunca a nadie antes se le ocurrió decir que ese rostro agresivo ―que su propio hijo captó en gestos y miradas elocuentes y maliciosas, llenas de odio y rencor― corresponde a la Historia.
En El rostro de la Historia está todo resumido, luego de una cubierta negra, con fotos en blanco, negro y grises, pero bien impresas en papel cromo. El libro se vende en La Casa del Alba Cultural, de La Habana, la que abrió sus puertas en 2009 por idea de Hugo Chávez y con la presencia de Raúl Castro, el propio Chávez y Daniel Ortega.
Dicen algunos párrafos del libro que “al levantarse Castro como uno de los más poderosos mitos, es que nos empeñamos en perpetuar su imagen para la eternidad, como el rostro más importante de la Historia”.
Alex Castro Soto del Valle aclara que “al decir de algunos, quizás sea el hombre más fotografiado del siglo XX”. Es cierto, sobre todo el guerrero más fotografiado en la manigua guerrillera, siempre con su fusil de mirilla telescópica, con la que dirigió sus escaramuzas.
El librito de cubierta negra se las trae. Tiene mucha tela por donde cortar: rinde homenaje a un dictador que, según los analistas que más lo han estudiado, fue “un loco e irracional”, un defensor de la guerra nuclear, capaz de disparar, si hubiera podido, los misiles emplazados en Cuba contra Estados Unidos.
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