MIAMI, Estados Unidos. ─ Tal vez parezca ficción, pero he visto a dos cubanoamericanos jóvenes, entusiastas y conversadores en una suerte de brindis afirmativo de nacionalidad cruzando dos croquetas como espadas en La Carreta de la calle 40. Luego alcancé a escuchar los elogios que le dispensaron al socorrido alimento, que tanto se consume en las ventanitas de nuestras cafeterías miamenses y también en fiestas familiares, donde no puede faltar.
En su cruzada anticulinaria, de siniestra eficiencia, el castrismo fue desvirtuando los valores de la croqueta, entre otros platos, hasta el punto de crear una muestra explosiva y letal. Ni hablar de las que se cocinaban con la masa que ─literalmente─ se pegaba al cielo de la boca.
Un distinguido musicólogo de The Miami Herald se preguntaba, extrañado, de dónde había salido el menú del consumo de un cortadito acompañado de su correspondiente croqueta.
Estas reflexiones y recuerdos vienen a colación, a propósito del documental que cierra el trigésimo octavo Festival de Cine de Miami, titulado Birthright (Patrimonio) y dirigido por Jayme Gershen.
Lo protagoniza el dúo de música electrónica Afrobeta, integrado por un matrimonio de artistas nacidos en Miami, de origen cubano: Cristy “Cuci” García y Tony “Smurphio” Laurencio. La pieza trata de dirimir, una vez más, el dilema de la pertenencia cultural cubanoamericana, antes sujeta a ciertas angustias existenciales, pero hoy asumidas con desenfado como lo mejor de dos mundos.
En 1978, el documental 55 hermanos, dirigido por Jesús Díaz, hizo la crónica de igual número de cubanos que regresaban a la Isla luego de ser llevados de niños por sus padres a los Estados Unidos. El operativo era obvio: utilizar traumas de alienación para criticar la sociedad americana y encomiar el castrismo como raíz, refugio y alternativa.
55 hermanos es un documental tramposo, melodramático y, afortunadamente, envejecido. Resulta lamentable constatar cómo estas personas fueron utilizadas y luego olvidadas cuando no sirvieron a los propósitos de Castro y del llamado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Birthright, sin embargo, es una lectura más real, moderna y sin agobiantes manipulaciones ideológicas. Es muy divertido el preámbulo cuando los integrantes del dúo, en pantagruélica cena familiar, confiesan el deseo de ir a Cuba, sobre la cual han escuchado tantas historias. Los mayores interponen argumentos conocidos: la falta de libertad que van a encontrar, no contribuir económicamente con la dictadura y un largo etcétera de desavenencias, todo sazonado con mucho humor criollo.
El viaje de Afrobeta a Cuba respondía a una invitación del centro cultural conocido como La Fábrica, donde, curiosamente, casi siempre terminan por presentarse figuras musicales de relieve que visitan la Isla. Se especula que la policía política lo tiene bajo control y pueden lidiar con su ambiente alternativo y extranjerizante.
Es paradójico como La Fábrica y sus directivos se han mantenido distantes de las controversias entre la cultura independiente y los comisarios ideológicos que ahora mismo mueven el piso de la sociedad cubana.
Afortunadamente, cuando el dúo arriba a La Habana se relaciona con músicos electrónicos marginados y organizadores de lo que fuera el festival Rotilla, incautado por el Ministerio de Cultura. Hacen también la consabida ronda popular de barrio, donde encuentran pintorescos personajes en medio del calor agobiante, además de visitar, nostálgicamente, las casas que fueron de sus familias, a una de las cuales no tienen acceso porque ahora funge como centro laboral.
Algún día habrá que escribir la historia de Cuba a partir de sus abrazos. Cristy y Tony, los integrantes de Afrobeta, lo prodigan bastante durante sus visitas y encuentros con nuevas amistades y personas que fueron cercanas a sus respectivos parientes.
Enfrentados a la debacle de un país donde sus talentosos congéneres artísticos confiesan ser acosados y reprimidos por expresarse de un modo diferente, además de sufrir los imponderables de la inoperancia económica, Cristy y Tony se manifiestan agradecidos, con sus acciones y opiniones, de haber nacido en la sociedad donde sus padres debieron exiliarse, espantados de lo que se avecinaba.
El grupo Afrobeta se incorpora por derecho propio al legendario “sonido de Miami”, que es la expresión de la cultura musical cubana en libertad. El documental Birthright es recordatorio de la magia que la hace posible.
Entradas y programa: miamifilmfestival.com
Cine Cubano en Trance con Alejandro Ríos.
Dilucidar la isla y su cultura a partir del séptimo arte que la denota. La intensa quimera de creadores, tanto nacionales como foráneos, que no cesan de manifestar una solidaria curiosidad por tan compleja realidad, es parte consustancial de esta sección.
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