LA HABANA, Cuba. – Desde aquel 16 de abril de 1961, cuando Fidel Castro sorprendió a todos y proclamó el carácter socialista de la Revolución en el Cementerio de Colón de La Habana, el castrismo se convirtió en un bochornoso régimen político, mantenido por el imperio soviético.
En vez de crecer la economía, crecía la cifra de fusilados en La Cabaña ―incluidos jóvenes estudiantes como Virgilio Campenía y Alberto Tapia, y destacados revolucionarios como el abogado y fiscal Humberto Sorí Marín―, mientras que Castro continuaba nacionalizando todos los centros de enseñanza privados, laicos y religiosos,.
De esta forma, Cuba se convertía en una olla de grillos verdeolivos.
En junio de 1961, Castro eliminó de un tirón el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de marzo y al viejo Partido Socialista Popular (evidentemente se trató de una estrategia para gobernar en solitario) y anunció la creación de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), bajo su control absoluto.
Exactamente el 11 de abril de 1962, el “gran líder” reconoció fallos y anunció la formación del Partido Único de la Revolución Socialista. Además, declaró un plazo de 15 años para resolver la crisis de producción de alimentos y de la vivienda.
El año 1962 fue muy complicado para el líder comunista, sobre todo cuando se vio precisado a admitir el desmantelamiento de todos los cohetes nucleares instalados en Cuba y su retirada definitiva, algo que hoy no recuerda el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla (en septiembre pasado dijo en la ONU que Cuba siempre había abogado por un mundo libre de armas nucleares).
¿Quiere decir el canciller que el máximo líder fue inmoral e inhumano al adoptar el 5 de diciembre 1962 una doctrina agresiva, en medio de una crisis de alimentos y vivienda, mientras continuaba confiscando miles de comercios de ropa, ferreterías y zapaterías del pueblo?
Hoy, a punto de desaparecer el castrismo, Miguel Díaz-Canel pregunta a la prensa oficialista qué hacer “para que Cuba se reanime y avance”.
También advierte que el sistema socialista determinado por la Constitución es irrevocable, ante el temor de un definitivo estallido social que dará al traste con el régimen y liberará a Cuba del comunismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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